"Soy Pablo Pineda. Dícese de una persona nacida en Málaga el 8 de agosto de 1974. El pequeño de cuatro hermanos. Nacido por accidente con Síndrome de Down (SD). Vitalista al máximo; me encanta vivir. Una persona disfrutona; lo disfruto todo al máximo. Optimista; siempre lo he sido y siempre lo voy a ser. Todo tiene solución y por eso nunca me agobio o me quejo. Eso sí, soy muy sensible, un niñero total y me encantan los animales. También soy una persona sociable, agradable y parlanchina". A su autodescripción, hay que añadir que Pablo Pineda fue el primer europeo con Síndrome de Down en obtener una titulación universitaria -es diplomado en Magisterio por la Universidad de Málaga- y que desde hace años, además de no dejar de trabajar, recorre España y otros muchos lugares del mundo, de la mano de la Fundación Adecco, tratando, como él mismo dice, de convencer a familiares y a chavales con sus mismas "capacidades diferentes" que "¡sí se puede!". Este 28 de febrero ha estado en la Facultad de Educación de la UCM compartiendo sus experiencias, vivencias y reflexiones con decenas de estudiantes de la Facultad, entre los que estaban los 15 participantes en el programa Stunin para personas con diversidad intelectual.
La charla de Pablo Pineda a los estudiantes se desarrolla en formato entrevista. Marc Ponce, de la Fundación Adecco, y Pilar Hernández, de El pupitre de Pilu, van preguntando al invitado sobre su vida. Además de contar cómo fue su "feliz" infancia, sus años escolares y de instituto y su "soledad acompañada" en la que vivió su paso por la universidad, Pineda va dejando decenas de reflexiones. La primera es sobre la diferencia entre usar el verbo ser o el verbo tener. "Ser es un verbo muy grande. Te pone un sello. Es una piedra que te cae encima y ya no te la quitas. Tener, en cambio, es una característica. La tienes y ya está. Yo tengo Síndrome de Down, no soy Down. El lenguaje configura el pensamiento", afirma.
Pineda agradece quien hoy es a su familia, que siempre "confió en mí, me dio autoestima, no me sobreprotegieron nunca y siempre me exigieron. A mis 43 años, mis hermanos me siguen dando una caña que no veas". Y también se lo agradece a sus maestros. Recuerda a don Higinio, su profesor de lo que hoy sería el segundo ciclo de educación primaria, que pese a tener más de 60 años y no haber tenido en su clase jamás a un alumno con SD se desvivió para que Pablo aprendiese lo mismo que el resto de sus compañeros. Y, sobre todo, jamás olvidará a Miguel López Melero, catedrático de Ciencias de la Educación de la Universidad de Málaga, a quien conoció cuando tenía 11 años y le acompañó durante décadas como una especie de mentor. El profesor López Melero fue quien le explicó qué era eso de tener SD. "No me enteré de nada, pero como soy muy directo le pregunté: ¿Miguel, soy tonto? No, no lo eres, me contestó. ¿Puedo seguir estudiando aquí? Por supuesto. ¿Y después de aquí podré seguir estudiando? Por supuesto, me dijo también. Con esas respuestas yo ya fue feliz".
El mensaje de Pablo Pineda es contundente: "Sí, se puede". Sólo pone un condicionante: "Con educación. La educación para todo es fundamental. Sin educación no sabemos dónde ir ni que hacer. Tenemos que formarnos, estudiar y demostrar a la sociedad que podemos valer tanto o más que los demás". Pablo fue a la universidad y, por primera vez, se sintió diferente. "Por primera vez me di cuenta lo que significaba tener Síndrome de Down". Se sintió apartado, en cierto modo ninguneado. Recuerda aquellos años como de "soledad acompañada". Tenía compañeros, pero no amigos; en cuanto salía del aula se quedaba solo. "A los que estáis escuchándome ahora, que sois universitarios, os pido que hagáis por entender que las personas con otras capacidades -no con discapacidad, que a ver si la ONU cambia ya la palabra-, tienen el mismo derecho que vosotros a estar donde estáis vosotros. Que la diversidad es lo mejor que puede haber. Abriros, escucharlos, incluirlos en vuestro grupo. No dejarlos solos como a mí me hicieron en la universidad. Dar el primer paso. Tampoco hace falta mucho, basta con un hola, ¿cómo estás?"
Pablo va recorriendo en su intervención otros aspectos de su vida. Se considera un afortunado porque nunca le ha faltado el trabajo. "Puedo afirmar que el trabajo me vino a mí a buscar", en referencia a la llamada que recibió nada más diplomarse por parte del Ayuntamiento de Málaga para que trabajara en el área de asuntos sociales. También habla de su paso por el cine, que le valió la Concha de Plata al mejor actor en 2009 por su papel en Yo también, que protagonizó junto a Lola Dueñas.
Para acabar la visita, Pablo responde a las preguntas de los estudiantes. Se maravilla por "el nivel de las preguntas" y no duda en mojarse en las respuestas. Aboga porque no se hagan adaptaciones curriculares, sino metodológicas. Pide a los políticos que se dejen de "frentismos" y, al menos, en el tema de la educación se pongan de acuerdo y escuchen a todas las partes, a los profesores, a los pedagogos, a los alumnos y también a las personas con capacidades diversas. La última palabra la toma una señora del público, es madre de un niño con SD y preside una asociación llamada UNICAP, Uniendo Capacidades. Pide que no se "segregue" a los niños en los colegios y se los mande a centros de educación especial. "No vamos a permitir que no haya inclusión", concluye. Pablo intenta intervenir, pero se le saltan las lágrimas.