Incrementar el gasto en Defensa: ¿oportunidad u obligación para España?
24/02/2025
Resumen:
Con el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca los compromisos de incremento del presupuesto en defensa cobran mayor relevancia. En este texto se analiza ese aumento en el gasto militar desde diferentes perspectivas. Además, sitúa el foco en el caso de España para aportar en los debates actuales.
El 2% del PIB en defensa, establecido por la OTAN en 2014, ha ganado relevancia, especialmente tras la invasión de Ucrania por Rusia. Impulsado por EE.UU., busca que Europa asuma más responsabilidad en su seguridad. Con el regreso de Donald Trump, la presión para aumentar este porcentaje ha crecido, incluso planteando un el 5% del PIB. En este contexto, ¿es realmente conveniente para España elevar su gasto a ese nivel?
El 2% del PIB en defensa es más un compromiso político que una garantía de seguridad. Adoptado en la cumbre de Gales de 2014, tras la anexión de Crimea por Rusia, busca reforzar la disuasión de la OTAN. Sin embargo, su efectividad depende de una inversión eficiente. Para España, el reto no es solo aumentar el presupuesto, sino rediseñar su modelo de gasto para responder mejor a las amenazas actuales y alinearse con la seguridad europea. Lo crucial no es cuánto se gasta, sino cómo se invierte.
- La seguridad en el mundo global va más allá del concepto tradicional de la Defensa
La necesidad de invertir en seguridad depende de las amenazas que enfrenta un país. Tradicionalmente, el gasto en defensa se centraba en la protección militar, pero la globalización ha introducido amenazas híbridas que combinan factores militares, tecnológicos y económicos. La seguridad ya no se limita a la defensa exterior, sino que abarca un enfoque más amplio. Estas amenazas involucran áreas que afectan a más gastos que los de armamento militar y del Presupuesto del Ministerio de Defensa. Por ejemplo, en el caso de España estarían involucrados en las nuevas amenazas globales:
✔ Ciberseguridad, guerra de información y espionaje tecnológico, fundamentales en un mundo digitalizado, que amenazan infraestructuras críticas. (Ministerio del Interior y Defensa)
✔ Control de fronteras y lucha contra el crimen organizado y el terrorismo, que desestabilizan la seguridad interna. (Ministerio del Interior, Ministerio de Hacienda- vigilancia aduanera)
✔ Resiliencia ante pandemias y amenazas biológicas, como quedó demostrado con la crisis del COVID-19. (Sanidad y Defensa)
✔ Seguridad energética e industrial, clave para reducir la dependencia de actores externos como Rusia o China. (Industria y Comercio Exterior)
✔ Crisis migratorias y conflictos, que requieren una estrategia combinada de seguridad y diplomacia. (Interior, Guardia Civil, Asuntos Sociales, Asuntos Exteriores, Defensa)
✔ Cambio climático y estabilidad geopolítica, ya que el cambio climático puede generar nuevas crisis migratorias y conflictos por recursos. (Medio Ambiente y Asuntos Exteriores)
Además, España, por su posición geopolítica, enfrenta, desafíos específicos en el flanco sur de Europa, como la inestabilidad en el Mediterráneo y el Sahel. Por ello, más que enfocarse en alcanzar un porcentaje de gasto en defensa respecto del PIB, debe priorizar una inversión estratégica en capacidades que fortalezcan tanto su seguridad exterior como interior. Mas importante que cuánto se gasta es cómo y en qué se gasta. Aquí ocurre lo mismo que en otros gastos públicos, pero veamos cuales son las peculiaridades del gasto en seguridad.
- Desde el punto de vista del análisis económico ¿cuál es el nivel eficiente de gasto en seguridad?
El gasto en seguridad es un bien público, ya que su consumo no es excluyente ni rival. Según Samuelson (1954), su producción eficiente sigue una función aditiva: todos se benefician de la suma del esfuerzo colectivo. La OTAN, creada para la defensa mutua frente a amenazas externas, basa su estrategia en la disuasión, cuya efectividad depende de la tecnología empleada. Así, la defensa colectiva de la OTAN sigue un modelo de producción aditiva, donde la seguridad resulta de la contribución conjunta de sus miembros.
En base a los desarrollos de la teoría de bienes públicos posteriores a Samuelson (Hirshleifer, 1983, Corner y Sandler, 1996, Sandler 2006) Según el tipo de amenaza, se pueden identificar tres modelos de producción de seguridad:
- Eslabón más débil (Weakest-link): La seguridad global depende del país que menos invierte o se defiende peor (Q = min (q1, q2, …, qn)). Se aplica a amenazas como terrorismo, cibercrimen, pandemias y crimen organizado. La vulnerabilidad de uno afecta a todos. Solución: inversión en ciberdefensa, IA aplicada a seguridad y sistemas de vigilancia.
