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Biblioteca de la Universidad Complutense de Madrid

Domingo, 22 de diciembre de 2024

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La Escuela Complutense Latinoamericana celebra su décimo cumpleaños

La Escuela Complutense Latinoamericana ha cumplido en este 2016 sus primeros diez años de vida. "Es un proyecto que si no hubiéramos inventado ya, habría que inventarlo ahora mismo", coincidieron en señalar tanto el rector Carlos Andradas como la vicerrectora de Relaciones Internacionales, Isabel Durán, en el acto conmemorativo de este primer decenio de la Escuela celebrado ayer por la tarde en el Museo de América. El rector aprovechó la ocasión para asegurar la continuidad de la Escuela, aunque con las evoluciones y mejoras necesarias. "Hay que ver cómo podemos hacerla aún mejor", consideró a la vez que recordó algunas de las cosas que se llevó de su primera visita a una edición de la Escuela, allá por 2010 en la Universidad de Guadalajara (México): "Aprendí a mirar las cosas con otros ojos, contemplé lo que es el ansia por aprender y sentí lo que es el amor por la Complutense, algo que también se puede sentir aquí, pero que se manifiesta de forma más aguda cuando uno está fuera". Y es que como señaló el rector y, como ya antes lo habían hecho muchos de lo que precedieron en la palabra, los responsables del éxito de la Escuela durante sus diez años de vida han sido esos: las ganas de enseñar, el ansia por aprender y el orgullo de sentirse complutense.

 

Educación vitalicia

En el acto intervinieron desde quienes pusieron en marcha el proyecto hasta los que hoy lo mantienen vivo, además de representantes de los profesores que los imparten y de los estudiantes que los reciben. El primero en hacerlo fue "el padre de la criatura", el vicerrector de Relaciones Internacionales y Cooperación al Desarrollo en aquellos momentos, el profesor Rafael Hernández Tristán. Confesó que buena parte de la idea hay que atribuírsela al escritor mexicano Carlos Fuentes, quien en su autobiografía dedica un capítulo a la universidad, ya que a su juicio estas "son más necesarias que nunca, ya que las sociedades actuales demandan educación vitalicia". Este último concepto fue el que cautivó a Hernández Tristán, quien encontró en la Escuela el formato perfecto para implementar esa necesidad de formación continua que tiene la sociedad. Lo vinculó a la segunda gran pata de su Vicerrectorado, la cooperación, y que mejor que hacer destinatarios de las enseñanzas "a los estudiantes de la gran familia de países latinoamericanos". Faltaban dos últimos ingredientes: dinamismo y regeneración continua. Había que responder a las necesidades formativas de cada lugar e ir adaptándose e innovando continuamente.

 

La fórmula perfecta

Estas ideas de Hernández Tristán las materializó, asumiendo la dirección del proyecto durante sus primeros años, el profesor y ex rector complutense Arturo Romero. La fórmula encontrada aún maravilla a la vicerrectora Isabel Durán. "Es perfecta", señala. Profesores complutenses presentan un proyecto a la convocatoria que se lanza más de un año antes de la celebración de la Escuela, después buscan una "contraparte" (profesor de la misma especialidad) en la Universidad latinoamericana en la que se vaya a celebrar, y juntos desde cero diseñan un programa académico. La relación no termina cuando concluye el curso de dos semanas, sino que casi siempre se convierte en redes de trabajo y nuevos proyectos comunes. "Si hubiera un Nobel de Educación, se lo daría a la Escuela por esta fórmula", sentenció Isabel Durán.

 

Los mejores socios

Junto a la idea y la fórmula, la Escuela, como recalcó Hernández Tristán, tuvo la suerte, y la sigue teniendo, de contar con una serie de socios "excepcionales". El primero, el Banco Santander, que se sumó como a otros tantos proyectos complutenses con "orgullo", como lo calificó el director de Relaciones Institucionales de Santander Universidades, Alfredo Albáizar, "y sobre todo suerte, al tener una vez más la confianza de la universidad para acompañarla en el camino". El segundo socio se encontró en la casa: la Fundación General de la UCM, que se ha encargado de la "logística e intendencia", usando las palabras de su actual director, Ricardo García Herrera, desde la primera edición. "Sin el trabajo de David Contreras y Alejandro Cavero esto difícilmente se llevaría a cabo", remarcó la actual directora de la ECL, Marián López Fernández Cao.

