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Biblioteca de la Universidad Complutense de Madrid

Sábado, 21 de diciembre de 2024

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Más allá de las cenizas, el tiempo y el océano

Marta Torres, directora de la Biblioteca Histórica, y la profesora emérita Elisa Ruiz

La Biblioteca Histórica de la Universidad Complutense ha encontrado copias fotográficas de dos códices visigóticos del siglos IX-X destruidos en la Guerra Civil. Se trata de los manuscritos de la Biblia 31, del que solo quedaban unas páginas recuperadas artesanalmente tras la guerra, y de la Biblia 32, desaparecida en la contienda. En La historia de esta recuperación ha intervenido además del personal de la biblioteca, con su directora Marta Torres al frente, la catedrática emérita Elisa Ruiz, investigadores de la Universidad de Birmingham y la Hill Museum & Manuscript Library, de Minnesota, en Estados Unidos.

Noviembre de 1936. La Facultad de Filosofía y Letras, el edificio emblema de la nueva Ciudad Universitaria de Madrid, inaugurada solo tres años antes, se ha convertido en el cuartel general de las Brigadas Internacionales que tratan de impedir el acceso a la capital de las tropas franquistas. Los soldados utilizan todo lo que está a su alcance para protegerse. De la biblioteca de la Facultad cogen cuantos libros pueden y los utilizan como parapetos, situándolos tras las ventanas. Pocos de esos soldados caen en la cuenta de que esos parapetos improvisados están formados por obras y ediciones literarias de gran valor, algunas de ellas únicas. La guerra hace estragos y muchas de esas obras son arrasadas por las balas, la metralla y el fuego. "Se calcula -afirma Marta Torres, la actual directora de la Biblioteca Histórica de la UCM- que durante la guerra se perdieron más de 80.000 libros, entre ellos según hemos podido constatar once códices".

Nos situamos en el año 2009. Elisa Ruiz, catedrática emérita de Paleografía y Diplomática, especializada en Codicologogía -"Es la mayor experta de España en este terreno y yo diría que del mundo", puntualiza Marta Torres-, da inicio a una curiosa investigación. En sus manos ha caído un documento "de tipo contable, incompleto, muy modesto -explica la profesora Ruiz-, que contiene datos de las compras de libros que se llevaron a cabo por encargo de Cisneros entre el 24 de septiembre de 1496 y el 24 de septiembre de 1509, es decir previamente a la apertura de la Universidad. Se dice qué obra se compró, a qué precio, quién la compró, dónde y a quién se le entregó". Exactamente se describen los pormenores de la compra de 799 libros.

La importancia del documento con el que trabaja la profesora Elisa Ruiz, en compañía de la joven doctoranda Elena Carvajal, es enorme, ya que el repertorio más antiguo con el que contaba la Biblioteca Histórica de sus fondos, o en concreto de los del Colegio de San Ildefonso inaugurado por Cisneros, era de 1511-12.

Avanzamos un año en el relato. Estamos en 2010. Una tarde, en la Biblioteca Histórica, junto a la puerta del aula docente, la profesora Elvira pregunta a la directora Marta Torres si sabe algo de las fotos de Roma de los códices visigóticos. "De qué fotos me hablas", preguntó Torres. "Ya sabes, las fotos que menciona Millares de Carlo", respondió Ruiz, y sin más entró en el aula junto a sus alumnos.

Días más tarde, Marta Torres -que entre risas se describe como "una friki que se dedica a investigar los libros perdidos"- buscó en la sala de lectura el Tratado de paleografía española, de Agustín Millares Carlo, obra en la que este paleógrafo canario describe a mediados del siglo pasado la localización de algunos códices. Entre ellos incluye las denominadas Biblias de la Universidad Complutense de Madrid 31 y 32. De ellas decía que habían sido destruidas en la guerra civil, la 31 de manera casi completa y la 32 totalmente. Indicaba también que ambas podían estudiarse "en la reproducción fotográfica que poseen los padres benedictinos de San Jerónimo (Roma). Torres comprobó que la Biblia 31 se había recuperado de manera parcial, pero que efectivamente de la número 32 no había pista alguna. Es más, la profesora Elvira Ruiz había ya intentado seguir el rastro de las obras en Italia, pero sin resultado alguno. Torres recurre a un conocido de la biblioteca, el padre Luis Sánchez Navarro, quien se compromete a seguir la pista a través de sus contactos en Roma.

En espera de una contestación desde Roma, en junio de 2010, coincidencias de la vida, se ponen en contacto con la Biblioteca Histórica dos investigadores de la Universidad de Birmingham (Reino Unido), Hugh Houghton y Dámaris Romero, pidiendo permiso a la UCM para solicitar a la Hill Museum & Manuscript Library (HMML), con sede en Minnesota, Estados Unidos, una copia del microfilm que allí guardan de la Biblia 31. En la Biblioteca Histórica de la UCM se quedan maravillados y sorprendidos: ¡la copia no está en Roma, sino en Minnesotta!

Desde la Biblioteca Histórica rápidamente se manda un mail a la HMML preguntando: "¿Es posible que tengan ustedes una copia de una de nuestras biblias, la 31, casi destruida en la guerra civil?. La respuesta llega horas más tarde: "I can confirm that we have microfilms of your Bibles, mss 31 and 32". "Era algo increíble -recuerda Marta Torres- no solo tenían copia de la Biblia 31, con lo que podíamos recuperar todo el contenido que no se pudo salvar tras los trabajos de restauración de lo que quedó de la obra tras la guerra, sino que también tenían una copia de la Biblia 32, totalmente destruida".

