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Viernes, 8 de noviembre de 2024

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Crítica de cine. Wonder Wheel, de Woody Allen

Texto: Jaime Fernández, - 21 DIC 2017 a las 11:35 CET

Ginny y Humpty forman un matrimonio bastante desgastado de los años 50. Los dos trabajan en la feria de Coney Island en oficios monótonos y sin futuro. Su vida sufre un vuelco cuando aparecen por allí la hija del primer matrimonio de Humpty y un salvavidas playero con sueños de escritor.

 

Woody Allen es una máquina de hacer y escribir filmes. Muchos de ellos no son más que repeticiones de un mismo tema que a veces tienen gracia, a veces son planos y a veces son grandes películas. Wonder Wheel se enmarca dentro de esa última categoría, y lo hace porque los temas favoritos del director, como el psicoanálisis, el humor sobre los judíos o el metalenguaje sobre la propia creación aquí ocupan sólo unas líneas del guión, y lo hacen a través del personaje que interpreta Justin Timberlake, un salvavidas que vive y actúa como un artista estereotipado por el propio Woody Allen. De hecho, incluso hay una escena en la que habla con un sosias del director, en la que es una escena que habría interpretado él mismo hace no demasiados años. Por tanto, todos esos temas recurrentes se resumen en pocos momentos del filme, y la histora que escribe aquí es más parecida a la que podríamos leer en una novela de Richard Yates, a saber, la de una mujer que ve cómo su vida pasa por delante en esa América que se supone que es el país de las oportunidades, pero que realmente es un infierno para los que tienen sueños que jamás podrán cumplir.

 

En este caso concreto, Woody Allen se aparta un poco como director y deja gran parte del trabajo a Vittorio Storaro, que le hace una fotografía absolutamente deliciosa. De hecho, se luce todo lo posible y utiliza la luz a su antojo para crear unos ambientes que están entre imposibles, fantasmagóricos e inquietantes. Y sin necesidad de decorados estridentes, simplemente con luces que se mueven a un ritmo que no tiene nada que ver con la realidad, pero que realzan esa playa, ese parque de atracciones y, sobre todo, a esa protagonista.

 

Y es que Wonder Wheel tampoco es una película coral al uso de Woody Allen, sino que es un filme estructurado en torno a un único eje, el de Ginny, una magnífica Kate Winslet, que hace uno de los grandes papeles de su vida. Ella es la que mueve los hilos de toda la historia, la que relaciona a los otros personajes, la que propicia el drama, el amor, el deseo,el alcoholismo, la sobriedad, la pasión... Incluso es la que mueve los hilos de esa fotografía mágica y lumisosa de Storaro.

 

Entre los demás actores está un Jim Belushi casi irreconocible detrás de esa capa de abandono y de persona capaz de ser violento en su hogar y al mismo tiempo un auténtico calzonazos. Un personaje difícil con muchos matices del que sale muy bien. Juno Temple y Justin Timberlake forman esa pareja joven tan típica del cine de Woody Allen, que están llenos de riqueza intelectual, o al menos de sueños incumplidos, unos personajes tragicómicos que siempre funcionan bien.

 

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