En los primeros brotes de la primavera madrileña se nos ha muerto, como del rayo, Patricia Crespo, con quien tanto trabajamos e investigamos, así como reflexionamos acerca de la relación entre la ciencia y la sociedad en esta España nuestra. Sólo tenía cuarenta y nueve años y un tumor brutal la ha derribado. Profesora Titular de la Universidad Complutense en el Instituto de Magnetismo Aplicado, brillante investigadora en ámbitos punteros de la ciencia , de las tecnologías y de sus aplicaciones: los materiales magnéticos, amorfos y nanocristalinos, las nanopartículas magnéticas y sus aplicaciones, Se había especializado en técnicas de síntesis, como aleado mecánico, enfriamiento ultrarrápido, o rutas químicas, y de caracterización de materiales, como calorimetría diferencial de barrido, difracción de rayos X, espectroscopía Mössbauer y magnetómetros, entre otras, era co-autora de dos patentes, sobre nanopartículas de metales nobles y un dispositivo para monitorización in situ de la evolución del cultivos celulares, y formó parte del equipo galardonado con el II Premio Talgo a la Innovación. Tuve la oportunidad y la satisfacción de hacer un tramo vital en su compañía, trabajando codo a codo en el Comité Asesor en Radiofrecuencias y Salud (CCARS), donde yo ostentaba la presidencia y ella la secretaría ejecutiva. En aquel espacio intentamos informar a la sociedad sobre posibles riesgos desde planteamientos de interdisciplinaridad, al tiempo que desde dentro compartíamos compromiso, respeto mutuo y sincero aprecio, muy mucho más allá de cualquier disenso ideológico o político. En aquel espacio empecé a admirarla y de pronto este manotazo duro, este golpe helado, este hachazo invisible y homicida. Todos los que te conocieron, Patricia, te van a echar mucho de menos. Yo también.