Institutos Universitarios

Sobre el actual sistema de pagos internacionales y sus alternativas

Por Andrea Carrera

01/04/2025

Resumen: 

 

El actual sistema de pagos internacionales, cuyos orígenes se remontan a la Conferencia de Bretton Woods en 1944, ha llegado a un punto de inflexión sin precedentes históricos. Los países BRICS+ han anunciado en varias ocasiones su proyecto de estudio,  un sistema de pagos alternativo basado en el uso de una moneda común para llevar a cabo las transacciones internacionales. Para arrojar luz sobre el tema, presento en esta breve contribución los resultados de mi investigación sobre los desórdenes monetarios internacionales en la actualidad y las dos posibles reformas que cualquier país del mundo podría llevar a cabo para mejorar sus técnicas bancarias.

 

 

El pasado mes de octubre, a orillas del río Volga, en la ciudad tártara de Kazán, en Rusia, tuvo lugar la XVI cumbre de los países BRICS+. A lo largo del tiempo, al grupo originalmente formado en 2006 por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica (cuyo acrónimo fue pensado por el economista de Goldman Sachs Jim O’Neill), se han ido sumando Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Etiopia e Irán (de ahí el “más” que sigue al acrónimo). A la cumbre también tomaron parte representantes de otros países, incluso Turquía, Bolivia y Venezuela. En su conjunto, los BRICS+ cuentan con alrededor del 35% del PIB mundial y un 45% de la población del planeta. 

Por su peso en las relaciones económicas y en las políticas internacionales, la unión de los países BRICS+ atrae la atención de los países occidentales en creciente medida. Esto ocurre, con mayor razón, debido al hecho de que se hace insistente, dentro del nuevo bloque, la idea de reformar el sistema de pagos entre los países miembros. Ya en 2009, el año de la primera cumbre de los BRICS, el Gobernador del Banco Central de China, en una intervención para el Banco Internacional de Pagos (Bank for International Settlements, BIS), defendió la posibilidad de que se adopte una moneda internacional de nueva creación para llevar a cabo los pagos monetarios entre países. En enero de 2023, las Presidencias de Argentina y de Brasil declararon su aval a un “proyecto” de creación de una moneda común entre ambos países, el Sur, para luego extender su uso a otros países. Según sostuvieron los dos políticos, la moneda común no sustituiría las monedas nacionales. De hecho, su adopción serviría exclusivamente para llevar a cabo las transacciones monetarias entre países, por lo que dicha moneda sería, a todos los efectos, una moneda internacional. La iniciativa fue tomada con escepticismo por un importante número de observadores. En la reciente cumbre de Kazán, se ha hablado de los posibles avances en la relación entre bancos centrales para llevar a cabo los pagos interbancarios entre los residentes de los países BRICS+ sin pasar por el mayor sistema de pagos usado en la actualidad, el SWIFT (del inglés Society for Worldwide Interbank Financial Telecommunications), dominado por el dólar de Estados Unidos.

Es cierto que, de momento, los países BRICS+ no han definido todavía la arquitectura de un potencial sistema de pagos alternativo. Tampoco parece que conozcan en detalle las características que debería tener una moneda internacional. Por lo cual, voy resumiendo aquí el origen de la idea sobre la creación de una moneda internacional a nivel histórico, poniéndola en relación con el actual sistema de pagos internacionales y sus posibles reformas.

El plan más conocido respecto a la creación de una moneda internacional para llevar a cabo los pagos entre países se remonta a los primeros años cuarenta del siglo pasado, por parte del economista británico John Maynard Keynes. Keynes propuso la creación de una Unión de Compensación Internacional (ICU, del inglés International Clearing Union). El ICU adoptaría una moneda internacional de nueva creación denominada bancor.

Aquella fue la época del abandono del antiguo sistema monetario, el patrón oro o Gold Standard. Keynes estaba en contra de ese sistema, respaldado por estadistas como Winston Churchill (léase por ejemplo el Tract on Monetary Reform de 1923). La estabilidad de los precios del oro eran la razón principal del éxito del patrón oro. Su abandono por parte de los países coincidió con el desarrollo de la técnica de banco central y la intervención a favor de las monedas nacionales a través de la fluctuación de los tipos de cambio. Keynes intentó atraer la atención de los expertos de la época hacia los problemas relacionados con los pagos internacionales. En particular, lo hizo tomando el ejemplo de las reparaciones de la Primera Guerra Mundial en el libro Las Consecuencias Económicas de la Paz, un verdadero ataque al Tratado de Versalles del 28 de junio de 1919 y a los Acuerdos de Londres de 1921, que condenaban a Alemania a asumir los costes de la guerra. Keynes identificó dos problemas: el “Budgetary problem” y el “Transfer problem”, objetos de debate entre el economista británico (Keynes 1929) con Ohlin (1929a, 1929b) y Rueff (1929) en The Economic Journal. Unos años más tarde, el economista británico empezó a desarrollar la idea de una moneda internacional.

