Isabel Gutiérrez acude cada día, junto a Xirto, su perro guía, al Edificio Multiusos del campus de Moncloa, donde trabaja en los Servicios Centrales de la Biblioteca de la Universidad Complutense. Llegar, a veces, le resulta peligroso. A ella y, sobre todo, a Xirto. Botellas rotas, colillas encendidas y cualquier tipo de objeto punzante convierten la vía pública en poco menos que un campo de minas para Xirto. Él va descalzo; un cristal clavado en las almohadillas de sus patas le producen lesiones que tardan en cicatrizar y le dejan sin posibilidad de acompañar a Isabel durante días, sino semanas.
Por fortuna, como dice Isabel, por ahora Xirto ha tenido suerte y su instinto y la ayuda en ocasiones de personas que les advierten lo que se van a encontrar ha evitado males mayores. Pero no siempre pasa así. Según cuenta Antonia Durán, coordinadora de la Oficina para la Inclusión de Personas con Diversidad (OIPD), es relativamente frecuente que los perros que acompañan a estudiantes con ceguera total, alrededor de 20 en toda la UCM, sufran algún corte o quemadura. "A nosotras nos comenzaron a alertar de este problema ya hace unos dos años varios estudiantes de Ciencias de la Información que acuden a clase con sus perros guía. Después de un botellón en los jardines de la Facultad raro era que no se hiriera alguno de sus perros".
La Universidad Complutense, a través de la Unidad de Apoyo a la Diversidad e Inclusión, ha organizado este 13 de febrero, junto a la estación del Metro de Ciudad Universitaria, una campaña de concienciación sobre este problema. "Buscamos -señala el delegado del rector para esta Unidad, Esteban Sánchez-, que nuestros estudiantes, que ya están muy comprometidos con la diversidad funcional, lo estén aún más. Esto ocurre mucho después de, por ejemplo, el botellón, pero no es solo el botellón, es una cuestión más general". Para la Complutense el problema es importante, porque aproximadamente el 5 por ciento de los perros guías que hay en Madrid ayudan a personas vinculadas con la UCM, ya sean estudiantes o trabajadores. "Las heridas además de mucho dolor a los perros, les propician un tiempo de convalecencia muy largo, lo que se convierte en un problema muy serio para sus dueños y sus dueñas en la vida cotidiana; los estudiantes no pueden venir a clase con normalidad, se ven debilitados en sus actividades cotidianas...", reflexiona Esteban Sánchez.
Tanto para Isabel Gutiérrez como para Aína Fernández, estudiante de Fisioterapia que acude cada día a clase acompañada por su perro Jarama, solucionar este problema pasa por algo tan sencillo pero quizá tan complicado como conseguir "que la gente piense en las consecuencias de sus actos". "Algunos -comenta Isabel- creen que no pasa nada por dejar unas botellas sin recoger, que ya vendrá alguien a limpiar todo. Pero las consecuencias pueden ser muy graves. Para nosotras nuestros perros guías son importantísimos: nos dan seguridad, autonomía personal, calidad de vida... Algunos no se dan cuenta de esto", concluye Isabel, quien desde los Servicios Centrales de la Biblioteca ya ha promovido otras campañas como la que pide a los estudiantes que no subrayen los libros de las bibliotecas o escriban ellos, ya que eso impide que los lectores automáticos que utilizan los invidentes no funcionen bien. "Son pequeñas cosas que para nosotras tienen consecuencias".