¿Para qué sirve el museo? ¿Todo lo que hay en el museo es arte? ¿O dicho de otra manera: dónde están los límites del arte? El Consorcio Musacces -organizador estos dos últimos años de ciclos como "El Museo del Prado a través de los cincos sentidos" o "Los cinco sentidos en la diversidad de las artes"- ha celebrado del 28 al 30 de noviembre en la Facultad de Geografía e Historia un congreso internacional para tratar de dar respuesta a estas y a otras muchas preguntas. Como explica Alejandra Alonso, junto a Víctor Rabasco, coordinadores de estas jornadas, "lo que hemos buscado es un debate o intercambio de opiniones sobre el concepto del museo y del arte que hay actualmente; es decir, las transgresiones que se han ido realizando en los últimos siglos han generado un cuestionamiento sobre conceptos que en principio eran inamovibles y que ahora hacen que cada vez más la sociedad se pregunte para qué sirve el museo o qué es lo que hay dentro de él; y desde los museos nos preguntemos qué quiere la sociedad y qué podemos hacer nosotros para la sociedad".
Para ver qué se atisba tras esas preguntas -para las que, como adelantaban los organizadores de este Congreso Internacional "Los límites del arte en el museo" en el propio programa, "todavía no tenemos respuestas"-, nos reunimos pocos días después de su celebración con la propia Alejandra Alonso, personal investigador en formación en el recién unificado Departamento de Historia del Arte de la Facultad de Geografía e Historia, y el profesor del mismo y secretario científico del Consorcio Musacces, Ángel Pazos-López. Musacces es un consorcio de grupos de investigación en el que participan jóvenes, en su mayoría, profesores y titulados de las universidades Complutense, Autónoma y Uned. El objetivo de Musacces -y para ello está financiado por el Fondo Social Europeo y la Comunidad de Madrid- es mejorar la accesibilidad al patrimonio de los museos, en especial del Museo del Prado, "mediante discursos museográficos integradores y aplicaciones tecnológicas para facilitar la interacción entre el museo y colectivos con necesidades específicas: invidentes, personas sordas y reclusos".
- ¿Todo tiene cabida en un museo?
- Alejandra Alonso: En el congreso se han recogido muchas reflexiones sobre esto; unas en forma de ponencia, a cargo de especialistas, y otras, como comunicaciones, con la perspectiva más a pie de calle que aportan los investigadores más jóvenes. ¿Entra todo? ¿Todo puede entrar? Lo que hemos visto es que la pluralidad es muchísimo más rica. Los videojuegos, por ejemplo, pueden entrar en el museo; las artes lumínicas pueden entrar en el museo... En la conferencia de clausura, la historiadora del arte Mieke Bal, de la Universidad de Armsterdam, hablaba de interdisciplinariedad no sólo en el aspecto formal del arte, sino también en el formato cronológico: mezclar distintos artes producidos en distintas etapas y que tenga sentido. Cuando nosotros hablábamos de los límites del arte al museo no nos limitábamos solamente al objeto artístico, sino también al objeto de comisariado, que es ese realmente el diálogo que se establece entre el museo y el público.
- Ángel Pazos-López: La propuesta que se les hizo a Alejandra y a Víctor Rabasco desde la coordinación de Musacces era celebrar este congreso para reflexionar sobre las fronteras que tiene el concepto de arte dentro del museo y sobre si esas fronteras son fijas o inamovibles. Las conclusiones que se pueden sacar del congreso son precisamente que no existen esos límites; no hay límites del arte en los museos, que los límites los trazan los propios discursos de los museos. Lo que da discurso a la exposición no tiene límites, solo los que el comisario o el creador de la exposición le quiera dar. Entre esos discursos, cada vez hay más museos innovadores que impulsan la participación del público, la interacción mediante fundamentos de expresión política, de expresión del activismo social, de los problemas que tienen distintas áreas geográficas... Hay museos que se adaptan para recibir y atraer a las personas con discapacidad... ¿Museos para todos?, ¿museos de elite?. Hay muchos debates. Otro es el las nuevas tecnologías para el museo; si es la nueva tecnología para el museo o es el museo el que se hace esclavo de las nuevas tecnologías, con las redes sociales o la innovación digital. Ves un cuadro y al lado hay una tablet con un interactivo, haciendo una ruptura de la sacralidad del objeto artístico...
- ¿Todo vale, entonces?
- A. A.: Todo vale si está justificado. Por eso es tan importante la labor del comisario, que es la persona clave para que el mensaje se transmita correctamente. Todo puede ser arte si se justifica. El arte es una experiencia. Cuando la experiencia consigue alcanzar un grado de intelectualidad, un grado de atracción de los sentidos, de profundidad en cuanto a sociedad, en cuanto a un momento, en cuanto a una expresión o una manifestación de la sociedad, entonces sí que vale.
