El que algunos varones ejerzan violencia sobre las mujeres con las que mantienen -o han mantenido- una relación de pareja no es algo nuevo, pero ha sido en los últimos decenios cuando se ha convertido en un grave problema social. Este cambio en la consideración de los malos tratos se entrelaza con transformaciones recientes que afectan a nuestras sensibilidades, expectativas y costumbres, generadas por diversos movimientos sociales como el feminismo, la lucha por los derechos civiles, la revolución sexual o la paulatina democratización de la vida en nuestro país. El caso es que lo que durante siglos se concibió y experimentó como una situación personal o perteneciente al ámbito privado que sólo en contadas ocasiones llegaba hasta los tribunales eclesiásticos o laicos se ha convertido en un problema social y político de primer orden. En ese tránsito ha sido necesario poner fin a viejas tradiciones, como la del dominio del pater familias, y cuestionar separaciones como la que la sociedad burguesa moderna sancionó entre lo privado y lo público, o entre lo personal y lo político, por utilizar un conocido eslogan feminista.

Ahora bien, señalar la conversión en problema social y político de la violencia de género en la pareja aún deja todo por decir. Por ejemplo, porque no es la misma violencia en distintos momentos sino que la importancia del contexto en el que esos malos tratos se perciben y viven es tal que, como veremos, habría que hablar de violencias. Por otro lado, porque su constitución como problema social puede conformarse en tomo a cuestiones muy distintas como son las normas legales, los problemas de salud, las relaciones de género, etcétera. Algo de todo ello hay, pero en las últimas décadas en nuestro país ha primado su traducción privilegiada en términos legales, creyendo resolver la cuestión única o fundamentalmente mediante la lógica ciega de la justicia en un espacio que adolece de otro tipas cegueras, desde las de la pasión y el deseo a las del género y el amor romántico"