Pese a la potencialidad innovadora de la idea de Keynes, su plan presentaba algunas debilidades. Por ejemplo, se atribuía un valor al bancor en términos del oro. Los miembros hubieran pagado sus importaciones aportando oro en el ICU, algo que no era necesario. De hecho, con el shock anunciado por el presidente Nixon en 1971, se hizo evidente que los sistemas monetarios pueden deshacerse por completo de cualquier vinculación con el oro y otros metales o activos físicos, debido a la naturaleza puramente nominal de la moneda bancaria. Además, no quedaba suficientemente clara la arquitectura del sistema de los dos circuitos, nacional e internacional. En ese sentido, no se precisaba el rol de cada banco central ni el papel del ICU a la hora de permitir la homogeneización de las monedas nacionales a través del bancor sin que hubiese solapamiento entre los dos circuitos. De hecho, ese sistema funcionaría solo si el bancor finalmente se hubiese usado de manera exclusiva en el espacio monetario internacional, sin añadirse nunca a las monedas nacionales, sino sustituyéndolas. Por último, se concebía el bancor como una moneda de reserva, lo que también es criticable, ya que hoy en día conocemos el carácter especulativo de las reservas monetarias y los problemas que ellas generan, desde guerras comerciales hasta el peligro inflacionista. 

Los británicos, representados por Keynes, propusieron el plan en la conferencia de Bretton Woods en el verano de 1944. Fue un fracaso. Como es notorio, prevaleció el plan del Director del Departamento del Tesoro de Estados Unidos, Harry Dexter White (véase los libros escritos por Moggridge, Skidelsky y Steil)1. Con el fin del Imperio Británico, el plan Keynes no estaba respaldado por un poder político suficientemente fuerte. En ese momento no se llegó a crear una moneda internacional, pese a las diferentes propuestas de reforma del sistema de pagos avanzadas a lo largo del siglo XX (véase, por ejemplo, las de Ernst Friedrich Schumacher [1943], Robert Triffin [1960], Maxwell Stamp [1963]). El dólar de Estados Unidos se convirtió en la moneda nacional comúnmente utilizada en las transacciones internacionales. Hoy en día, aunque su peso haya disminuido, el dólar de Estados Unidos sigue siendo la moneda principalmente usada en las transacciones internacionales, junto con unas pocas más, como el euro.

¿Qué implica el uso de una moneda nacional como el dólar en los pagos internacionales?

Una primera consecuencia de los pagos entre países es el fenómeno de la duplicación, que tiene lugar cuando un país con moneda de reserva paga sus importaciones (comerciales y financieras)2. Pongamos por ejemplo el caso de España, país cuya moneda se suele aceptar para llevar a cabo los pagos en los mercados internacionales. Cada vez que los residentes en España (hogares, empresas y administraciones públicas) efectuamos pagos hacia otro país (en concepto de transferencias de dinero, inversiones directas en el extranjero o importaciones netas), nuestros ahorros en las cuentas bancarias se ven reducidos, a la vez que se constituyen créditos a favor del sistema bancario del país de destino. Por lo que la cantidad de depósitos bancarios en España permanece inalterada respecto a la situación anterior a los pagos. Simultáneamente, el pago procedente de España da lugar a una serie de operaciones contables en el país de destino. De hecho, en este último se contabilizan euros como concepto de reservas de moneda extranjera (un activo de su sistema bancario). A la vez, se les acredita a los beneficiarios finales (hogares, empresas y administraciones públicas) en su moneda nacional (un pasivo de su sistema bancario).

Este fenómeno explica, en parte, la acumulación de reservas de moneda extranjera por parte de los países. Por ejemplo, véase la siguiente tabla, que muestra la situación de los BRICS+. Destacan las reservas de China, gran exportador mundial:

Tabla 1. Las reservas de moneda extranjera (sin el oro) en los países BRICS+ en 2023

 

Importe

Porcentaje

Brasil

346.424

6,99

Egipto

24.696

0,50

Emiratos Árabes Unidos

184.551

3,73

Etiopía

1.056

0,02

Rusia

442.537

8,93

India

574.509

11,60

China

3.301.320

66,64

Irán

25.053

0,51

Sudáfrica

54.176

1,09

Total

4.954.322

100

Fuente: elaboración propia a partir de Lane y Milesi-Ferretti (2024). Datos en millones de dólares de EE. UU. corrientes.

En líneas generales, un país beneficiario de pagos en términos netos acumulará reservas. Al disminuir las exportaciones, también disminuirán las reservas de moneda extranjera. Un caso significativo es el de Bolivia, cuyas reservas han llegado a niveles relativamente bajos (241 millones de dólares en 2023). Es cierto, sin embargo, que es posible explicar el incremento en las reservas también en la medida en que un país se ha endeudado hacia el exterior. Es el caso de Argentina, que ha sido beneficiaria de préstamos elevados por parte del Fondo Monetario Internacional (FMI).

