Cuatro entretenidas conferencias han puesto el punto final a la tercera edición del seminario que el Consorcio Musacces -grupo de investigación formado por profesores e investigadores de la UCM, Autónoma y UNED, que trata de acercar el arte a personas con diversidad visual, auditiva o privadas de libertad- ha organizado los últimos tres meses de octubre en la Facultad de Geografía e Historia sobre el arte y los cinco sentidos. Repasados ya la vista, el olfato y el tacto, las dos últimas semanas estaban dedicadas al gusto y al oído. Como en la mayor parte de las charlas de este año, las temáticas elegidas transgredieron los enfoques convencionales abordados en años anteriores: las drogas en la Antigüedad, el vino como arte, la voz como transmisora de emociones y el mérito de un pianista invidente.
Drogas para los dioses
En la sesión dedicada al gusto coincidieron dos profesores complutense, uno de Historia Antigua, Carlos González Wagner, y otro de Química Inorgánica, José Luis Priego. Este último se confiesa enganchado a la enología. González Wagner, a las drogas. No se asusten, lo suyo es teórico y centrado en la Antigüedad. Por si acaso, explica que las "drogas" de entonces nada tienen que ver con las actuales: su uso no era recreativo, "excepto un tanto el vino"; ni eran de diseño ni tenían química. Tampoco se puede decir que fueran drogas de andar por casa; no en vano su misión era procurar la inmortalidad. Por eso, claro, su consumo estaba reservado a las deidades. "No hay que olvidar -explicó el profesor de Geografía e Historia- que los dioses antiguos no eran eternos, sino que eran creados y después alcanzaban la inmortalidad". Como señala González Wagner la inmortalidad la encontraban en diversos "aderezos" que echaban a su comida. "Lo encontramos en diversos mitos sumerios, babilonios, hindúes y griegos".
González Wagner fue repasando varios de esos mitos que recorrieron la Antigüedad y cuya existencia conocemos gracias a textos o su presencia alegórica en muchas obras de arte. La mayor parte, por no decir todas, esas drogas que consumían los dioses y a quienes ellos se lo permitían, según los diversos mitos, no eran otra cosa que diversos hongos y plantas alucinógenas; desde la amanita muscaria, al cannabis indica, sin olvidar el néctar y la ambrosía. González Wagner concluyó su intervención desmontando una creencia muy extendida. Cuando se habla del vino como placer dionisiaco se falta a la verdad o, al menos, se deja de lado que los originales rituales dionisiacos -en referencia a Dionisio, uno de los hijos de Zeus- no estaban relacionados al vino, sino al consumo de sustancias que provocaban "trances y éxtasis".
El arte y la química del vino
José Luis Priego, vicedecano de la Facultad de Ciencias Químicas, se declara amante de la enología. El título que dio a su intervención lo deja bien claro: "Vino: la única obra de arte que se puede beber". Cuenta Priego que este amor le viene de familia y también un tanto por despecho. Su familia era productora de vino de pitarra y eso le aficionó, pero cuando escuchaba eso de que "este vino no tiene nada de química" como un supuesto elogio a su calidad, no lo podía soportar. "Sin química no hay vino", repetía entonces y lo sigue haciendo aún hoy a los matriculados en el curso UCM "Iniciación a la enología", del que ya ha dirigido dos ediciones con gran éxito de público y crítica.
Priego, por tanto, inició su intervención explicando que es una reacción química la que convierte el azúcar de la uva en etanol, evitando que todos bebiésemos mosto en lugar de vino. Recordó que esto es algo que se cree que desde el año 6.000 a.C se lleva haciendo y que, sin duda, fueron los egipcios los que popularizaron su consumo. También explicó que España es el país con más viñedos del mundo, aunque en producción de vino no supera el tercer lugar, y que pese a la creencia popular los españoles ni siquiera figuramos entre los veinte primeros puestos en consumo de vino per capita, clasificación que, por supuesto, encabezan los habitantes del Vaticano. En cuanto a consumo global, España ocupa el octavo puesto.