Aún hoy no está muy claro cómo esas copias en microfilm de las dos biblias complutenses pudieron llegar a la HMML. Parece que posiblemente en 1914 los benedictinos de San Girolamo de Roma encargaron hacer unas fotografías de estas dos biblias ya que estaban trabajando en la edición de un Viejo Testamento, y que posteriormente esas copias se trasladaron a la Abadía benedictina de Beuron, en Alemania, y que allí fueron refotografiadas en rollos de 35 mm. Lo que no se sabe es que cómo esos rollos llegaron a España, ya que curiosamente la HMML afirma, según sus archivos, que los microfilmes se los enviaron a finales de los años 70 del pasado siglo desde Madrid, en concreto desde el Servicio Nacional de Microfilmación de España. Y lo que aún es más curioso, la copia de la Biblia 32 apareció sin que nadie la pidiera expresamente, ya que estaba en el mismo rollo de microfilm que en el que estaba la Biblia 31, al final y sin siquiera etiquetar.

El caso es que dentro de pocos días, según indica la directora Marta Torres, las copias digitales que se han hecho de los microfilmes -para ello una estudiante de la HMML, Mary Baumgard, pasó todo el verano pasado fotografiando uno a uno los fotogramas de los microfilmes- estarán a disposición de todos los investigadores en el servidor de la BUC, en la Biblioteca Digital Dioscorides.

La casa de Protesilao

A la profesora Elisa Ruiz se la ve incluso emocionada cuando escucha a Marta Torres contar el relato de la aparición de las copias de las dos biblias, y aún más cuando abre con mimo los restos de las páginas casi milagrosamente recuperadas de la Biblia 31. Sueña, dice, con que las más de 400 obras descritas en ese documento contable con el que lleva trabajando dos años -sí se han localizado 300 incunables y 24 manuscritos, de las 799 obras sobre las que se aportan datos en el documento-, y de cuyo destino actual nada se sabe, aparezcan algún día, aunque sea casi por arte de magia, como ha ocurrido con estas dos biblias. Pero eso, como ella dice, no está en sus manos. Sí lo está entregar el trabajo que ha llevado a cabo junto a Elena Carvajal, para que se edite. Lo hará en un par de días, afirma, mientras sigue ojeando los restos de la Biblia 31. "Es una maravilla. Hasta hay anotaciones en árabe... Y ahora la podemos consultar en su totalidad. Y qué bonita es esta signatura, es preciosa".

El trabajo que han llevado a cabo Elisa Ruiz y Marta Carvajal, y que también se convertirá en una exposición que acogerá la Biblioteca Histórica, llevará un curioso título: "La casa de Protesilao. Reconstrucción arqueológica del fondo cisneriano de la Biblioteca Histórica Valdecilla. 1496-1509". Obviamente, la primera parte del título merece una explicación. La profesora Ruiz cuenta como Cisneros reclutó en su empresa a los mejores catedráticos del país. Entre ellos estaba Hernán Núñez de Toledo, conocido como el Comendador griego. En uno de los libros de su biblioteca personal, Hernán Núñez al acabar de leerlo escribió: "Acabado de leer en la casi acabada Academia Complutense, la Casa de Protesilao". Al escribir esas líneas Hernán Núñez se refería a una leyenda griega referida a Protesilao, héroe griego de la Iliada que fue a luchar a Troya dejando inacabada su magnífica casa. "no tan grande como el palacio del rey, pero sí más agradable y cómoda, de mejor gusto su arquitectura...". "La Academia de San Ildefonso, que es esa Academia Complutense a la que se refería Hernán Núñez, era como aquella casa de Protesilao", concluye la profesora Elisa Ruiz con enorme satisfacción.

Los once códices perdidos en la Guerra Civil

Marta Torres, la directora de la Biblioteca Histórica Marqués de Valdecilla, lleva años trabajando en la elaboración de un listado fidedigno de las obras perdidas en el frente de la Ciudad Universitaria durante la Guerra Civil. Los diferentes estudios que se han hecho vienen a coincidir en que se perdieron aproximadamente 80.000 obras. "Sin embargo -explica la directora- nunca se han documentado realmente las pérdidas. Nosotros estamos trabajando para aportar datos cualitativos, poder decir realmente qué libros se perdieron, recuperar, por decirlo de otra manera, la memoria de los libros perdidos".

La labor, como es fácil de comprender, es ardua, aunque ya está dando resultados. Por ejemplo, según señala Torres, se puede afirmar que fueron destruidos once códices y, además, gracias al trabajo, entre otros, de Manuel Sánchez Mariana, antiguo director de la Biblioteca Histórica, la bibliotecaria Mercedes Cabello y la propia Marta Torres, se sabe exactamente cuáles son: Hay 2 griegos (MSS 24: San Juan Crisóstomo, Comentario al Evangelio de San Mateo. Juan Diácono, Encomium a San Pedro Philoptocon, siglo X; MSS 25: San Juan Crisóstomo, Homilias sobre el Génesis), 1 hebreo (MSS 3: Biblia hebraica) y 8 latinos: (MSS 32: Biblia latina, siglo XI; MSS 43: Beda, Tractatus in Evangelium secundum Lucam, siglo XII; MSS 48: Breviarium Toletanum, siglo XV; MSS 60: Pedro Ciruelo, Quaestiones in Summam D. Thome Aquinatis, siglo XV; MSS 81: [Repertorium iuris utriusque], siglo XV; MSS 85: [Pedro Díez de Olmedilla], Quaestiones, siglo XV; MSS 86: Pedro de Toledo, Opuscula varia iuridica, siglo XV; MSS 100: Regula fratrum minorum (ff. 1-28). Fray Hugo de Dina, Declaratio regule fratrum minorum, siglo XVI.

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