Cuatro fincas diferentes, una de ellas ubicada en Torredonjimeno, en la provincia de Jaén; otra en Osuna, en la provincia de Sevilla; la tercera en Ciudad Real, y la última cerca de Aranjuez, cubriendo las cuencas del Guadiana, el Tajo y el Guadalquivir, tres de las grandes cuencas atlánticas. Y cuatro manejos diferentes del olivar: tradicional, ecológico, integrado y abandono. El objetivo: ver cómo repercuten esos distintos manejos en las propiedades físicas, químicas y biológicas del olivar, analizar cómo varían en las emisiones de CO2 y entender cómo afectan a los procesos erosivos del suelo. Todo para saber qué sistema de manejo del olivar es el más adecuado frente a los cambios que se están produciendo en los patrones climáticos. Esa es la razón de ser del proyecto Adaptación del cultivo del olivar al cambio climático AdapCOliva, que cuenta con el apoyo de la Fundación Biodiversidad del Ministerio de Transición Ecológica, y tiene como investigador principal a Miguel Ángel Casermeiro, profesor titular del Departamento de Química en Ciencias Farmacéuticas y codirector del grupo de investigación Fitosolum.
Miguel Ángel Casermeiro y María Teresa de la Cruz, del Departamento de Ciencias Farmacéuticas, junto a Jesús Palá y José Antonio Molina, del Departamento de Biodiversidad, Biología y Evolución, son los profesores que trabajan en este proyecto. Tres de ellos explican que ese grupo de investigación lleva trabajando en la relación suelo-planta desde que se creó, y que llevan más de una década estudiando también temas de cambio climático.
Es cierto que el grupo complutense tiene más experiencia en ecosistemas naturales, como pastizales, juncales, saladares, matorrales, bosques..., pero llevan años haciendo estudios de adaptación de distintos tipos de ecosistemas frente al cambio climático con un enfoque multidisciplinar, que cuenta con biólogos vegetales, botánicos y edafólogos. Y además colaboran de manera habitual con el Ministerio de Agricultura, que tiene una subdirección propia del olivar y el viñedo, ya que "es un cultivo estratégico a nivel nacional".
En 2018 surgió la oportunidad de presenmtar un proyecto a la convocatoria de ayudas de la Fundación Biodiversidad, en materia de adaptación al cambio climático, en concreto, sobre la adaptación del cultivo del olivar a dicho cambio. Para ello, el equipo de investigadores ha conseguido trabajar en olivares de cuatro zonas diferentes y con cuatro manejos distintos, que les permitirán analizar las propiedades físicas, químicas y biológicas, y dentro de estas últimas, sobre todo la actividad enzimática.
El ciclo de carbono
El trabajo está estudiando las variaciones que se están produciendo, analizadas de forma estacional, con variaciones de precipitación, de temperatura... para tratar de llegar a conclusiones que sirvan para saber cuál es el manejo más adecuado del olivar, ya que "es un cultivo de los más importantes en el clima mediterráneo, y sobre todo para España, que es el principal productor en la Unión Europea y, probablemente, en el mundo".
María Teresa de la Cruz explica que se están detectando, sobre todo en la actividad enzimática, ligeras variaciones en las parcelas que se han elegido con diferente manejo. Una de las ideas del proyecto es relacionar esas variaciones con el ciclo de carbono, "porque efectivamente los suelos de cultivo son grandes emisores de CO2 y el manejo influye muchísimo". Explica la profesora que, por regla general, "los cultivos que tienen una agricultura tradicional tienen perdidas de CO2 mucho más importantes que los ecológicos". Las variaciones, de acuerdo con los datos ya registrados, se están viendo en enzimas del ciclo de carbono, pero también en las del ciclo de nitrógeno y del ciclo del fósforo, y "es muy interesante poder relacionar la actividad enzimática con los patrones de manejo, sobre todo para ralentizar la emisión de CO2 y la pérdida de carbono a la atmósfera".
Además de eso, "hay que pensar que el hecho de que el carbono permanezca el mayor tiempo posible formando parte de las estructuras del suelo, es muy importante frente a la erosión. Es un elemento que permite preparar mejor el suelo frente a los procesos erosivos, y en los olivares esos procesos de arrastre y pérdida de material de suelo son, en ocasiones en los climas mediterráneos, muy acentuados".
La agricultura ecológica
Casermeiro explica que a priori, lo que dice el sentido común, es que "un suelo que se trabaja con un tratamiento ecológico, con un laboreo mínimo, está en mejores condiciones para soportar este tipo de procesos erosivos que en un manejo de olivar con un cultivo tradicional donde se mete maquinaria y que lo hace mucho más susceptible a los procesos erosivos". Pero no sólo es susceptible a esos procesos, y por eso, como resalta de la Cruz, "este trabajo se va a centrar sobre todo en el ciclo de carbono, en pérdida de CO2 a la atmósfera".
La agricultura ecológica, según Palá, tiene una serie de efectos positivos que tienen que ver con "la cobertura vegetal, porque esta fija el suelo, mejora la actividad biológica, aumenta el contenido de carbono en el suelo, y eso se refleja también en que los suelos son más eficientes en el manejo del agua". Señala el investigador que en los escenarios de cambio climático que hablan de una precipitación más irregular, permitirán aconsejar a los agricultores un mejor manejo del agua, ya que habrá menos agua y el olivo va a sufrir, así que "la idea es ver qué sistema de manejo es el más adecuado para mantener la producción gestionando el agua de manera eficiente, y en ese sentido las plantas nos pueden ser de mucha utilidad".
Casermeiro reconoce que en algunas de las parcelas que se están estudiando ya se nota, en los muestreos que se hacen con un día o dos de diferencia, que el suelo está pidiendo agua cuando se usan manejos tradicionales, o que todavía mantienen la humedad gracias a la cobertura vegetal que presentan en los cultivos ecológicos.
De hecho, en este estudio se está viendo que el tipo de manejo es mucho más importante que la localización. Tienen claro los investigadores que "para saber si hay diferencias entre los diferentes manejos en una misma zona haría falta un proyecto de mucha mayor envergadura que este, que es sólo de un año de duración, y que permitiría deducir si los cambios se pueden asociar con el tipo de manejo y con variaciones latitudinales, aunque sean pequeñas, y luego, atendiendo a los resultados, plantear un estudio más en profundidad", que incluso podría incluir otros países de la cuenca mediterránea, donde el olivar es una fuente de ingresos económica muy importante.
María Teresa de la Cruz opina que gran parte de los agricultores ya saben que "hay que tender, más que a la producción, a la calidad, ya que todo lo que sea mejorar la calidad del producto supone un valor añadido y, probablemente, sea un tipo de consumo más sostenible". Añade que la producción a veces obliga a hacer intervenciones que no son tan sostenibles, que además encarecen mucho el producto con fertilizantes y plaguicidas, y hacen que se resienta la calidad.
El proyecto acabará en junio, y para esa fecha está previsto que se hagan unas jornadas de presentación de los resultados, probablemente en el Ministerio de Agricultura. En estos momentos se están elaborando los datos y aunque ya hay algunos indicios, todavía es prematuro sacar conclusiones precisas ya que "el último muestreo se hará en mayo, y a partir de ese momento, tras el procesado de datos, se comenzará a hacer análisis estadísticos para poder evaluar realmente lo que ocurre". Así que en tan sólo unos pocos meses podremos conocer cuál es el manejo más adecuado para el olivar en esos tiempos de cambio climático.