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Sábado, 21 de diciembre de 2024

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Eduardo Mendoza, el premio Cervantes que no quería ser escritor

El sábado 22 de abril el Paraninfo de San Bernardo se llenó para escuchar al último Premio Cervantes, Eduardo Mendoza. Durante casi dos horas, el escritor conversó con José Manuel Lucía Megías y Cristina Sanz Ruiz, dentro de las actividades de la VII Semana Complutense de las Letras.

Eduardo Mendoza se mostró tranquilo y contento, sobre todo "porque ya ha pasado lo del Cervantes". Sus palabras, al igual que su literatura, tienen siempre un punto de ironía pero también de realidad. Aseguró el escritor que recibir el Premio Cervantes es "una experiencia maravillosa", pero que no se la desea a nadie, "porque se pasa muy mal de la ilusión que hace".


Añadió: "hay que estar a una altura que creo que no es la mía, sinceramente, así que tuve que sacar lo mejor de mí mismo". Bromeó que se hizo un chaqué para quedar bien porque siempre ha sido muy partidario de "cuidar la forma porque así se nota menos el fondo".


El único alivio ha sido recibir el premio "al final de la carrera", porque si lo hubiese recibido antes le habría "hundido". Algo que afirma que ya le ocurrió cuando le dieron el premio de la Crítica por La verdad sobre el caso Savolta. Recordó Mendoza cómo le rechazaron muchas veces el libro y cómo, cuando finalmente la publicó Seix Barral, comenzó a crecer en número de lectores, "ayudado por las circunstancias del momento en que salió".


Aquel premio le pilló tan por sorpresa como el Cervantes, porque "alguien que ha escrito Sin noticias de Gurb no espera que se lo den nunca".


El Quijote

El discurso, o "más bien la lección magistral" que impartió en la entrega del Cervantes, fue, como es obligatorio para todos los ganadores, sobre el Quijote, uno de sus libros de cabecera. De todos modos, reconoce que escribió el discurso con bastante modestia, porque considera que todo lo que él tenga que decir "será una vulgaridad, ya lo habrá dicho otro, o habrá quien diga todo lo contrario".


Explicó Mendoza que en su curso preuniversitario tuvo que leer y comentar durante todo un año el Quijote, así que le ayudó a aprender a leer en su adolescencia, sobre todo porque descubrió las ediciones anotadas "que abren caminos nuevos y crean unas aventuras apasionantes".


Cristina Sanz Ruiz, experta en Mendoza, informó de que ella, en 4º de la ESO tuvo como lectura obligatoria El misterio de la cripta embrujada. Mendoza está encantado de que así se mantengan sus lectores y también de haber creado vocaciones en la escritura porque hay muchos jóvenes que dicen "si esto es un libro, yo también lo puedo hacer".


Con algo más de seriedad, añadió que los estudiantes no deberían leer sus libros en la escuela, porque "dan una idea de la literatura demasiado fácil y demasiado asequible, mientras que en el centro de formación hay que dar comida con más proteínas de las que hay en estos libros".


Escribir, pero no escritor
Mendoza confesó que siempre quiso escribir, "pero nunca ser un escritor", pero se encontró siéndolo porque se lo dijo Hacienda, y "uno es lo que la declaración de la renta dice que es".


Reconoce que no le gusta ser ese "personaje fantoche" y que lo que quiere es sentarse en su mesa y seguir escribiendo, algo que le gusta hacer "desde que era un bebé".


Su método de trabajo es lento, pero con eso no quiere decir que se entretenga haciendo filigranas, sino que reescribe y reescribe para simplificar.


Como lector

Algo similar le ocurre a la hora de leer, ya que se ha vuelto más exigente y por eso lo que más le gusta es releer, especialmente los historiadores grecorromanos, "que aunque suene pedante es un refugio espiritual".


Además de eso, relee a Tolstoi, Dickens, Balzac y la Biblia. Y a ser posible leer en otros idiomas como francés e inglés. Mendoza es bilingüe en catalán y castellano, pero le gusta leer en esos otros dos idiomas "porque hay que hacer un esfuerzo adicional que te hace ser consciente del tejido literario".


