Instrumentos escriptorios, tintas y pigmentos
Desde la más remota antigüedad el ser humano ha empleado cualquier material disponible para dejar constancia de su existencia y su pensamiento, grabando o dibujando primero y escribiendo después sobre los más variados soportes. No obstante, según nos adentramos en el terreno de la historia, algunos materiales fueron destacando sobre otros por su abundancia, facilidad de obtención o sencillez de manejo.
Así, desde las tablillas de arcilla, materia prima abundante en Sumeria, pasando por el papiro y el cálamo egipcios, vinculados a los entornos fluviales, y usados también por griegos y romanos, llegaremos a la invención del pergamino y la pluma de ave, con las que nos adentraremos en el mundo medieval. Mientras tanto en China se desarrollaba un soporte económico y flexible: el papel, que llegaría a Occidente de manos del Islam, asentándose primero en la costa hispana levantina y progresivamente, pese a la resistencia inicial de algunos estamentos que veían en él un material deleznable, apoderándose del espacio antes ocupado por el pergamino, sobre todo tras la llegada de la imprenta.
Si bien el rojo y el negro fueron los colores ubicuos de la escritura, obtenidos de materias primas accesibles en el entorno mediante procesos químicos sencillos, algunos pigmentos, no obstante, superaron a los demás en prestigio, pues su alto precio y rareza los vinculaba a las élites culturales, religiosas y políticas que buscaron con estos colores mostrar su poder, su piedad o su prestigio. Entre ellos destacan sobremanera el lapislázuli, o azul ultramar, o la púrpura que ya desde la Antigüedad unieron a la saturación y riqueza de su color amplias connotaciones simbólicas.
Las manifestaciones artísticas suponen una rica fuente de información para reconstruir certeramente muchos de estos objetos y soportes que por su propia fragilidad no se han conservado, en la mayor parte de las ocasiones, más que en los frescos, esculturas y versos de los artistas y literatos que convivieron con ellos.
Helena Carvajal González
Departamento de Literaturas Hispánicas y Bibliografía
Universidad Complutense de Madrid