El 21 de marzo, la Facultad de Filología ha celebrado el Día de la Poesía. Exposiciones, homenajes, reivindicaciones y recitales han compuesto un completo programa que ha contado con un protagonista de excepción, el escritor Antonio Gamoneda. En torno a su trabajo se desarrolló la actividad de los Susurrantes (estudiantes de la Universidad Carlos III que susurran poemas o relatos al oído); de la exposición Amé todas las pérdidas, con parte de los fondos documentales de la Universidad Complutense, manuscritos y acuarelas de Cristina Sanz inspiradas en la obra del poeta, y por último, con la presencia del propio Gamoneda, en un encuentro moderado por Sergio Santiago Romero y Cristina Sanz Ruiz, que contó con interludios musicales de Jorge Núñez Collel y con la lectura de poemas del autor por parte del actor Daniel Migueláñez.
Sergio Santiago, coordinador de este Día de la Poesía que dirige José Manuel Lucía Megías, vicedecano de Biblioteca, Cultura y Relaciones Institucionales, asegura que la Facultad de Filología se ha puesto hoy sus mejores galas para recibir a Antonio Gamoneda, que es "todo lo que se puede ser en la poesía, ha recibido todos los galardones más importantes, como el Cervantes, premio Nacional de Literatura... Así que no podía suceder que en un día como este en el que celebramos la llegada de la primavera y el Día Mundial de la Poesía no contásemos con él".
Una vez sentados en el paraninfo de la Facultad Cristina Sanz preguntó al poeta: "¿Quién es Antonio Gamoneda?". Con bastante humor, el homenajeado contestó: "Hay bastantes probabilidades, no todas, de que sea yo mismo, porque en un espacio académico como este no puedo tener total seguridad".
La pobreza
Al igual que hizo en el discurso que leyó cuando le entregaron el premio Cervantes, Gamoneda habló de la pobreza. Recordó que su padre murió joven y su madre, viuda, se trasladó de Oviedo a León. Era el año 1934 y allí se encontraban durante la guerra civil española, y mientras que en Asturias vivían en una zona privilegiada de la clase media, esa guerra les condenó a la pobreza, a esa pobreza que "supone una carencia no sólo de alimentación, sino que te marca para toda tu vida".
A pesar de eso, Gamoneda intenta ver un lado bueno a esa pobreza, y es el hecho de que en 1936, con las escuelas públicas cerradas, sus ganas de aprender a leer, le llevaron a hacerlo con en el único libro que había en su casa, donde descubrió "simultáneamente los signos de la escritura y la riqueza de la poesía".
Con el tiempo, se dio cuenta de que gente mucho más importante que él, había creado desde la pobreza y empezó a intuir que "existe una cultura de la pobreza, aunque los críticos y los historiadores no la hayan estudiado mucho. Y de esa cultura existe una poesía hecha desde la pobreza, que no es un mérito, pero sí algo que distingue a unos cuantos". Eso sí Gamoneda aspira a ser el último de esos que escriben desde la pobreza.
La censura
Dando un salto a unas cuantas décadas después, a los años sesenta del pasado siglo, llegamos a su segundo poemario, Actos, que el censor obligó a retocar, provocando la decisión de no publicar nada hasta los años ochenta cuando apareció con el título Blues castellano. Explica Gamoneda que "la censura, con independencia de los juicios de valor, consistía en despreciar la escritura, y contra eso no tendría nada que decir, porque hubo censores como Camilo José Cela, y seguro que sabrían algo".
Tiene claro el poeta que en el franquismo se podía escribir desde la resistencia, o desde la solidaridad con el régimen, pero ninguna de esas dos opciones le pareció a Gamoneda "suficientemente relevante". De ese modo, optó por "lo natural", que consistió en "no escribir hasta poder hacerlo con unas mínimas libertades, aunque fuesen unas libertades formales".
La fama
Como recordó Sergio Santiago, en 2006, con el Premio Cervantes el nombre del poeta llega al gran público y se encuentra con el estrellato. Gamoneda explica que para él, "los premios son objeto de gratitud y hasta de vanidad, pero la recomendación es que tengamos un poco de cuidado porque la condición de premiado se orienta inmediatamente a modificar tu vida". De repente Gamoneda "tenía que ser mucho más extrovertido, mucho más sociable, con viajes y pérdidas de tiempo, así que los premios tienen también su parte lamentable porque todos tus proyectos y tu manera de entender la vida pueden quedar modificados si esos premios tienen proyección mediática".
Más allá de la ayuda económica "que permite salir de la pobreza, y de la vanidad", hay otro aspecto lamentable de los permios, "que es la envidia, que es inevitable y hay que aceptar".