El profesor complutense no escatimó adjetivos para describir lo que para él, y otros muchos claro está, significa el mundo del vino. Es historia, cultura, agricultura, tradición, innovación, compañía y pasión. Para terminar, y antes de ofrecer una pequeña cata de dos vinos con DO de Madrid, Priego explicó de manera somera que aunque esta charla se ha encajado en la sesión dedicada al gusto, tampoco habría que haberla excluido de la del olfato, y es que antes de saborearlo el vino hay que olerlo. Para ello tenemos en nuestro organismo 347 receptores capaces de captar más de 10.000 olores distintos Con ellos y con los matices de los sabores "juegan" los enólogos, sirviéndose de uvas, suelos, clima, barricas y, por supuesto, mucha química para crear "la única obra de arte que se puede beber".
El poder de la voz
La última sesión trató del oído. Y lo hizo desde los dos lados que participan en la ecuación: el emisor y el receptor; el que habla y el que escucha. Pepa Castro, actriz de doblaje, es emisora, pero no una cualquiera. Su voz está grabada en nuestras cabezas. Y además, muchas veces. Ella es Cersei, una de las protagonistas de Juego de Tronos, pero también Samantha de Sexo en Nueva York e incluso la conejita que juega con Pepa Pigg. También la podemos encontrar en anuncios, videojuegos... Y lo mejor es que no siempre es igual; es más, nunca es igual. Pepa, según ella misma explica, ante todo es actriz y cada personaje e incluso cada situación, demandan un registro diferente de su voz. La voz transmite estados de ánimo, formas de ser, sentimientos, deseos... El público asistente a esta última sesión de "El arte para todos a través de los cinco sentidos" lo pudo deleitar.
Pepa Castro explicó que la profesión de actriz de doblaje tiene mucho de técnica pero que ante todo pesa la vocación. "Hay que tener pasión por la interpretación, lo demás se puede aprender después", sentenció. Entre esas cosas que hay que aprender está la vocalización -"algo que cada vez la gente peor hace"- la sincronización -"aunque ahora el técnico coge la grabación y la encaja donde quiere"- o la respiración -"hay que soltar aire cuando se habla; las cuerdas vocales necesitan vibrar"-. Estos aprendizajes nunca están de más porque, como recordó, todos necesitamos nuestra voz; la necesitamos para trabajar y para comunicarnos en nuestro día a día, pero es que además "nuestra voz dice mucho de nosotros".
Un piano para comunicar
La responsabilidad de cerrar el ciclo de conferencias de este año recayó en Iulian Ionut. Titulado en Musicología en la Facultad de Geografía e Historia, Iulian es también un fantástico pianista, a quien su ceguera no consigue frenar y que pese a los innegables problemas -"no queremos decirlo, pero están ahí, y cada día los tenemos que superar"- ha conseguido acceder a los estudios superiores de un instrumento que comenzó a tocar con apenas cuatro años. Iulian, quien en sus años en la Facultad contribuyó a crear la emisora Do Fa Radio, nació en Rumanía. Allí comenzó a recibir clases de piano. A los diez años se trasladó con su familia a España, y aquí trató de continuar su formación. Al principio el nivel se le quedaba bajo; a los profesores les costaba entender no solo que podía, sino que él necesitaba algo más. Fue entonces cuando conoció a una "maravillosa" profesora que le empezó a meter caña y que "hasta consiguió que por primera vez en mi vida tuviese que estudiar piano en casa". Iulian fue avanzando en su formación, entró en estudios elementales, luego en enseñanzas profesionales y ahora en la superior. Pero nada ha sido fácil. "Yo para interpretar un repertorio primero lo tengo que leer en braille y luego memorizar", explica, a la vez que recuerda con una sonrisa que en un día consiguió que sus profesores de conservatorio superior le eximieran de cursar la asignatura "lectura a primera vista".
Tras repasar su trayectoria, Ilulian concluyó su intervención, y con ello el seminario, interpretando dos piezas de Federico García Lorca en el piano del salón de actos de Geografía e Historia. Tras la ovación llega el momento para los organizadores de repensar si es posible una cuarta edición o si con esta transgresora propuesta tan alejada de lo ofrecido en "El Museo del Prado a través de los cinco sentidos", con el que se abrió hace ahora dos años el ciclo, ya se ha llegado a un "sentido" final.