Un conductor de VTC de Ciudad Lineal se reinventa
por Daniel Méndez Ramos
La entrevista tuvo lugar el día 13 de noviembre de 2020 y fue realizada a Andrés Méndez, 55 años, conductor de VTC (Vehículo de Transporte con Conductor) tradicional y autónomo. Andrés es propietario de un furgón Mercedes Clase V con el que realiza servicios de transporte y desplazamiento, tours turísticos y viajes para turistas de un elevado nivel socioeconómico. Debido a la crisis sanitaria del COVID-19 y a la falta de turismo, Andrés ha tenido que reinventarse en su sector de trabajo. Hablamos en su domicilio de la Calle César González Ruano (Barrio de la Concepción), distrito de Ciudad Lineal, sobre su experiencia y sus vivencias desde el inicio de la pandemia, al haber cambiado su ritmo de vida laboral de manera drástica en los últimos ocho meses. También conversamos sobre los cambios en la vida cotidiana desde el inicio de la pandemia, la falta de turistas, las labores especiales desempeñadas por los Servicios Públicos durante la crisis sanitaria y sobre las experiencias inusuales que el entrevistado vivió durante la época del confinamiento más duro en Madrid.
¿Cómo ha cambiado tu vida cotidiana desde marzo con respecto a Madrid?
Pues desde marzo mi vida ha cambiado radicalmente como la de la inmensa mayoría de los españoles. Ha cambiado en hábitos de vida, ha cambiado en horarios y ha cambiado en costumbres. Incluso ha cambiado en mis gustos. Cosas que antes me gustaba mucho hacer, ahora ya ni siquiera le encuentras tanto placer, como es el sentarte en una terraza a tomarte una cerveza sin ningún temor a nada y abiertamente, y sin miedos, sin preocupaciones. Afortunadamente yo he sido aún así un privilegiado porque bueno, durante el confinamiento duro que se produjo en marzo, que fue el más duro para toda la población, yo tuve el privilegio de poder seguir saliendo a la calle libremente y de poder circular libremente y esto no deja de ser algo que psicológicamente me ha ayudado muchísimo.
¿Cómo ha cambiado tu vida desde marzo sobre todo como autónomo dedicado al turismo?
Bueno bien como conductor de VTC que soy, siendo un Servicio Público, pues no he tenido ningún tipo de restricción a la hora de moverme, como autónomo dedicado al turismo, porque mi segmento de clientela es básicamente el turista y más concretamente el turista norteamericano. Yo no trabajo aplicaciones como las de Uber o Cabify, yo me dedico al gran turismo y al turismo de élite. Al haber desaparecido por completo ese segmento de mercado pues me tuve que reinventar un poco y buscar algún cliente que fuera más o menos regular. Tuve la suerte de caer con una clienta que, más que clienta, es amiga, es una amiga de la familia de toda la vida, que ella pues al trabajar en una industria alimentaria no tuvo que cerrar y se tenía que desplazar todos los días a su trabajo. Ella venía haciéndolo en taxi regularmente y yo me ofrecí para hacerle este trabajo puesto que nos conocemos desde pequeños y hay confianza y entonces pues ese fue quizás el inicio de no mantenerme inactivo. Otro tipo de clientes era imposible buscarlos en la calle ni en las aplicaciones porque no había público en la calle, todo el mundo estaba confinado en sus domicilios y esta clienta pues bueno me permitió, de lunes a viernes, me dio la oportunidad de salir diariamente por la mañana, llevarla a su trabajo en Arganda del Rey y recogerla todas las tardes en Arganda del Rey y llevarla de nuevo a su domicilio. Esto ya eran dos salidas al día que me daban una bocanada de oxígeno y de aire fresco.
¿Desempeñaste alguna tarea especial durante la cuarentena debido a tu trabajo como Servicio Público?
Hubo una cierta organización entre las grandes compañías de VTCS para prestar un servicio gratuito a los sanitarios. Yo como soy autónomo independiente pues no me pude unir a esa asociación, ese movimiento de empresas que pusieron coches y conductores a disposición para los sanitarios, pero yo por mi cuenta me hice unos cartelitos, los coloqué en mi vehículo que es una van (furgoneta) Mercedes muy bonita, muy grande y me planté un día en el Hospital Ramón y Cajal. Previamente me informé de cuáles eran los cambios, las horas en las que había relevo de turno de médicos y me puse en la puerta del Hospital Ramón y Cajal con un cartel en la mano y el coche cerca aparcado con otros carteles puestos ofreciendo mi servicio gratuito de transportar a los sanitarios de vuelta. Paralelamente a eso, teniendo en cuenta que vivo en un barrio donde viven bastantes personas mayores, y concretamente en mi bloque hay una mayoría de vecinos que son mayores en edad, pues puse un cartel en el rellano, junto al ascensor, donde ofrecía a todos mis convecinos mi servicio igualmente explicándoles que qué podía hacerles, tanto si era andando como si era con mi vehículo, les podía hacer cualquier recado que ellos quisieran: ir a comprarles medicamentos, ir a hacerles algún recado o alguna compra o incluso, haciendo uso de mi vehículo, si en algún momento alguno se encontraba enfermo o mal que me llamaran a cualquier hora del día, de la noche, veinticuatro horas que me llamaran a mi piso, a mi número de móvil por si necesitaban que les trasladara urgentemente a algún hospital, a algún ambulatorio o a algún médico.
¿Viviste alguna experiencia inusual o extraña durante todo el periodo de cuarentena?
Ha sido muy impactante ver una ciudad como Madrid, con casi tres millones y medio de habitantes, vacía, vacía de peatones, vacía de coches, vacía de tráfico, sin atascos. Había momentos en que los echaba de menos. Si bien es cierto que es muy fácil y muy gratificante conducir con las calles vacías, teniendo en cuenta cuál era la situación, hasta echaba de menos los atascos. Hubo un suceso, llamémoslo una anécdota, que me dejó muy marcado. Fue en la primera semana de confinamiento, concretamente si el estado de alarma se declaró el 14 de marzo que era un sábado, al viernes siguiente, que sería el 20 de marzo. Un antiguo compañero de trabajo, de mi anterior trabajo, me pidió que por favor fuera a buscar a su hermana que venía de Londres. Un vuelo que venía de Londres en un viernes a las once de la noche. Un viernes en Madrid lo normal es ver tráfico, ver gente en la calle, es ver bullicio, es ver alegría, y ese viernes yo salí de mi casa sobre las diez de la noche. Desde mi portal hasta el garaje donde tengo aparcado mi vehículo no me crucé con un solo ser humano, ni uno solo. Una vez que llegué al garaje allí arranqué el coche, antes de incorporarme a la M-30 para luego salir a la carretera de Barcelona hacia el aeropuerto. Junto a la mezquita de la M-30 había un control, como tantos que había por toda la ciudad. Había un control de policía municipal que me paró y lógicamente tuve que mostrar mi documentación, mis papeles, mis autorizaciones que me daban derecho a circular y explicar que iba al aeropuerto. Enseguida me dieron luz verde para seguir y el comentario de uno de los municipales al decirle que iba al aeropuerto fue “que le sea leve”, cosa que me dejó muy impactado. Pero más impactado me dejó el hecho de que fueron los únicos seres humanos que encontré hasta mi llegada al aeropuerto, esos policías municipales del control. Porque ni al incorporarme a la M-30, ni desde la M-30 hasta incorporarme a la carretera de Barcelona me crucé con un solo vehículo.