Una atronadora ovación da la bienvenida a Ida Vitale al vetusto Paraninfo de las Facultades de Filosofía y Filología. La poeta uruguaya de 95 años, que hace apenas dos días ha recibido en el Paraninfo de la Universidad de Alcalá el Premio Cervantes de las Letras 2018, no ha querido faltar a la cita con estudiantes y profesores de la Universidad Complutense, que desde hace unos pocos años está incluida en el programa oficial de actos que realizan los ganadores del mayor galardón de las letras en lengua española. El plan es charlar un rato, hablar de letras y de recuerdos, de influencias y de legados. Antes, el rector Carlos Andradas -quien presenta a la poeta como "una joven de 95 años"- ejerce de anfitrión y junto al decano de Filología, Eugenio Luján, la subdirectora general del Libro, la también poeta Olvido García Valdés, la vicerrectora María Nagore y el profesor José Manuel Lucía, muestran a la premiada sus poemas que estudiantes de la Facultad han colgado en el vestíbulo de entrada y la exposición que la Biblioteca ha montado en su honor.
"Castigada" a limpiar los libros
La profesora complutense Esperanza González Parada y el especialista uruguayo Alberto Villanueva tratan de guiar la conversación, situarla en determinados momentos de la vida y obra de Vitale. La primera parada es su infancia, su vida en un hogar pudiente del Montevideo de comienzos del siglo XX en el que las páginas impresas eran como un miembro más de la familia. Recuerda que cada domingo sus padres la "castigaban" a limpiar los libros de la biblioteca de la casa. Ella aprovechaba y, de paso, leía. Su lectura de Guerra y paz con apenas una decena de años de edad la dejó para siempre su gusto por conocer la Historia; la imposibilidad de leer libros escritos en francés o alemán la inoculó su pasión por hablar distintos idiomas.
Gabriela Mistral
La siguiente estación por el recorrido vital de la poeta la sitúa, y con ella a través de sus palabras a los estudiantes, profesores y admiradores que llenan el recinto, a una escuela pública de Montevideo. Allí. gracias a una de sus profesoras, descubrió la poesía y no una cualquiera, sino la de la poeta chilena Gabriela Mistral. Aún recuerda parte de aquellos versos que la cautivaban. "Empezaba: La hora de la tarde... Seguía algo más, y luego decía: Una pierde, angustiada,/en este atardecer el solo pecho / contra el cual estrechaba. Esas ambigüedades me fascinaron". Vitale confiesa que tardó más de un mes en descubrir lo que Gabriela Mistral quería decir en esos versos. Cuando lo logró. también descubrió que "la poesía tiene un misterio y cada uno con un poco de paciencia lo puede resolver".
José Bergamín
Gabriela Mistral no ha sido el único referente de la poesía de Vitale. Por supuesto, está Rubén Darío y también dos poetas uruguayas, Delmira Agustini y María Eugenia Vaz Ferreira, y otro compatriota, Enrique Casaravilla, "que apenas ha transcendido fuera de Uruguay, ni siquiera a Argentina", puntualizó. Como no podía ser de otra manera, los grandes poetas españoles finales del XIX y comienzos del XX también están entre la amalgama de influjos que se reúnen en su obra poética: Juan Ramón, Machado, Cernuda, Lorca... y José Bergamín. El exilio llevó al quizá menos valorado miembro de la Generación del 27 a Uruguay. Allí Bergamín e Ida Vitale se conocieron. "Era un compañero grande, afectuoso, inteligente -recuerda Vitale-. Le gustaba comprar libros y distribuirlos entre los demás, con la tácita obligación de leerlos. claro".
Juan Ramón Jiménez
Además de Bergamín, a Uruguay también llegó Juan Ramón Jiménez. "Juan Ramón para mí era, como decimos allí, el tatadios. Pero cuando le conocí vi que era admirable, pero no era encantador. Bergamín era admirable y encantador", diferenció Vitale, a la vez que contaba como en una conversación con Juan Ramón se atrevió a decirle que en contra de lo que pensaba, Bergamín jamás había hablado mal de él. "Incluso le dije que a Bergamín le debíamos mucho. Al poco tiempo recibí una carta del propio Juan Ramón en la que me prevenía sobre Bergamín".
El futuro de la poesía
Entre anécdotas y recuerdos va transitando la charla. La profesora Esperanza González no quiere cerrar la ocasión sin hablar del futuro de la poesía en tiempos de fugacidad y pantallas luminosas. Vitale une el futuro de la poesía al del libro en su conjunto y, aunque "no soy futuróloga", le augura aún tiempos felices. Señala que muy posiblemente tanto la literatura como la propia poesía cambiarán, algo que ya ha sucedido numerosas veces a lo largo de la historia, "y no sé si esta ocasión será para bien o para mal, pero tengo la esperanza de que siempre habrá recuerdos que la impidan desaparecer", concluyó.