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Biblioteca de la Universidad Complutense de Madrid

Sábado, 21 de diciembre de 2024

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Nuestras recomendaciones

25 ENE 2011 a las 12:56 CET

Para jugar, el videojuego Red Dead Redemption: Undead Nightmare.

Para leer, el libro El gen egoísta, de Richard Dawkins.

Para ver en el teatro, la obra Con derecho a fantasma.

Red Dead Redemption: Undead Nightmare

por Jorge Gutiérrez Alonso

Todos los que hemos jugado a Red Dead Redemption nos quedamos un poco chafados con el final. Por suerte, los desarrolladores han pensado en nosotros y nos han ofrecido esta expansión que se sitúa en el tiempo cuando el protagonista John Marston llega a casa con su mujer y su hijo. En una noche un tanto siniestra aparece en el rancho un muerto viviente y muerde a la mujer, convirtiéndola a su vez en zombi. Esta muerde al niño y más de lo mismo. La primera misión de Marston será atar a los dos y dejarlos encerrados para luego irse en busca de una cura para la enfermedad de sus parientes. Al comenzar a cabalgar te darás cuenta de que el mundo ha cambiado. Ahora es mucho más oscuro y el 90 por ciento de los seres humanos con los que te cruces serán zombies. También te tropezarás con animales no muertos que podrás cazar e incluso caballos zombies que podrás domar para montar sobre ellos. Tienen la ventaja de que no se cansan nunca, pero también la desventaja de que son difíciles de cabalgar porque tienen tendencia a desviarse del camino. Lo ideal es hacerte con algún animal mítico, como Guerra, un caballo rodeado de llamas que además te servirá para destruir a tus enemigos. Ahora tu misión principal será limpiar el mundo de muertos vivientes y tus misiones secundarias serán innumerables, desde proteger pueblos hasta limpiar cementerios de cadáveres viciosos. Y todo eso sin tiendas de ningún tipo, lo que hace más divertido todavía el juego.

El gen egoísta

por Andrés Torrejón

Salvat ha decido reeditar, con muy buen criterio, algunas de las grandes obras de divulgación científica de todos los tiempos. Y como era de esperar el primer número de la colección es uno de los grandes pelotazos: El gen egoísta, de Richard Dawkins. El libro se presenta tal como se publicó en la última revisión del autor, es decir, con todas las notas (incluso aquellas en las que el autor se contradice a sí mismo) y con el añadido de dos capítulos que enriquecen todavía más el contenido del libro. Lo primero que sorprende al leer el libro es lo familiarizados que estamos hoy en día con términos que en su día (1976) pudieron sonar totalmente a chino y ser comprensibles solo para expertos en biología. Hoy en día, quien más quien menos, tiene alguna noción de lo que es un gen (aunque Dawkins retuerza el término hasta convertirlo en algo muy personal) y de lo que es, por ejemplo, el dilema del prisionero. Y lo segundo que sorprende es lo actual del libro y lo mucho que se han implantado ideas como la de los memes. Para quien no sepa lo que es, lo explico facilito. Una persona puede dejar sus genes (su herencia genética) o sus memes (su herencia cultural). Y si tiene poca suerte ni unos ni otros.

Con derecho a fantasma

por la Escuela de Espectadores

Con El arte de la comedia, montaje que eligió el Teatro de La Abadía para celebrar su decimoquinto aniversario, muchos de nosotros descubrimos a Eduardo De Filippo: un monstruo del teatro que fue actor, dramaturgo y director. Sus obras son una maravilla de construcción teatral donde los enredos y equívocos dan lugar a una sucesión de situaciones de lo más ingeniosas y divertidas. Pero bajo esta aparente ligereza late la frustración, las necesidades extremas de la posguerra, el cambio en las costumbres y la ruptura de las relaciones familiares que conlleva la modernidad. El teatro María Guerrero ha despedido el año con la obra del dramaturgo italiano Con derecho a fantasma bajo la dirección de Oriol Broggi. Con derecho a fantasma quizás no logre alcanzar la altura de El arte de la comedia: el texto ha envejecido peor, producto de un costumbrismo más acusado, pero sigue siendo una obra claramente filippiana donde el enredo y el crescendo en la comicidad de las situaciones nos vuelven a deleitar. El montaje de Broggi es digno pero mejorable. En su debe: mala definición y falta de vitalidad de algún personaje como el de la esposa y el amante, y caída de ritmo en algunos momentos; en su haber: la interpretación de Manuel Dueso en el papel del portero y algunas escenas muy logradas como la llegada de Armida, la mujer del amante, con sus dos hijos. Tras ver nuestro segundo De Filippo nos queda la sensación de que cualquier obra suya es un regalo, tanto para los actores y directores como para nosotros, los espectadores, quienes aprovechamos estás líneas para expresar nuestra gratitud a Eduardo.

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