Las reservas constituyen un duplicado de las monedas (prevalentemente dólares, euros y otras pocas monedas) de los países que efectúan los pagos, alimentando un capital financiero que da lugar a inflación en el país beneficiario y que tiene carácter especulativo, ya que este se suele usar para influenciar el tipo de cambio a través de la inversión de las reservas en el mercado de divisas. Además, el sistema bancario que efectúa los pagos sigue endeudado en términos monetarios hacia el sistema bancario de otro país3. 

Debido a la arquitectura del actual sistema de pagos internacionales, es posible teorizar un endeudamiento exterior de los países importadores netos que resulta mucho más elevado que su nivel justificable por la acumulación de déficits de cuenta corriente y la variación de las reservas de moneda extranjera y de oro. En un estudio publicado por el Seoul Journal of Economics (véase Carrera, Cárdenas y Mazoni (2023)), se realiza un estudio empírico sobre ese tipo de deuda en Asia del este (véase también Carrera, 2021a, 2021b)4. 

El pago de las importaciones globales (comerciales y financieras) netas en los países que no disponen de una moneda de reserva provoca la formación de una deuda soberana –teorizada por Bernard Schmitt en 2014– que no es de ningún residente en particular, sino de todo el país en su conjunto (de su sistema bancario). Es decir, el uso de una moneda nacional como moneda internacional provoca el endeudamiento de los países que tienen que recurrir a préstamos del exterior para pagar sus importaciones netas.

Este contexto requiere una reflexión muy profunda sobre el sistema monetario internacional en el que vivimos que pueda ser de utilidad a todos los países, independientemente de su ideología. ¿Cuáles las posibles alternativas? 

Una posible reforma del sistema monetario internacional pasa por la integración monetaria entre países a través de la intermediación de un banco central común a todos ellos. Este banco tiene que emitir su propia moneda para que esta sustituya a las monedas nacionales, pero en ningún momento esta moneda del banco central tiene que usarse dentro de los sistemas bancarios nacionales. Cada país sigue gestionando su propia moneda a través de los bancos comerciales y su banco central nacional mientras el banco central común se encarga de hacer de intermediario para vehicular los pagos entre países, garantizando que los pagos procedentes de un país siempre se equivalgan a los pagos hacia ese mismo país. El banco central común lleva a cabo, en otros términos, lo que hoy conocemos como sistema de compensación y liquidación de pagos, que existe a nivel nacional, pero no se aplica a los pagos internacionales. Las transacciones comerciales netas en un sentido (por ejemplo, las importaciones netas de bienes y servicios) se equivalen a transacciones financieras en sentido opuesto (por ejemplo, exportaciones de acciones, obligaciones, etc., es decir, un derecho sobre la producción futura del país importador comercial neto).

Con Alvaro Cencini, llegué a formular una propuesta de reforma del sistema internacional de pagos entre bloques de países que se fundamente en dicho sistema –bloques que hemos llegado a llamar Áreas Monetarias Integradas de Compensación (CIMAs, del inglés Clearing Integrated Monetary Areas) (véase Carrera y Cencini [2024], Carrera [2024] y Carrera, Cárdenas y Mazoni [2023])5. En el momento de constitución de cada CIMA, los países se pondrán de acuerdo sobre el tipo de cambio entre las monedas nacionales y la moneda del banco central común. Los cambios, luego, se quedarán estables (modificables, si los países lo admiten, para ayudar a algún país en dificultades).

También hay que añadir que existe otra posible alternativa (véase Schmitt 2014, Schmitt 2017, Cencini 2017, Cencini 2023, Carrera y Cencini 2024, y Bradley, Carrera, Cencini, Gnos y Rossi 2025). Sería posible una reforma llevada a cabo por cada banco central nacional sin contar con la cooperación de las instituciones centrales de otros países. De esta forma, cada país podría protegerse de los problemas previamente mencionados y obtener un beneficio equivalente al coste que sufre en la actualidad.

Sea la que sea la alternativa adoptada, a diferencia de hoy en día, los cambios serán estables y no habrá formación alguna de reservas. Sobre todo, no habrá formación de deuda soberana6.

 

[1]  Acusado de ser espía soviético, fue encontrado muerto en Fitzwilliam, Nuevo Hampshire a los pocos días de testificar ante el Comité de Actividades Antiestadounidenses en 1948. Keynes ya había fallecido dos años antes por un ataque cardíaco.

[2]  Un fenómeno ya destacado por Rueff (1963).

[3]  El proceso de pago es aún más complicado en el caso de que el país no pueda pagar con su propia moneda. En ese caso, tendrá que procurar las monedas de reserva necesarias para llevar a cabo los pagos.

[4]  Otro estudio, aplicado a los países europeos, está en revisión por pares.

[5]  Sobre la integración monetaria se ha escrito mucho. Véase, por ejemplo, los estudios de Robert A. Mundell (1961), J. Marcus Fleming (1962), Ronald I. McKinnon (1963, 2005), Peter Kenen (1969) y Paul De Grauwe (1992). En nuestro estudio llevamos a cabo una revisión profundizada de dicha literatura.

[6]  Al respecto, también destacan los estudios de Sergio Rossi.