Solo a algunos parásitos les va bien en las islas
Un estudio de los parásitos de la malaria aviaria en Canarias y Madeira demuestra que las características típicas de las comunidades insulares de parásitos pueden evolucionar muy rápidamente.
2 jul 2014 - 21:03 CET
El papel de las islas como laboratorios naturales donde estudiar los procesos evolutivos, como réplicas simplificadas e independientes de los procesos que tienen lugar a escalas mayores en áreas continentales, hace que el estudio del origen y evolución de las comunidades insulares haya sido siempre uno de los temas favoritos de investigación en ecología evolutiva. Dentro de este marco, estudiar las comunidades de parásitos de enclaves insulares resulta útil para entender qué características permiten a un agente patógeno colonizar nuevas áreas y expandirse en ellas, o en cambio fracasar en el intento. Por otra parte, son muchos los casos en que el establecimiento accidental de un parásito en un ambiente insular no acostumbrado al mismo trae consigo consecuencias funestas para la fauna endémica; por lo que el estudio de parásitos en islas es también muy pertinente desde el prisma de la biología de la conservación.
Hay sin embargo un problema: la mayoría de los estudios de comunidades de parásitos insulares se centran o bien en los parásitos introducidos recientemente (que podrían no llegar a establecerse a largo plazo), o bien en los patógenos de la fauna endémica (que ya han completado su proceso de adaptación a la vida insular): tenemos pues datos de lo que sucede al inicio y al final del proceso de colonización, pero nos falta por saber qué sucede entremedias. Un estudio recientemente publicado en Global Ecology and Biogeography por investigadores de nuestro grupo, en colaboración con el Dr. David S. Richardson (University of East Anglia), viene a llenar esta laguna gracias al estudio los parásitos sanguíneos de las currucas capirotadas Sylvia atricapilla de los archipiélagos de Canarias y Madeira. Pese a que las currucas que viven en estas islas son sedentarias, su origen a partir de poblaciones migradoras continentales de la especie es comparativamente reciente (en torno al final del Último Máximo Glacial, hace unos 10.000 años), y muchas currucas continentales siguen visitando cada año ambos archipiélagos durante los periodos de paso e invernada. La curruca capirotada (que alberga en el continente una extraordinaria diversidad de parásitos sanguíneos) es pues un modelo ideal en el que estudiar una comunidad de parásitos a mitad del proceso de aislamiento.
El estudio desvela que, pese al aislamiento incompleto de las currucas insulares, su comunidad de parásitos difiere notablemente de la del continente: apenas un 10% de los parásitos continentales aparecen en las islas (con una riqueza decreciente a medida que aumenta la distancia al continente), donde alcanzan además prevalencias mucho menores. Además, todos los parásitos insulares son generalistas, capaces de infectar varias especies de ave; en claro contraste con los parásitos continentales, que son en su mayoría exclusivos de la curruca capirotada. Se demuestra así que las relaciones parásito-hospedador habituales en el continente pueden verse comprometidas en las islas, incluso en situaciones de aislamiento reciente y parcial, que no evitan la aparición de síndromes insulares en las comunidades de parásitos: riqueza baja, poca especialización y, con frecuencia, cambios de hospedador. Estos resultados nos ayudan a comprender los mecanismos implicados en la evolución de las biotas insulares, y a la vez nos permiten identificar algunas características de los agentes patógenos que facilitan su expansión hacia regiones remotas del planeta.
Referencia de la publicación:
Pérez-Rodríguez, A., Ramírez, Á., Richardson, D. S. & Pérez-Tris, J. 2013. Evolution of parasite island syndromes without long-term host population isolation: parasite dynamics in Macaronesian blackcaps Sylvia atricapilla. Global Ecology and Biogeography. DOI: 10.1111/geb.12084.