 

Con nota alta

Para la directora la Escuela ha sido "un regalo" y es "una maravillosa experiencia". Lo es, según aseguró, para los docentes "de ambos lados del Atlántico" y también para los estudiantes de aquí y de allí. De acuerdo con los datos que ofreció -contenidos también en el libro-memoria editado para la ocasión- los más de 7.000 alumnos de las 22 ediciones celebradas dan a la Escuela una nota de 4,5 puntos sobre 5; mientras que los profesores, 1.137 exactamente, por eso de la exigencia lo dejan en un 4,2, también sobre 5. En total la Escuela ha visitado doce campus de seis países, en los que se han impartido 268 cursos de las temáticas más diversas. "Estamos utilizando nuestro potencial de conocimiento para contribuir al bienestar mundial", concluyó Marián López Fernández-Cao, a quien siguió en el uso de la palabra el vicerrector de Relaciones Internacional de la Universidad de Buenos Aires, Gabriel Capitelli. Para él, la Escuela fue "un gran descubrimiento", del que destaca la "profesionalidad, historia, estructura, actividades académicas y también las transacadémicas". De acuerdo con Capitelli, y siguiendo al escritor Domingo Faustino Sarmiento, "todos los problemas son problemas de educación. Gracias a la Escuela -sentenció- llevamos 10 años resolviendo problemas".

 

Por los estudiantes y con los amigos

De dar fe de que las valoraciones no están "engordadas" se encargaron una de las más insignes profesoras complutenses que han impartido cursos en la Escuela, María Vallet Regí, y Ángel Serrano, licenciado en Periodismo, quien habló en nombre de los estudiantes. La investigadora y académica señaló que aunque la primera vez acudió "solo por hacer un favor a Arturo Romero", después ha vuelto siempre que ha podido. Lo hace por muchas razones, entre ellas, destacó,  al alumnado, "siempre dispuesto y con enormes ganas de aprender". También porque le permite dar clase a gente muy diversa, "lo que es muy enriquecedor". Otra razón es el contacto con las "contrapartes", que no solo es profesional y han surgido colaboraciones científicas, sino que "se convierten en amigos de por vida". Además, como señaló Vallet Regí, el contacto con los otros complutenses que dirigen cursos en la misma Escuela no puede ser más afectuoso.

 

El último en intervenir en el acto -que estuvo conducido por la profesora de Ciencias de la Información Mar Marcos, fue un representante de los estudiantes, Ángel Serrano. Para él la Escuela fue mucho más que la mera adquisición de conocimientos académicos e incluso que momentos inolvidables junto a gente de distintas procedencias e incluso clase social, con los que formó una verdadera "comunidad de aprendizaje". "Pero sobre todo esto, que ya es maravilloso, lo verdaderamente esencial de la Escuela es que es una escuela de vida. A mí viajar a Perú me cambió la vida".  

 

El rector Carlos Andradas aseguró la continuidad de la Escuela, ya que se trata de un proyecto institucionalLa vicerrectora de Relaciones Internacionales, Isabel Durán, durante su intervenciónEn la mesa: Alfredo Albáizar, Carlos Andradas, Concepción García (directora del Museo de América) y Marián López Fernández-CaoLa vicerrectora Isabel Durán muestra a Alfredo Albáizar el libro-memoria que se ha editado con motivo del décimo aniversario de la Escuela. Junto a ellos, Gabriel Capitelli, vicerrector de la Universidad de Buenos AiresEl director de Relaciones Institucionales de Santander Universidades se mostró orgulloso de colaborar en el proyectoEl padre de la criatura: Rafael Hernández TristánRicardo García Herrera, actual director de la Fundación General de la UCMEl representante de los estudiantes, Ángel Serrano, durante sus palabras. Junto a él, la catedrática María Vallet. quien habló en nombre de los profesores
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