Correspondencias
Correspondencias / Correspondences
Una antología de poesía contemporánea LGTB española
An Anthology of Contemporary Spanish LGBT Poetry
Traducido al inglés por Lawrence Schimel
Barcelona/ Madrid, Editorial Egales / Desatada, 2017
Para celebrar diez años publicando voces LGTB, hemos reunido esta selección de poemas de los poetas de la colección Desatada y algunas otras voces jóvenes que han aparecido recientemente. La muestra pretende ser un escaparate para dar a conocer la colección Desatada y la poesía LGTB española reciente.
Hemos preparado una edición bilingüe español-inglés de estos poemas para intentar ayudar a que la cultura LGTB española llegue a traspasar las fronteras lingüísticas y geográficas y contribuya al intercambio de ideas y la libertad de expresión. Estamos orgullosos de seguir reivindicando y luchando por una cultura diversa y sin prejuicios, desde el verso y la lectura.
To celebrate ten years publishing LGBT voices, we’ve made this selection of poems from the poets published by Desatada as well as some other younger voices that have appeared since. This sampling aims to be a showcase to highlight Desatada and recent Spanish LGBT poetry.
We’ve prepared a bilingual Spanish-English edition of these poems to try and help Spanish LGBT culture to cross linguistic and geographic boundaries and to contribute to the exchange of ideas and free expression. We’re proud to keep fighting for and advocating for a culture that’s diverse and without prejudice, through poetry and reading.
Autores / Authors:
- Ian Bermúdez Raventós
- Mª Ángeles Cabré
- Dionisio Cañas
- Pepe Carretero
- María Castrejón
- Luis Cremades
- Jesús Encinar
- Ángel Erro
- José Manuel Lucía Megías
- David Navascués
- Ángelo Nestore
- Pablo Peinado
- Lawrence Schimel
- José Luis Serrano
Y SE LLAMABAN MAHMUD Y AYAZ
(fragmentos)
MUJER:
Y se llamaban Mahmud y Ayaz,
y tenían tan solo 17 años,
y fueron ahorcados un 19 de julio.
No lo olvidemos.
Su historia tenía que haberse escrito
con otros titulares, otras fotografías.
Pero no fue así.
Llegaron llorando a la plaza.
En la furgoneta de su angustia,
llorando las lágrimas que no derramarán de viejos.
(Como tantos otros, yo he visto las fotografías).
Y llegaron como dos cachorros asustados,
temblando entre el frío de tantas miradas,
ante el abismo del final de su vida
antes incluso de haber intentado imaginarla.
HOMBRE 1:
Fueron necesarios cuatro brazos
y una soga ajena de su cobardía.
HOMBRE 2:
Fueron necesarios dos hombres
que escondieran sus corrompidos gestos
tras el anonimato de un pañuelo.
HOMBRE 1:
Fue necesario un juicio
y la rápida sentencia de muerte.
HOMBRES 1 y 2:
Y nuestro silencio.
HOMBRE 2:
No lo olvidemos:
Fue también necesario nuestro silencio.
MUJER:
Y se llamaban Mahmud y Ayaz.
Repitamos sus nombres
hasta quedarnos sin labios.
Mahmud, Ayaz. Mahmud, Ayaz...
Recordemos su edad: esos 17 años
que no serán jamás la sombra de un recuerdo,
esos 18 que no les dejaron celebrar.
Su historia tenía que haberse escrito
con la tinta anónima de tantas otras vidas,
con el guión ambicioso de la felicidad
que vamos escribiendo en las esquinas interrogantes
con las sorpresas cotidianas.
Pero no fue así.
HOMBRE 2:
Fueron necesarias dos grúas
y el aire vertical de la mentira.
HOMBRE 1:
Fueron necesarios dedos acusadores
y la venganza familiar agazapada
en el hueco cobarde de los ojos.
HOMBRE 2:
Fue necesario un abanico
de falsas acusaciones y de miedos
como uñas negras en la noche.
HOMBRES 1 y 2:
Y nuestro silencio.
HOMBRE 1:
No lo olvidemos nunca:
Fue también necesario nuestro silencio.
MUJER:
Y se llamaban Mahmud y Ayaz.
Y sus nombres dieron la vuelta al mundo
colgados de las fotos de sus lágrimas,
de las sogas asesinas en medio de la plaza.
Imágenes que abrieron los telediarios
y cerraron los comentarios en las tertulias.
Durante semanas. Apenas unos escasos meses,
hasta que el vendaval de nuevas noticias,
de nuevas muertes, de nuevos crímenes,
terminaron por volverlos, de nuevo, invisibles.
Como a tantos otros. Como a todos nosotros.
HOMBRE 1:
Fueron necesarias declaraciones en el altar
de la confusión y de la ignominia.
HOMBRE 2:
Fueron necesarias miradas oblicuas
y la arena movediza de los titulares
y de los discursos de las embajadas.
HOMBRE 1:
Fue necesario sepultar el nombre
de sus familias bajo el fango de la mentira,
y que a todos les sirviera el cobarde gesto.
HOMBRE 2:
El gesto soberbio de la amenaza nuclear.
HOMBRES 1 y 2:
Y nuestro silencio.
HOMBRE 1:
Por encima de todo
fue también necesario nuestro silencio.
MUJER:
Y se llamaban Mahmud y Ayaz. Y os llamáis Mahmud y Ayaz.
Y os seguís llamando Mahmud y Ayaz en todo el mundo,
no importa la lengua con la que pronunciemos vuestros nombres.
Y tenéis 17 años cuando fuistéis asesinados.
Y seguís teniendo 17 años cuando seguís siendo asesinados
mientras miramos hacia otro lado, a todas horas,
mientras cerramos los ojos aunque creamos mantenerlos abiertos.
