Mi nombre es Aída Cordero, trabajo desde hace más años de los que puedo recordar en la Universidad Complutense, como cámara, editora de vídeo y fotógrafa. Aparte de eso soy cinéfila y melómana, y llevo varios años haciendo fotos de directo musical para diferentes blogs especializados. Todos los años acudo a documentar fotográficamente el festival DCODE para la Universidad, pero en esta séptima edición me he atrevido (y me han permitido) dar el paso como (humilde) cronista festivalera. Aquí os dejo mis impresiones del autodenominado "último gran festival del verano", celebrado este 9 de septiembre en las instalaciones deportivas de Cantarranas, junto a la Facultad de Ciencias de la Información.
La séptima edición del festival DCODE comenzaba esta vez a una temprana hora. En su esfuerzo por hacer un festival para toda la familia programaron el primer concierto a las 11.45 de la mañana. Hora intempestiva para la tradición festivalera , pero el público asistente mostraba tanto entusiasmo como si fuera la hora de máxima afluencia. Uno de ellos me contaba cómo su hija, de tres años, tenía sus bandas favoritas, entre ellas, los barceloneses Holy Bouncer, que inauguraban el festival con su rock psicodélico, en el Escenario 3.
Miss Caffeina e Iván Ferreiro, que saldaba la polémica creada a raíz de la ubicación de su actuación a esa hora del día con un "estoy encantado de tocar a esta hora", eran los encargados de completar la primera tanda musical de la jornada, que se tomaba un descanso a la hora de comer, para reponer fuerzas.
La ganadora del concurso BDCODER (una iniciativa para dar a conocer a artistas y bandas emergentes), Marem Ladson, abrió la segunda parte de la jornada e inauguró uno de los escenarios principales, el 2. A partir de ese momento la sucesión ininterrumpida de oferta musical nos mantuvo, como nómadas, recorriendo el recinto sin cesar.
Los franceses La femme sorprendían con su mezcla a de psicodelia, rock, krautrock, pop, surf rock... un coctel difícil de etiquetar, pero repletos de energía. Milky Chance y Carlos Sadness, que me cautivó con una versión de 'Groenlandia', de los míticos Los Zombies (uno de los grupos que surgieron en los 80, durante la famosa ^Movida´), se intercalaban en los escenarios principales mientras yo paseaba entre el público, que empezaba a ser cada vez mayor (de hecho, el festival había anunciado la venta de todos su abonos, ni más ni menos que 25.000).
No puedo negar mi amor por Oasis ni mi escasa esperanza de que el concierto de Liam Gallagher saliera bien, le había visto con su anterior grupo, Beady Eye, y reconozco que su voz no era la de antes (suponemos que el paso del tiempo no es baladí), pero empezar encadenando tres canciones de Oasis captó inmediatamente mi atención. Y así hasta que 'Wonderwall' sirvió de broche de lujo para cerrar su actuación.
Seattle es una ciudad conocida por ser cuna de grupos que han marcado, musicalmente, a generaciones que hoy rondamos los 40 años (entre ellos, Nirvana o Pearl Jam). Pero no solo hay grunge en Seattle, también hay rock del bueno, y Band of Horses son un ejemplo de ellos. Contundencia y explosividad que derivaron en intensidad final, al entonar su famoso tema 'The Funeral'.
Este último tema funcionó a la perfección como fundido encadenado para lo que nos esperaba con Interpol, los neoyorkinos habían anunciado la interpretación íntegra de su primer disco, Turn on the bright lights (2002). Su sonido, hipnótico y oscuro, consiguió seducirme, puesto que nunca les había escuchado con calma y jamás les había visto en directo.
Los galeses Franz Ferdinand, viejos amigos del festival (ya habían tocado hacía 4 años), derrocharon potencia e ímpetu (sirvan de ejemplo los múltiples saltos que Alex Kapranos, vocalista de la formación, nos regaló a los fotógrafos) y sus éxitos (´Take me out´, Úlysses' o ´No you girls´) sonaron contundentes.
Me dio mucha rabia tener que perderme a Exquirla, el proyecto de El niño de Elche (cantaor) y Toundra (post rock instrumental), herederos de la mejor tradición del legendario disco de Lagartija Nick y Enrique Morente, Omega, pero tocaban a la misma hora que Franz Ferdinand y tuve que elegir. Tendré que esperar a otra ocasión.
Cuando finalizó Franz Ferdinand quedó claro que ellos eran los cabeza de cartel (y, por tanto, reclamo fundamental del festival) porque se produjo una evasión masiva de público que se tradujo en un gran desahogo para pasearnos por el recinto de manera cómoda, disfrutando de los últimos conciertos.
El Escenario 3 se convirtió en una gran sala de fiestas con el mejor sonido disco cuando Varry Brava salieron a escena. Su estética glam, sus colores, sus ritmos desenfrenados y su simpatía consiguieron meter al público en el bolsillo, y no era una tarea fácil puesto que en el escenario principal estaban pinchando los barceloneses Yall (conocidos por su éxito ¨Hundred miles´). Y, finalmente, el colofón lo pusieron los madrileños Elyella Djs, unos habituales de la noche madrileña.
Ya le he dado la vuelta al reloj de arena, esperando con ansia la octava edición del DCODE.