Un año más, y ya van trece, el Museo del Prado es la sede de uno de los Cursos de Verano de la Complutense. En esta ocasión bajo el título El arte español fuera de España se analizará cómo nos ven fuera de nuestras fronteras a través de la pintura, un camino que comenzó a raíz de la Guerra de Independencia (1808-1814), cuando las fronteras españolas se hicieron permeables, por primera vez en nuestra historia moderna, y comenzaron a visitarnos extranjeros. Como recordó Francisco Calvo Serraller, en la conferencia inaugural, primero fueron los cerca de un millón de soldados de los ejércitos francés y británico que se asentaron en nuestro país, y a raíz de ahí todo aquel que quería conocer un país por donde la revolución industrial todavía no había pasado. Calvo Serraller considera que en ese momento histórico nacieron muchos de los estereotipos que todavía siguen existiendo sobre España (flamenco, toros, fiesta), pero no sólo por la perspectiva europea, sino además por una asimilación de esos tópicos desde nuestra propia pintura a modo de márketing. En cierta manera, considera el catedrático complutense, "así comenzó el turismo en nuestro país".
Esa España atrasada industrial, cultural y políticamente, se convirtió en "el espejo contrario de lo que ofrecía la Europa Ilustrada". Y eso produjo fascinación a los visitantes, en gran parte porque coincidió con el nacimiento del romanticismo, que exaltó a España como un "paraíso capaz incluso de derrotar a Napoleón". Francisco Calvo Serraller recuerda que tras la Guerra de Independencia se publicaron cientos de relatos escritos por franceses e ingleses que habían participado en la contienda, que más allá de hablar de los aspectos bélicos lo hacían sobre la parte más pintoresca de nuestro país.
Considera el conferenciante que desde ese momento se puede decir que ya "se creó un culto al eslogan Spain is different", que sería la cuna del "turismo actual apoyado en la creación de una serie de estereotipos".
El Grand Tour que realizaban fundamentalmente los británicos después de sus estudios para conocer mundo cambió su recorrido y comenzó a incluir a España, "por su carácter desconocido y por lo oriental que había aquí, por la huella dejado por los árabes en neustro país".
Entre esos visitantes cultos, el Museo del Prado tuvo un gran impacto, porque pudieron descubrir la pintura española que prácticamente nunca, con algunas excepciones, habia salido de nuestro país. Considera Calvo Serraller que aquel descubrimento está incluso detrás de "todas las vanguardias europeas del XIX y de parte del XX".
El conferenciante completó su charla con la proyección de diferentes cuadros que apoyan su tesis. El primero de ellos fue El castillo de Alcalá de Guadaira, de David Roberts, un escocés que se encuentra entre los visitantes tempranos a nuestro país. Su cuadro es "muy exagerado, muy teatral, como el ideal romántico de un paisaje". Lo interesante de esta pintura no es el cuadro en sí, sino cómo los españoles vamos a replicar esa visión de nuestro país para ofrecer aquello que espera el visitante. En este caso, el estilo es imitado por Genaro Pérez de Villaamil en Vista del castillo de Gaucín (Málaga).
El británico John Frederick Lewis también empieza a pintar tipos y costumbres españolas con un cierto todo orientalista y pintoresco, que pronto será replicado por Joaquín Domínguez Bécquer, padre de Gustavo Adolfo Bécquer, y uno de los destacados pintores de la escuela costumbrista andaluza. Ahí aparecen los toreros, los picadores, espacios un tanto grandilocuentes y las mujeres que admiran a esos personajes.
De ese modo, España "acepta la imagen estereotipada que nos dan los extranjeros y la hacemos nuestra". Entre ellas las de los bandoleros y contrabandistas retratados por muchos autores franceses, pero no tanto con la inspiración crítica que demostró Goya al pintarlos, sino con una visión romántica de esos personajes. Explicó Calvo Serraller que el turista incluso podía contratar que le asaltaran falsos bandoleros para luego poder decorar su viaje por España como hizo, al parecer, Alexandre Dumas.
Añade el conferenciante que prácticamente todo lo que se celebra hoy en día (el Rocío, la Semana Santa, la Feria de Abril...) tuvo su origen en el siglo XIX, como reacción turística a los deseos de los extranjeros.
Entre los difusores de nuestro arte destacan Henri Alexandre Georges Regnault, Gustave Courbet y, especialmente, Manet, "que hizo profesión de fe de la escuela española, incluso antes de venir a España". A partir de este autor, "la difusión del arte español se ve siempre desde su perspectiva, ya que él fue quien destacó que la pintura española se fundamenta en El Greco, en Veláquez que había mirado a El Greco, y en Goya, que había mirado a los otros dos".
Manet fue, según Calvo Serraller, quien consiguió que España adquiriese un "carácter internacional, siempre asociado a la pintura".
Otro personaje fundamental en la creación de estereotipos españoles fue Prosper Merimée, que vistió España durante cinco decenios y en 1848 publicó Carmen, que unos treinta años más tarde Bizet convertiría en ópera y daría lugar a una larga serie de pinturas de Carmencita y de folclore flamenco.
De ahí saldrían cuadros tan espectaculares como El jaleo, de John Singer Sargent, "con un aire muy contemporáneo y con un verismo muy actual", que serían replicados a su manera por Darío de Regoyos y por Anglada Camarasa, ya a principios del siglo XX.
Finalmente, el arte español llegó a colecciones de todo el mundo, ya fuese por ventas, por regalos o por expolios, algo que Calvo Serraller considera que "no sólo fue una pérdida, sino también una conquista".