Y os llamáis Mahmud y Ayaz. Aquí y ahora y para siempre.
HOMBRE 1:
Siempre ha sido necesario que olvidáramos,
no importa la geografía, no importa el tiempo.
HOMBRE 2:
Siempre ha sido necesario llorar sin lágrimas,
las huidas por las aceras, las carreras nocturnas
y la indiferencia ante la sangre sobre las cejas.
HOMBRE 1:
...y aceptar como bueno un insulto
y vestirse de silencios y de transparencias,
esconder las caricias en los puños de los traje
HOMBRE 2:
y dejar que los ángeles de las despedidas
se conformaran con un mal gesto, una mirada,
y algún que otro comentario huidizo.
HOMBRES 1 y 2:
Y nuestro silencio.
HOMBRE 1:
Máscara del carnaval diario, de la mentira aceptada.
Siempre ha sido necesario nuestro silencio.
MUJER:
Y mi silencio es vuestra soga.
Y nuestro silencio es también vuestra soga.
No lo olvidéis nunca.
Con nuestro silencio somos uno más.
Tomamos parte del criminal desfile
que aplaude vuestro último instante,
que jalea el segundo en que la garganta
se quiebra y los pies dejan de buscar
una tierra en que seguir respirando,
en que seguir sintiendo y soñando.
Uno más. No lo olvidéis.
También nosotros seguimos paseando por las plazas
después de haber presenciado vuestro asesinato
en silencio.
Un silencio cómplice, un silencio asesino,
por más que lo intentemos llenar de palabras
y del frío contaminante de las estadísticas.
And Their Names Were Mahmud and Ayaz
(traducción al inglés de Lawrance Schimel)
WOMAN:
And their names were Mahmud and Ayaz,
and they were just 17 years old,
and they were hung one July 19th.
Let us not forget.
Their story should have been written
with other headlines, other photographs.
But that’s not what happened.
They came to the plaza weeping.
In the van of their anguish,
crying the tears they wouldn’t weep when older.
(Like so many, I’ve seen the photographs.)
And they arrived like two frightened puppies,
trembling in the cold of so many gazes,
before the abyss of the end of their lives
before they had even tried to imagine them.
MAN 1:
It took four arms
and a noose free from their cowardice.
MAN 2:
It took two men
who hid their corrupted gestures
behind the anonymity of a scarf.
MAN 1:
It took a judgement
and the quick death sentence.
MAN 1 & 2:
And our silence.
MAN 2:
Let us not forget:
Our silence was also necessary.
WOMAN:
And their names were Mahmud and Ayaz.
Let us repeat their names until we wear out our lips.
Mahmud, Ayaz. Mahmud, Ayaz…
Let us remember their age: those 17 years
that will never be the shadow of a memory,
those 18 that they were not allowed to celebrate.
Their story should have been written
with the anonymous ink of so many other lives,
with the ambitious script of the joy
that we write on questioning
street corners with everyday surprises.
But that isn’t how it was.
MAN 2:
It took two cranes
and the vertical air of the lies.
MAN 1:
It took accusing fingers
and the family vengeance crouched
in the cowardly hollow of their eyes.
MAN 2:
It took an array
of false accusations and of fears
like black fingernails in the night.
MAN 1 y 2:
And our silence.
MAN 1:
Let us not forget:
Our silence was also necessary.
WOMAN:
And their names were Mahmud and Ayaz.
And their names travelled round the world
hung from the photos of their tears,
from the murdering nooses in the middle of the plaza.
Images that opened the daily news shows
and closed the comments of debate programs.
For weeks. Just a few scant months
until the onslaught of new news,
of new deaths, new crimes,
wound up making them, once more, invisible.
Like so many others. Like all of us.
MAN 1:
It took declarations on the altar
of confusion and ignomy.
MAN 2:
It took sideways glances
and the quicksand of news headlines
and embassy speeches.
MAN 1:
It took burying the name
of their families under the muck of lies,
and that cowardly gesture’s serving everyone.
MAN 2:
The sovereign gesture of nuclear threat.
MAN 1 y 2:
And our silence.
MAN 1:
Above all
our silence was also necessary.
WOMAN:
And their names were Mahmud and Ayaz. And they called youMahmud and Ayaz.
And you are still called Mahmud and Ayaz throughout the world,
no matter what language we say your names in.
And you were 17 years old when you were murdered.
And you still are 17 years old when you are still murdered
while we look away, all the time,
while we close our eyes although we think we keep them open.
And you were named Mahmud and Ayaz. Here and now and forever.
MAN 1:
It has always been necessary for us to forget,
no matter where, no matter when.
MAN 2:
It has always been necessary to cry without tears,
the flights along the sidewalks, the nocturnal highways
and indifference at blood above eyebrows.
MAN 1:
…and accepting as welcome an insult
and dressing in silences and transparencies,
hiding the caresses in the fists of suits.
MAN 2:
...and letting the angels of farewells
settle for a bad gesture, a glance,
and some fleeting comment or other.
MAN 1 & 2:
And our silence.
MAN 1:
Daily carnaval mask, mask of the accepted lie.
Our silence has always been necessary.
WOMAN:
And my silence is your noose.
And our silence is also your noose.
Never forget that.
With our silence we are one more.
We take part in the criminal parade
that applauds your final instant,
that cheers the second when the throat
breaks and your feet stop searching
for ground on which to keep breathing,
on which to keep feeling and dreaming.
One more. Don’t forget it.
We also keep wandering through plazas
after having witnessed your murder
in silence.
A complicit silence, a killing silence,
no matter how we try to fill it with words
and the contaminating coldness of statistics.