El sentido de la poesía
Tras leer un poema de Canción errónea, responde a la difícil pregunta de qué es la poesía. Considera que "seguramente, incluso aunque no se lo hayan preguntado, todos los poetas que en el mundo han sido han tratado de contestar a esa pregunta, ya que una contestación inamovible y definitiva no existe". O al menos él se resiste "a la resolución virtual, de que la poesía es un misterio, eso no sirve porque es una forma hiperbólica de decir que no conocemos algo".
"Quizá la aproximación más inquietantemente cerca, que no definición, puede estar en la que dio Juan de Yepes, cuando habló de un no saber sabiendo", continúa Gamoneda. Él mismo entiende que con aquellas palabras lo que quería decir es que "el pensamiento poético no es un pensamiento previsto, que la poesía está dentro del autor de manera subyacente, así que es un pensamiento impensado, o insensato quizás, que se manifiesta a partir de un impulso rítmico. Ahí es cuando se incorporan los valores de significación y se genera la palabra que manifiesta la poesía".
Las generaciones
Gamoneda siempre es muy crítico con el concepto de generaciones, aunque reconoce que "algunas sí que existen, pero no hay datos generacionales como para encontrar una de mediados de siglo 1950, con independencia de que aquellos que se incorporaron en ella puedan ser magníficos poetas".
De sus coetáneos valora Gamoneda "la existencia de Claudio Rodríguez y de José Ángel Valente". Reconoce que "rn términos de pensamiento vago, no de ese pensamiento impensado", tiene mayor cercanía con Valente. Con esos dos autores se puede solidarizar y entender que le unen analogías, y "con ninguno más de la llamada generación del 50".
Añade que no tiene conocimiento suficiente de los poetas posteriores, pero entre esas generaciones que se podrían inventar estarían "los novísimos, entre los que hay poetas ciertamente con talla que se significaron y les reunieron porque apuntaban contenidos culturales, o culturalitas, pero todos han emigrado ya de esa condición novísima, lo cual probablemente les ha hecho más poetas".
El frío y las pérdidas
Después de leer otro poema de su libro Cecilia, habló del frío, un elemente recurrente en su poesía. Explica esa referencia a que "dentro de la existencia de la vida humana, la generación de alguna actividad biológica y de pensamiento, emoción y sensibilidad, produce una alta temperatura para la vida que tiene su culminación en la madurez de las personas".
Cuando la vida individual empieza a perder esa temperatura, "con una biografía menos cargada de hechos reales y de capacidad de placer y sufrimiento incluso, menos capacidad para la recepción de datos sensibles que están en el exterior del individuo, entonces parece que todo ello es identificable con un descenso de temperatura existencial". Por lo tanto, el frío, "es testimonio de la realidad expresable de una vida que está en declinación y perdiendo sus temperaturas anteriores".
Otra de sus recurrencias son las pérdidas, que además van asociadas a un verbo muy contrario, el verbo amar. Gamoneda opina que habría que dar por real que su escritura y sus pronunciamientos poéticos se suelen producir a partir de una situación contradictoria. Una situación que "no llega a ser una dialéctica de tesis y antítesis, pero sí se da esta contradicción".
"Amar esas pérdidas es amar lo que no está, lo que no es ya", y en esa aparente incoherencia se mueve su escritura poética, con la aspiración de que "haya tantos significados finales como lectores". Cree Gamoneda que "esa es una de las riquezas de la poesía, porque la subjetivación del lector es individual, cada palabra no está leída con las mismas gafas semánticas, así que la interpretación válida es múltiple, vale la mía, pero también la de cualquiera que me lea".
Para terminar, eligió leer otro poema de Canción errónea que pudiera ser un punto "razonablemente bueno" para entrar en el conocimiento de su poesía.
Más allá de Gamoneda
Aparte de la presencia física y poética de Antonio Gamoneda en este Día de la Poesía también se han hecho homenajes a Miguel Hernández y a Vicente Aleixandre. En torno a este último incluso se ha hecho un acto reivindicativo para que su casa, Velintonia, no caiga en el olvido y que sea de nuevo la Casa de la Poesía.
Además ha habido un encuentro con cinco poetas colombianas que han hablado sobre escribir poesía en Colombia con voz femenina, en concreto han sido Yirama Castaño Güiza, Eliana Díaz Muñoz, Irina Henríquez, Beatriz Vanegas Athías y Lena Leza.
En el vestíbulo de la Facultad se ha montado también un mercadillo de libros solidarios; la exposición Nulla vita sine aqua, comisariada por Juan Pedro Pérez Pardo ha servido para celebrar el Día Mundial del Agua y ha mostrado la relación entre la poesía y el agua, con poemas en todos los idiomas que se imparten en la Facultad, y la muestra La poesía como conciencia. Un año de la revista Temblor.
El colectivo La batidora de imágenes ha colaborado además con la exposición fotográfica El silencio, que se puede visitar hasta el 14 de abril en la Biblioteca María Zambrano.