Fue un mañana para el recuerdo y llena de recuerdos. Estos los pusieron las decenas de amigos, de compañeros, de discípulos, de admiradores, de herederos, del "gran Miguel, el mejor, el número 1", como le llamó su hermano Estanislao, que se reunieron para disputar un "meeting" de atletismo en la remozada pista de ceniza de la Ciudad Universitaria, en la que desde hace 40 años no se celebraba ninguna competición. Pero para el recuerdo, sin duda, queda la escultura de Miguel de la Quadra-Salcedo, que desde este 19 de mayo preside la entrada a la pista de atletismo de la Ciudad Universitaria, la misma que a comienzos de los 50 el gran Miguel y muchos otros atletas llenaron de vida. La obra es de Víctor Ochoa y su coste ha sido asumido por crowdfunding por más de 350 personas e instituciones, a iniciativa de la Asociación Española de Estadísticos del Atletismo y de la Universidad Complutense.
Lo vivido este 19 de mayo fue en realidad un doble homenaje. El primero a la enorme figura y legado de un pionero en muchas cosas: en el atletismo, que le llevó a disputar unos Juegos Olímpicos; en el periodismo, en el que mostró como se narran las guerras; en la educación, a la que contribuyó creando la inolvidable Ruta Quetzal... Por donde pasó Miguel de la Quadra Salcedo siempre dejó su huella impresa. También en la Complutense, en la que pasó muchos momentos de su juventud, estudiando y entrenando. La pista de ceniza de la Ciudad Universitaria, situada en las instalaciones deportivas de la Zona Sur, fue durante años como una segunda casa para él, y para los que como él trataban de traer a un país cerrado en sí mismo nuevos aires y costumbres. Ellos lo focalizaron en el deporte. Cuentan que la gente les miraba por la calle cuando les veían con esos atuendos que muchos confundían con ropa interior. Para esa pista de atletismo en la que se reunían fue el segundo gran homenaje del día. Se la cubrió de nueva arena, se la pintaron las líneas de cal que separan sus calles, se la volvió a instalar una plataforma de lanzamientos... se la volvió a llenar de vida.
Hacía muchos años, 40 según dijeron los organizadores, que nadie competía en este viejo trazado de 300 metros de cuerda, desprovisto de tartán, pero lleno de magia. Un centenar de atletas se dieron el gustazo de volver a hacerlo en las pruebas de 100, 300 y 1.000 metros que se organizaron. También en lanzamiento de peso, donde Estanislao, el hermano del "gran Miguel", con el que compartía hasta una similar fisonomía, quiso rendirle homenaje.
Fueron muchos los deportistas de aquellos tiempos pasados sin los que se explicarían los actuales, los que no quisieron perderse la jornada. También estaba allí el profesor Antonio Alcoba, periodista de época, reportero gráfico primero y plumilla después, el primer defensor de una tesis doctoral sobre periodismo deportivo en nuestro país. De su mano fuimos repasando la nómina de atletas: Bernardino Lombao, "atleta, entrenador y amigo de Miguel"; Ignacio Sola, "fue record olímpico en salto con pértiga en México 68", Paco López, "también atleta y después entrenador"; Sagrario Aguado, "algo más joven, excelente saltadora de altura"; Martin Sieber, "de origen alemán, un mediofondista muy bueno", Martínez, "no recuerdo el nombre pero sí que fue segundo en los Juegos Atléticos Iberoamericanos que se celebraron en Vallehermoso a finales de los 60"...
El profesor Alcoba no estuvo, por supuesto, en la inauguración de la pista de Ciudad Universitaria allá por 1932, cuando se disputó en ella el Campeonato de Castilla femenino, pero sí en el 67 cuando se celebró en ella un inolvidable encuentro de atletismo entre España y la República Federal de Alemania. "Se llenó hasta la bandera, las gradas, que años más tarde por desgracia se decidieron quitar, estaban repletas. Los alemanes trajeron a todas sus estrellas, y recuerdo que los españoles solo pudieron ganar una prueba, creo que una de fondo", recuerda Alcoba, quien guarda las fotografías de aquella jornada, como quiere también hacer de esta. Para eso se ha vuelto a colgar su cámara del cuello.
La mañana va pasando y tras las carreras llega otro de los momentos más emotivos. La organización sitúa en la pista a representantes de todas las generaciones vivas del atletismo español, para que la recorran pasándose un relevo. El recorrido lo abre Jaime López Amor, campeón de España de 100 m. a comienzos de los 60; le sigue Blanca Miret, una de las grandes, campeona en longitud, 110 vallas y 100 metros lisos; la tercera posta es para Jorge González Amo, a quien se sigue considerando el recordman español de 1.500 m en pista de ceniza; la cuarta es Aurora Pérez, una "maquina" del mediofondo y después del fondo en los años 80; la sigue Alexandra Aguilar, maratoniana olímpica en Pekín, Londres y Río, que quiere que su hija Ariadna corra junto a ella aunque sea montada en su carrito, y en último lugar, quizá el último gran mediofondista español, Arturo Casado, campeón de Europa de 1.500 m. en 2010.
La mañana acaba como empezó: recordando al gran Miguel. Junto a Estanislao, su hermano; están los dos hijos de Miguel, Rodrigo y Sol. Ella va vestida de azul, exactamente el mismo tono que Víctor Ochoa y su ayudante Eva P. Cano, han dado a la esfera en la que se ubica el inconfundible rostro de Miguel. El escultor explica que ese azul corresponde al color con el que De la Quadra veía el universo, y que los colores que inundan la escultura de su rostro no son otra cosa que la unión de los muchos colores que acompañaron a su amigo Miguel durante su vida, los verdes de la selva, los amarillos del desierto, los rojos de la pasión... Para retirar la tela que cubre la obra y dejarla para siempre a la vista de todos, se han citado el rector Andradas, la vicerrectora de Extensión Universitaria, Cultura y Deportes, María Nagore; el presidente de la Asociación Española de Estadísticos del Atletismo, Javier Etayo, además de sus familiares ya citados. "Bien hecho, Miguel. Ya estás en tu pista", grita emocionado un veterano periodista con lágrimas en los ojos. El rector Carlos Andradas está seguro de que el polifacético ejemplo de Miguel de la Quadra-Salcedo, su vital costumbre de emprender caminos desconocidos y arriesgados, será de utilidad y referente a los universitarios de hoy y de mañana. Ya lo fue para los que compartieron con él andanzas o siguieron sus pasos.