En contra de lo que le ocurre a casi todos los amantes de los libros, Mendoza asegura que no tiene muchos libros en su casa, sólo aquellos por los que tiene más aprecio y que relee una y otra vez. El resto de libros los lee y luego los deja por la calle para que se lo lleva otra persona, o lo tira si son demasiado malos. Y lo hace porque no tiene "tanto espacio inmobiliario". Considera que es más barato volver a comprarse el libro dentro de 10 años si se lo quiere volver a leer que vivir en un piso de 500 metros cuadrados. Además reconoce que es un gran usuario de las bibliotecas que le han encantado "toda la vida".

Más allá de la experimentación
A pesar de ser bilingüe, a la hora de escribir narrativa elige el castellano, porque "la lengua literaria es artificiosa y llena de registros" que domina en esa lengua.


Entre sus maestros estuvo Juan Benet, que junto a otros "modernizaron y pusieron al día un castellano que se resentía del peso del XIX, a la sombra de Pérez Galdós". Renovaron el lenguaje de forma revolucionaria, pero según Mendoza luego se quiso recuperar una literatura sin tanta experimentación y ahí surgió su propia obra.


Obra heredera, en parte, de su formación en Derecho, carrera que estudió porque "hacía falta un título universitario para encontrar trabajo y los chicos que no querían hacer nada se matriculaban ahí, mientras que las chicas iban a Filosofía y Letras".


Ironizó Mendoza sobrr que aquella fue una formación importante, "filosófica de algún modo, porque organiza la vida y los actos de los hombres de manera muy estructurada". En el Derecho, todo está previsto y muy bien puesto en su lugar "porque no es lo mismo comprar un piso que matar a un vecino".


Añade el escritor que aprendió mucho de esas largas frase que tenían que "empezar siempre con un gerundio, como considerando". Sus estudios y sus idiomas le llevaron a trabajar en una empresa muy antigua que había sido importante en la industria catalana y allí encontró documentos que le sirvieron para su primera novela.


Tras hablar de su novela La ciudad de los prodigios, que también fue publicada en un oportuno momento, reconoció que aborrece "la novela histórica" porque le parece "basura literaria". Afirma que, por el contrario, le interesa mucho más la pequeña historia, la que hace que seamos lo que somos.


Un libro para no ser leído

Sin noticias de Gurb, uno de sus libros más vendidos surgió como un relato de una página durante todos los días de un mes de agosto, "porque existe la creencia de que en ese mes la gente se vuelve tonta y no puede leer cosas más interesantes".


Cuando se terminó la publicación en el periódico, Mendoza pensó que la obra ya no tendría más recorrido, pero a pesar de eso el editor decidió publicarla en forma de libro. En el único por el que no ha cobrado anticipo, porque le parecía "que no se iba a vender y era poco honrado cobrar a los editores".


Obsesionados con el éxito

Mendoza considera que la novela "se encuentra viva, muy viva", porque hay una estupenda generación que busca "una nueva forma de contar la realidad". Uno de los problemas que existen con estos jóvenes es que hay muchos que "están obsesionados con el éxito", pero a cambio de eso "hay un público lector numeroso que permite que los escritores vivan de la literatura".


Otro mal que existe en la actualidad, según Mendoza, son las escuelas de escritura, "que higienizan un poco lo que es la literatura". De todos modos, y a manera de colofón el escritor reconoció que "no hay nada que sea irreversible".

 

Ver vídeo del encuentro (Departamento de Estudios e Imagen Corporativa)

Carlos Andradas, Eduardo Mendoza, Cristina Sanz Ruiz y José Manuel Lucía MegíasEl discurso de Eduardo Mendoza está impregnado de ironía y de realidad a un mismo tiempoEl Paraninfo de San Bernardo se llenó para escuchar al último Premio CervantesEl Paraninfo de San Bernado ha acogido una conversación entre José Manuel Lucía Megías, Eduardo Mendoza y la experta Cristina Sanz RuizA lo largo del encuentro dos actores del ITEM (Instituto del Teatro de Madrid) leyeron fragmentos de algunas de las obras más emblemáticas de Eduardo Mendoza El encuentro con Eduardo Mendoza forma parte de las actividades de la VII Semana Complutense de las Letras
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