Á. P-L: Hasta hace poco el museo contaba historias y el comisario de la exposición contaba la historia que él quería contar, pero nadie se preguntaba si esa historia era interesante para alguien o si a alguien le importaba un bledo esa historia expositiva con obras. Cada vez más, los estudios de público están reaccionando a cuál es la sensación que tiene el espectador cuando entra en los museos y cómo esa sensación se tiene que trasladar a crear exposiciones. El comisario no crea ya solo lo que le da la gana como un artista intelectual que hace esa propuesta, y si no te gusta es que no la entiendes. Hoy la sociedad te demanda, te dice: "oiga que este museo está sostenido con fondos públicos y, por tanto, esa exposición me tiene que representar a mí". Hay que hacer exposiciones inclusivas o exposiciones destinadas a que la gente conozca las cosas, no solo a los grandes intelectuales, sino a todos. Un poco el límite es buscar cómo lograr hacer eso.
- ¿Y las nuevas tecnologías, qué son: una amenaza que aleja a la gente del museo, o un aliado, que ayuda a encontrar a la gente de otra manera?
- A. A.: Que las herramientas tecnológicas se conviertan en una amenaza o que se conviertan en un compañero, depende del uso que se haga. El culpable de un asesinato no es el arma empleada. Las nuevas tecnologías solo pueden suponer una amenaza a quienes no son capaces de ver las posibilidades que pueden dar las nuevas tecnologías dentro del museo. Las nuevas tecnologías lo que hacen siempre es añadir y, por eso, necesitamos profesionales que se dediquen a ello. Por ejemplo, en el congreso han participado personas del Laboratorio de Investigación de los Museos, presentando propuestas de vitrinas tecnológicas, suelos tecnológicos... Es decir, se trata de repensar no solo la tecnología como medio transmisor de un mensaje, sino como apoyo para todas las etapas de la exposición y la exhibición del arte.
Á.P-L: Pero hay que tener claro que la tecnología tiene que ayudar, no tiene que ser la exposición esclava de la tecnología. Hay que aprovecharla cuando aporta cosas nuevas. Por ejemplo, si estas viendo una exposición de pintura barroca o flamenca, es fantástico incorporar auriculares para escuchar la música que se oía cuando se pintaba ese cuadro. La experiencia del espectador mejora muchísimo.
- ¿Y ver niños jugando con los móviles de sus padres por las salas con juegos de realidad aumentada, estilo Pokemon Go?
- A. A: A mí me parece estupendo. Con un solo niño que atraiga al museo merece la pena. Casi todo lo que se haga para ello merece la pena.
- ¿Qué hay situar por delante, el arte o el museo?
- Á. P-L: Sin duda, las obras de arte. El museo cuenta historias, nos narra cuentos, pero el objeto es el arte.
- A. A.: Yo quiero discrepar. Delante tienen que estar las personas. De nada sirve arte o museo sin público. El arte siempre tiene una función y el museo también, pero con respecto a la sociedad. Nunca debemos olvidar que el objetivo es trasmitir el mensaje del arte a la sociedad. Nunca podemos olvidar que la historia que cuentan los museos no es en abstracto, no es para la posteridad, sino para que se identifique con la sociedad en cada etapa. Esa sociedad tiene que conseguir identificarse con lo albergado en ese museo. La sociedad también transmite al arte y al museo, porque es la que reactualiza el mensaje del arte. Por ejemplo, las Guerrilla girls, que se quejan tanto de que no hay mujeres pintoras en los museos y se preguntan: ¿tengo que estar desnuda para estar en un museo?; han tomado una imagen de la Odalisca, de Ingres, que ahora ya no significa lo que significó cuando se creó. Ahora tiene un doble significado gracias a un colectivo actual de ahora. Lo importante al final es la experiencia, es la visita. No es solo el acceso a la obra de arte, sino que significan esas obras de arte puestas juntas.
Á. P-L: No nos llevamos la contraria, porque es verdad: detrás del arte y de los museos están las personas. Una obra de arte no es esto, no es algo objetivo, no es una ecuación matemática, es lo que un pintor quiso mostrar, que nunca sabremos lo que era exactamente. El aura de la obra de arte se reactualiza y permanece siempre en dos esferas. Por un lado, la intencionalidad o significado que tenía esa obra en el momento que fue producida; y por otro lado el significado que ha ido adquiriendo o los significados en cada uno de los momentos de la historia posterior en los que alguien ve esa obra de arte y siente algo.
- Por lo tanto, podemos concluir que la finalidad última del museo es evocar sentimientos.
- Los dos: ¡Siempre!
- Á. P-L: Y el museo evoca los sentimientos de forma consciente o inconsciente. Incluso los investigadores cuando vemos una obra, una exposición, decimos: "¡qué bonito!, me despierta algo, no sé qué es pero...
- A. A: O ¡qué horror! Cuando visité la exposición de El Prado sobre Francis Bacon, que dialogaba con la obras de Velázquez, con el retrato de Inocencio X, salí de allí horripilada, ¡qué horror!, ¡qué tensión!, ¡qué angustia!... El artista y el museo lo habían conseguido
-Á. P-L: Al final lo que quedan son las emociones que nos despiertan las obras.
- Luego, el límite está en lo que seamos capaces de sentir.
- Los dos: ¡Claro!