LITOGRAFÍA DE LA PROVINCIA DE VALLADOLID. AÑO 1854
Mapa Geológico en bosquejo de la PROVINCIA DE VALLADOLID.
Trazado por D. Casiano de Prado INGENIERO DE MINAS. Vocal de la Comisión del mapa geológico de España, 1854.
Grabado por G. Pfeifer (Jacometrezo 3 y 5. portal izqdo)
(Donado por D. Antonio Perejón Rincón)
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CASIANO DE PRADO Y VALLO (1792 – 1866)
Estudió Ciencias Naturales en Santiago de Compostela (donde había nacido) y entre 1828 y 1833 se hizo Ingeniero de Minas en la Escuela de Madrid. Fue director de las minas de Almadén y del distrito minero de Aragón y Cataluña, responsable de la sección geológica y paleontológica de la comisión de la Carta Geológica desde su creación en 1849, etc.
Realizó los mapas geológicos de Madrid (1852), Valladolid, 1854 (que se expone en este museo), Segovia (1855), Palencia (1856) y otras importantes reseñas en otras zonas. Su trabajo más importante fue la “Descripción física y geológica de la provincia de Madrid” (*).
En este trabajo describió además, sus hallazgos en el tejar de San Isidro (después tradicional yacimiento del paleolítico español) y realizó un detallado análisis del estado en que se encontraba la ciencia prehistórica, lo cual le valió el ser considerado pionero de la prehistoria española (M. Ayarzagüena Sanz, 1998).
De talante liberal, tuvo problemas con la Inquisición que lo mantuvo encarcelado siendo aún muy joven (1817-1818) y posteriormente (1840) fue perseguido por sus editoriales políticas en un periódico. Sin embargo, esto no impidió que en los últimos años de su vida se reconociera su intensa labor científica, tanto en España como fuera de ella (fue miembro de la Geological Society of London, de la Societé Geologique de France y Académico numerario de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales española).
(*) En 1955 Rafael Sánchez Ferlosio fue galardonado con el Premio Nadal por su novela El Jarama. Esta obra se recuerda aún hoy, entre otras cosas, por su memorable inicio: una descripción del curso del río desde la vertiente sur de Somosierra hasta el lugar en el que transcurre la acción del libro: el Puente Viveros. Esta descripción está entrecomillada, pero nada más indica que se trate de una cita extraída de otro libro. Efectivamente, la crítica llegó a definir esa primera página como “la mejor página de prosa de toda la novela”.
Diez años después, en la sexta edición de El Jarama, Ferlosio incluyó una nota preliminar en la que aclaraba que él no era el autor del fragmento con el que empieza la novela: “es mi deber consignar aquí de una vez para siempre su verdadera procedencia, devolviendo así al extraordinario escritor a quien tan injusta como atolondradamente ha sido usurpada, la que yo también, sin sombra de reticencia o modestia, coincido en considerar la mejor página de prosa de toda la novela”...
“Describiré brevemente y por su orden estos ríos, empezando por Jarama: sus primeras fuentes se encuentran en el gneis de la vertiente Sur de Somosierra, entre el Cerro de la Cebollera y el de Excomunión. Corre tocando la Provincia de Madrid, por La Hiruela y por los molinos de Montejo de la Sierra y de Prádena del Rincón. Entra luego en Guadalajara, atravesando pizarras silurianas, hasta el Convento que fue de Bonaval. Penetra por grandes estrechuras en la faja caliza del cretáceo —prolongación de la del Pontón de la Oliva, que se dirige por Tamajón a Congostrina hacia Sigüenza. Se une al Lozoya un poco más abajo del Pontón de la Oliva. Tuerce después al Sur y hace la vega de Torrelaguna, dejando Uceda a la izquierda, ochenta metros más alta, donde hay un puente de madera. Desde su unión con el Lozoya sirve de límite a las dos provincias. Se interna en la de Madrid, pocos kilómetros arriba del Espartal, ya en la faja de arenas diluviales del tiempo cuaternario, y sus aguas divagan por un cauce indeciso, sin dejar provecho a la agricultura. En Talamanca, tan sólo, se pudo hacer con ellas una acequia muy corta, para dar movimiento a un molino de dos piedras. Tiene un puente en el mismo Talamanca, hoy ya inútil, porque el río lo rehusó hace largos años y se abrió otro camino. De Talamanca a Paracuellos se pasa el río por diferentes barcas, hasta el Puente Viveros, por donde cruza la carretera de Aragón-Cataluña, en el kilómetro diez y seis desde Madrid...”