Amores de ficción
Amores de ficción
Coordinadores: David Felipe Arranz y Antonino Nieto Rodríguez
En los trajines cotidianos, las guerras y las paces del amor nos van descubriendo desde siempre que poco o nada sabemos de él. Quizá sea precisamente la ficción la que mejor ha sabido «leer» esta experiencia y extraer de las anécdotas vitales, de las libertades y esclavitudes del amor, un corpus en movimiento, un verdadero catálogo poético, musical, dramático y cinematográfico de las andanzas del azaroso y devorador Cupido. Y con este ánimo hemos invitado a 46 autores a que aportasen su visión personalísima, sublimada en la creación o reposada en el pensamiento. Verá el lector que este magno volumen contiene variedad y forma suficientes como para ofrecer una visión poliédrica desde tantos ángulos y prismas como para constituir un hito en el asunto que a todos nos preocupa.
David Felipe Arranz
Nocturno a dos voces
(y un mismo aliento)
A Pablo Moro, siempre
Hombre 1: Se calló la pluma
en medio de la noche…
y me despertó.
Hombre 2: Tres barcos navegan
en esta mar nocturna
y llevan tu dirección tatuada
en el corazón del brazo.
Hombre 1: No son barcos, amor.
Son gaviotas ciegas
que han perdido la marea
de las orillas y de las playas.
Hombre 2: Tres barcos como tres soles
que dejan una estela en el mar
como una caricia labrada
en el centro de tu espalda.
Hombre 1: Entonces son cinco gaviotas
de besos dactilares
y un te quiero bordado
en el ojal de sus cuencas ciegas.
Hombre 2: Si estuviera despierto, gritaría.
Hombre 1: Si estuviera despierto, te besaría.
Hombre 2: Si estuviera despierto,
sería feliz a tu lado.
Hombre 1: Si estuviera despierto,
podría abrir los ojos
y sentir cómo respiras mi nombre.
Hombre 2: Te voy a grabar mis sílabas
de cada suspiro nocturno
en cada golpe de tu pecho.
Hombre 1: Son tres barcos, amor, tres los barcos
que naufragaron hace siglos.
Hombre 2: Son tres barcos, amor, tres los barcos
que quisieron alzar el vuelo
como gaviotas ciegas…
pero no pudieron ser más
que rocío y un inesperado
sabor a lodo en blanco y negro
en el cráter de la garganta.
Hombre 1: Siempre te busqué, amor.
Hombre 2: Toda la vida te he estado buscando.
Hombre 1: Nunca te encontré, amor.
Hombre 2: Toda la vida te estuve encontrando
sin saberlo, sin saberlo, sin saberlo…
como tres gaviotas…
Hombre 1: o como tres barcos.
Hombre 2: Siempre de noche.
Hombre 1: Siempre al despuntar la noche.
Hombre 2: Tres barcos traen tus terciopelos
que huelen a ti, amor,
que inundan de tu olor la noche.
Hombre 1: Y el día, y de nuevo la noche.
Hombre 2: Y pasarán varias lunas
hasta volver a verte.
Hombre 1: Hasta volver a tenerte,
gaviota ciega, barco encallado,
abrazado a mi pecho florido.
Hombre 2: Pero siempre será la misma luna.
Hombre 1: Siempre es la misma luna.
Hombre 2: Cayó una pluma
en el corazón, amor, del río amarillo
y me desperté en medio de la noche.
Hombre 1: Sentí tus ojos abrirse
como se abren las azucenas,
y me desperté en medio de la noche.
Hombre 2: A tu lado, todo es un sueño.
Hombre 1: A tu lado, todo es sueño.
Hombre 2: Y un caballo desbocado
que lleva en el lomo desnudo,
tatuado, mi nombre con saliva.
Hombre 1: Y un telón amarillo
que lleve bordada tu saliva
en las marquesinas de neón.
Hombre 2: Tu nombre que todo lo puede.
Hombre 1: Tu nombre en medio de la noche
escrito por tus barcos
sobre el costado de la mar.
Hombre 2: El mar de tu saliva.
Hombre 1: La mar de tu saliva.
Hombre 2: Y me despierto en medio de la noche.
Hombre 1: Y me despierto en medio de la nada.
Hombre 2: Y la distancia es un suspiro.
Hombre 1: Y la distancia es el segundo
que tardo en pronunciar tu nombre.
