Proyectos de Investigación

Del ruido al silencio. Una visión de Arganzuela

por Julen Kenk Fernández

 

Alejandro Gutiérrez Ramos tiene 21 años y es estudiante de Biotecnología en la Universidad Politécnica de Madrid, además de Delegado de Alumnos en su escuela. La decisión de entrevistar a Alejandro obedece, por un lado, a su condición de vecino del barrio y, por el otro, a sus estudios. Nos reunimos precisamente en el despacho de la delegación para conversar sobre la vida en la ciudad de Madrid tras el confinamiento, sobre el barrio de Legazpi y sobre sus hábitos. Es la tarde del 20 de noviembre y en el cielo de Madrid se comienzan a vislumbrar tonalidades anaranjadas, unas luces tenues.

 

¿En qué momento empiezas a oír de la enfermedad?

Mi primer contacto con la enfermedad, y bueno, yo creo que, como todos por enero y febrero, que veíamos esas noticias que venían de China y que teníamos esa sensación de esto nunca llegará. La primera vez que me marcó realmente la situación fue cuando vi, en el primer confinamiento de Wuhan, a la gente aplaudiendo o haciendo alguna fiesta desde sus balcones. Eso parecía completamente posmoderno, parecía de otra época, de otro espacio. Decíamos “esas cosas que son de los chinos”.

Casi ficticio, ¿no?

Casi ficticio. Lo que pasó a continuación nos sorprenderá. Ese fue el primer contacto y esto no nos llegará a nosotros. Esa famosa segunda semana de marzo de la cual recuerdo todos los días y cómo culminó el 14 con el estado de alarma y el confinamiento. Realmente esas semanas es cuando nos dimos cuenta de que esto iba en serio y de que esto va a marcar nuestras vidas. Para bien o para mal, pero es una cosa que marca.

Ya referidos a Madrid concretamente. ¿Cómo ha experimentado la ciudad en estos últimos meses?

Si a Madrid le describe algo, yo creo que es el ruido. Madrid hace ruido. Hace mucho ruido. Y eso te hace no sentir ese horror vacui. Madrid dejó de hacer ruido y creo que todavía sigue sin hacer ruido. Yo tengo bastante aprecio a mi ciudad, quiero mucho a mi ciudad y evidentemente la sigo queriendo igual, pero sé que es una ciudad distinta. Al final las pandemias afectan más a los sitios donde hay más gente y Madrid es una ciudad con mucha gente, pero es una ciudad muy populosa. Definitivamente en Madrid hay menos ruido. Hay menos ruido y hay luces tenues.

¿Has seguido disfrutando de la ciudad en estos meses?

Yo creo que la ciudad se disfruta de muchas maneras. Evidentemente creo que son cosas que debemos hacer, que hay una responsabilidad social que hay que cumplir. Pero el disfrute, por así decirlo, no es el mismo. El disfrutar de una ciudad como Madrid es el disfrutar de su gente, de sus bares, de sus músicas, de sus luces, de sus teatros. De la gente, lo que nos hace al final humanos yo creo que es la propia colectividad y, pues estamos hablando de un contexto en el cual no podemos estar más de cinco personas a la vez. ¿Disfrutar la ciudad? Sí, siempre se disfruta una ciudad. Yo es que al menos disfruto la ciudad hasta cogiendo el metro. Pero es un disfrute receloso, es un disfrute con miedo y eso no es un disfrute completo. No digo ya no solo de la ciudad, sino en general.

¿El barrio cuenta con una buena oferta cultural?

Yo personalmente creo que el barrio no cuenta con un tejido cultural. Ya no digo solo nuestro barrio, sino creo que la manera en la que está estructurada Madrid. Evidentemente hay una oferta cultural amplia, pero hay una oferta cultural que no está diseñada para el vecino de a pie. No está orientada al barrio. La oferta cultural está orientada a lo mejor al turista o está orientada al que va al centro, o al que va centro comercial a hacer determinadas cosas.

Pero no hay un tejido cultural en el barrio. Pienso que la cultura de barrio tiene que fomentarse mucho, tiene que haber ya no tanto una inversión, tiene que haber una voluntad decidida de construir barrio, de construir un tejido social. La cultura es un vector de construir un tejido social. Evidentemente, cuando no hay un tejido social y como he respondido antes en otra pregunta, las dinámicas propias que hay en nuestro barrio, pienso que son unas dinámicas muy liberales. Soy el primero que las cumple, que al final quien esté libre de pecado que tire la primera piedra. Pues si esas dinámicas, esos tejidos sociales no existen, el tejido cultural, que ya es una vuelta de tuerca más a eso, no se va a generar. Tenemos infraestructura, la del Matadero. Pero yo creo que está dentro del concepto de una oferta hacia fuera y no hacia dentro, que es interesante, pero que no tiene un impacto real en el vecino.

Quería preguntarte si se puede ver —ya hemos hablado de que nos falta perspectiva de futuro— pero ¿cómo podríamos ver la situación del barrio, del vecindario, en los próximos años?

Yo personalmente creo que el barrio Arganzuela o que el propio distrito si no hay un cambio de dinámica claro, pues será cada vez más hostil. Poco a poco será más hostil y más selectivo en ciudades que son cada vez más grandes, que son cada vez más amplias, que cada vez pienso que priorizan menos al vecino, al peatón, al ciudadano. No creo que haya ningún tipo de gentrificación en nuestro barrio porque ya está, en cierto sentido, gentrificado, pero no creo que se vaya a generar ningún tipo de consciencia de barrio. Creo que estamos en una dinámica de barrios cada vez más selectivos, cada vez más elitistas y a lo mejor más hostiles. Tampoco voy a idealizar lo otro, pero yo creo que no existe, no hay una conciencia de barrio ni se va a generar una conciencia de barrio y va a haber un desarrollo lógico hacia un barrio impersonal.