La fotografía se publicó el 10 de diciembre de 1958 en el diario Arriba y poco tiempo después en la revista universitaria La hora. Su autor, un joven fotógrafo que apenas se iniciaba en el mundo del periodismo, estuvo durante semanas visitando la escultura "Los portadores de la antorcha", que hacía entonces apenas tres años que se había instalado en el centro de la Ciudad Universitaria. Allí estuvo mañanas, mediodías y atardeceres. Apasionado del deporte, el novel reportero gráfico buscaba dar vida a aquel conjunto artístico, quería, aunque solo fuera durante ese instante que él pretendía inmortalizar, que aquella antorcha, el elemento olímpico por excelencia, se encendiera. Día tras día buscó el contraluz soñado, hasta que lo logró. "En la Ciudad Universitaria está el monumento conocido con el nombre de La antorcha. El fotógrafo ha obtenido un gran efecto. El sol, al despedirse, da la sensación de encender la antorcha", se leía en el pie de foto de la imagen publicada en la sección de "Huecograbado" de la edición de aquel día de Arriba
La historia no acaba ahí. Años más tarde, en 1964, el fotógrafo pasó una temporada en Estados Unidos como integrante de la delegación española en la Feria Mundial de Nueva York celebrada aquel año. Una de las múltiples iniciativas del Pabellón español fue homenajear a los Huntington, Archer Milton Huntington, un multimillonario amante de todo lo español, fundador de la Hispanic Society of America, y a su esposa, Anne Hyatt Huntington, célebre escultora y autora de "Los portadores de la antorcha", conjunto del que hizo varias versiones muy similares y que simbolizaba la transmisión del conocimiento de generación en generación. Venciendo su timidez, durante la recepción que ofrecieron los Huntington en su espectacular residencia construida con materiales no inflamables en Connecticut, el ya un poco menos joven fotógrafo se acercó a la escultora y la habló de aquella fotografía tomada seis años antes de su obra instalada en Madrid. Anne Hyatt le pidió ver la imagen y a través de un conocido común, el profesor José García Mazas, en apenas unos días se la hizo llegar enmarcada y dedicada. "El 9 de agosto recibí una atenta carta de la señora Huntington en la que me agradecía el envío de la fotografía, especificando que aquella puesta de sol permitía al estar en el centro de la antorcha, la ilusión de que ésta efectivamente estaba encendida. En su carta me decía que la colocaría en el living-room de su residencia. Un honor para mí, aquel reconocimiento de tan gran artista".
Aquel fotógrafo que iluminó la antorcha, años después estudió en la incipiente Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense, se licenció, doctoró y ejerció de profesor. Hoy, jubilado que no inactivo, gusta de pasar de vez en cuando por las inmediaciones de "La antorcha", como él siempre ha llamado a la obra de Huntington. La ha visto pintada, vallada y sin vallar, con antorcha y sin ella, pero nunca jamás la ha vuelto a ver encendida. De vez en cuando también visita a algún que otro antiguo alumno suyo. Charla, habla de deporte, se pone un poco al día del devenir de su universidad y, de paso, cuenta alguna "batalla" de esas que a quien las escucha le hace sentir afortunado de haber tenido un profesor así. Gracias, Antonio. Gracias, profesor Alcoba. La antorcha ya vuelve a estar iluminada. "Por cierto -concluye el profesor Alcoba- la fotografía está tomada un mediodía, no en la puesta de sol como todos, incluida Anne Huntington, creyeron".
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