Hombre 2: En acompañar tu nombre
con la corona de rosas
de las ocho espinas de un te-quiero.
Hombre 1: Son ahora dos gaviotas, amor.
Hombre 2: Siempre fueron dos gaviotas, amor.
Hombre 1: Y un mar.
Hombre 2: Y una noche.
Hombre 1: Y un caballo y una grupa
y las olas que terminan por inundar
los canales de tus besos.
Hombre 2: ¡Ay, ay, ay!
Tres besos anudados a tu oreja
como tres pendientes de diamantes.
Hombre 1: Odio el brillo frío de los diamantes.
Hombre 2: Vivo en el tacto frío de los diamantes.
Hombre 1: ¿No oyes este silencio, amor?
ha sido un segundo. Tan solo un segundo.
Hombre 2: Demasiado tarde para tener dudas.
Hombre 1: Demasiado tarde para tener oídos.
Hombre 2: Es la sirena que anuncia
que el barco ha llegado al puerto.
Hombre 1: Que ha abandonado el hilillo
blanco de estrellas que he dibujado
en la planta de tus pies.
Hombre 2: Es la sirena de siempre, amor.
La misma sirena de siempre.
Hombre 1: Una sirena que grita a los cuatro vientos
la muerte de las gaviotas ciegas,
la anunciada muerte de sus desvelos.
Hombre 2: Una sirena que descuelga
de los planetas el rojo y el azul
de un nuevo amanecer a tu lado.
Hombre 1: Pero aún es de noche, mi amor.
¡Abrázame, que tengo frío!
Hombre 2: Tú siempre tienes frío,
a pesar de que tu aliento
es de volcán y de lava.
Hombre 1: A pesar de que las montañas
tiemblan como un niño perdido
entre los helechos de sus distancias.
Hombre 2: Tres barcos acaban de amarrar
sus robustos brazos de arena
en el puerto. Todo es blanco
y las sirenas, por fin, han enmudecido.
Hombre 1: Justo después del último cañonazo.
Hombre 2: Justo después del último suspiro.
Hombre 1: Se me ha caído la pluma
de entre los dedos mientras dormía.
Hombre 2: Y el estruendo ha sido tal
que aún rebota en el círculo
imperfecto de tus lóbulos.
Hombre 1: Devuélveme los pies
y las manos y ese pedazo de corazón
que se te ha quedado entre los dientes.
Hombre 1: Te toco las alas, amor,
y te ríes lleno de cosquillas,
abriendo tu boca de volcán.
Hombre 2: Te acaricio las alas, amor,
y te vuelves liviano como una pluma,
como el tacto desafiante de una pluma.
Hombre 1: Esa pluma que calló
en medio de la noche.
Hombre 2: Esa pluma que no puede
ser más que un beso tatuado
en el cuenco de tus manos abiertas.
Hombre 1: Ya están aquí los barcos, amor.
Ya están aquí las gaviotas.
Ya están aquí las sirenas
y el mar que ha perdido su nombre.
Hombre 2: Ya están aquí las cajas
que han encontrado, por fin, su esquina.
Hombre 1: Y el rincón perfecto
para su geometría aburrida,
llena de lugares comunes
y de dobladillos desgastados
por el uso de tantas olas.
Hombre 2: Y todo huele a ti,
a este olor de multitud
y de noche en medio del mar.
Hombre 1: Un olor profundo, de árbol
que conoció el tacto
de la lengua de los dinosaurios.
Hombre 2: Y entonces calla de nuevo la pluma.
Y entonces cae de nuevo la pluma.
Hombre 1: Y todo es silencio.
Hombre 2: Y todo es un estruendo acompasado.
El corazón que ha vuelto a latir.
Hombre 1: Nuestro corazón que ha vuelto a latir.
Hombre 2: Me equivoqué: son dos barcos.
Hombre 1: Me equivoqué: son dos gaviotas.
Hombre 1: Me equivoqué: una sola estela.
Hombre 2: Me equivoqué: un solo vuelo.
Hombre 1 y 2: Una misma noche
Un solo día.
La misma pluma compartida.
El mismo aliento que da la vida.
Una misma arena.
El mismo horizonte de espejos turbios.
Una misma caricia.
Cuatro pies, dos barcos y dos gaviotas.
Y un mismo cuerpo.
El mismo mar sonriente en medio de la noche.
Para siempre.
Desde nunca.
Para siempre. Para siempre. Para siempre.