¿Cómo es un patógeno invasor?
Un estudio aporta información relevante para la conservación de la biodiversidad en Nueva Zelanda, a la vez que mejora nuestra capacidad de anticiparnos al problema de las enfermedades infecciosas emergentes.
2 jul 2014 - 20:54 CET
Un equipo internacional liderado por investigadores del Instituto de Zoología de la Sociedad Zoológica de Londres y del Departamento de Zoología y Antropología Física de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) ha dado con algunas claves para dibujar el retrato robot del perfecto patógeno invasor, analizando para ello los parásitos que afectan a las aves silvestres nativas e introducidas en Nueva Zelanda.
Los investigadores constatan que los parásitos que han conseguido asentarse en Nueva Zelanda reúnen un cóctel de cualidades que aumentan su potencial colonizador. Son parásitos especialmente abundantes en Europa, por lo que sus posibilidades de entrar como polizones en el barco de las aves exportadas hacia Nueva Zelanda eran de entrada altas. Además, tienen una amplia distribución geográfica, lo que les hace capaces de prosperar en condiciones ambientales muy diversas. Y quizás lo más importante, son parásitos muy generalistas (capaces de infectar a especies de aves poco emparentadas entre sí), lo cual explica que hayan conseguido colonizar con éxito la avifauna neozelandesa, única en el planeta por la singularidad evolutiva de sus especies.
Su estudio se ha centrado en los parásitos de la malaria aviaria, unos protozoos transmitidos por mosquitos y estrechamente emparentados con los causantes de la malaria humana. Estos parásitos ya eran tristemente famosos por haber causado la extinción de varias especies de aves en el archipiélago de Hawái, donde fueron involuntariamente introducidos junto con sus vectores a mediados del siglo XX.
El estudio, publicado en la revista Ecology Letters, compara los parásitos introducidos en Nueva Zelanda con los presentes en el resto del planeta, prestando especial atención a los parásitos comunes en Europa. Durante la época Victoriana (en la segunda mitad del siglo XIX), las entonces populares Sociedades de Aclimatación transportaron numerosas especies europeas a las colonias británicas con el ánimo de “enriquecer” su flora y fauna. Como consecuencia, hoy no es raro encontrar en Nueva Zelanda exotismos como los mirlos, gorriones y otras aves igualmente comunes en nuestros parques y jardines, a menudo en contacto directo con la avifauna local. Como era de esperar, las aves introducidas se llevaron con ellas a sus parásitos, algunos de los cuales han conseguido persistir en Nueva Zelanda hasta la actualidad.
Un mundo en el que el transporte de personas, animales y mercancías está cada vez más globalizado facilita enormemente la circulación de patógenos entre regiones antaño aisladas. Sin embargo, sólo unos pocos agentes patógenos consiguen, de vez en cuando, instalarse fuera de los límites de su distribución natural. A pesar de las implicaciones económicas y sanitarias del movimiento de patógenos a escala global, aún no comprendemos bien qué características de los patógenos determinan su capacidad de invadir nuevos territorios. Mediante la identificación de algunas de las claves del éxito de los parásitos invasores en Nueva Zelanda, este estudio aporta información relevante para la conservación de la biodiversidad en aquel país, a la vez que mejora nuestra capacidad de anticiparnos al problema de las enfermedades infecciosas emergentes en otras regiones del planeta.
Referencia de la publicación:
Ewen, J.G., Bensch, S., Blackburn, T.M., Bonneaud, C., Brown, R., Cassey, P., Clarke, R. & Pérez-Tris, J. 2012. Establishment of exotic parasites: the origins and characteristics of an avian malaria community in an isolated island avifauna. Ecology Letters 15: 1112-1119.