- Mejor esfuerzo (Best-shot): La seguridad del grupo depende del país con mayor capacidad tecnológica (Q = max (q1, q2, …, qn)). Se aplica a amenazas como armas hipersónicas, destrucción masiva y guerra espacial. Aquí no es clave quién gasta más, sino quién es más eficiente. Solución: inversión en hipersónica, defensa cuántica, radares avanzados y misiles antiaéreos.
- Tecnología aditiva: La seguridad total es la suma de las contribuciones de cada país (Q = ∑ (q1, q2, …, qn)). Se aplica a conflictos tradicionales, invasiones y misiones internacionales de paz. Solución: inversión en defensa colaborativa, redes de inteligencia y programas europeos de seguridad compartida, donde el tamaño y la capacidad conjunta juegan un papel clave.
Los economistas suelen aislar variables en sus modelos, pero en la realidad los distintos factores interactúan simultáneamente. La guerra en Ucrania ha evidenciado cómo las amenazas híbridas y militares no solo coexisten, sino que se refuerzan mutuamente. El conflicto combina combates convencionales (tanques, misiles, drones), ciberataques a infraestructuras críticas, desinformación y presión económica y energética sobre los aliados. Además, ha intensificado y extendido a Europa la guerra económica entre China y EE.UU. iniciada ya en la anterior legislatura de Trump. Las sanciones y barreras comerciales han convertido la economía en un arma estratégica.
La invasión de Ucrania por Rusia, sumada a otros conflictos globales, ha generado un escenario volátil e incierto. La situación actual es confusa y errática, sin una dirección clara. Ante este contexto, es fundamental analizar con cautela cada decisión, dado el impacto que puede tener en la estabilidad geopolítica y económica mundial.
Los conflictos actuales afectan a todos los continentes. En Europa, la guerra Rusia-Ucrania sigue en curso. En Asia, persisten las tensiones entre China y Taiwán, Corea del Norte y Corea del Sur, además de disputas en el Mar de China Meridional y el Himalaya. África enfrenta crisis en el Sahel, Etiopía-Eritrea-Tigray y la República Democrática del Congo. En Medio Oriente, los conflictos Israel-Palestina, Irán-Arabia Saudita y la guerra en Yemen agravan la inestabilidad. América Latina y Centroamérica lidian con el crimen organizado y el narcotráfico. A esto se suman el terrorismo global, ciberataques de potencias como Rusia, China, Irán y Corea del Norte, y la intensificación de la guerra económica entre grandes bloques, lo que incrementa la complejidad de la seguridad internacional.
Estos conflictos tienen profundas implicaciones estratégicas, económicas y humanitarias, reflejando rivalidades entre grandes potencias (EE.UU., China, Rusia) y la lucha por recursos escasos como el agua, tierras fértiles y minerales estratégicos, incluidas las tierras raras.
¿Es la solución aumentar el gasto en defensa? La respuesta no es tan simple. Enfrentar estos desafíos exige una combinación de cooperación internacional, diplomacia y políticas económicas que reduzcan el impacto en las poblaciones civiles. La clave no está solo en reforzar el poder militar, sino en evitar que la única opción sea recurrir a las armas.
¿Debe España ceder a las presiones de incrementar el gasto en Defensa?
Desde su transición democrática, España ha mantenido un delicado equilibrio entre modernizar sus fuerzas armadas y responder a las exigencias internacionales sin comprometer la economía del bienestar. Debe garantizar un gasto en seguridad suficiente para la profesionalización militar y la modernización del equipo, pero evitando la percepción de una economía militarizada. Para ello, ha recurrido a estrategias como el aplazamiento del gasto, su redistribución en otros ministerios o sistemas de financiación alternativos (Valiño, 2015). Como resultado, el gasto real en seguridad es mayor de lo que reflejan las cifras oficiales.
El uso del porcentaje del PIB como indicador de esfuerzo militar en la OTAN requiere una definición homogénea de sus componentes. Sin embargo, el PIB varía según su cálculo en cada país. Desde 2014, la UE incluye actividades ilegales como el tráfico de drogas o la prostitución, representando entre el 0,2% y el 2% del PIB, mientras que EE.UU. las excluye. Esta diferencia distorsiona las comparaciones, ya que inflar el denominador reduce artificialmente el porcentaje de gasto en defensa. Además, estas actividades no solo no contribuyen a la seguridad, sino que la amenazan, por lo que sería necesario replantear esta metodología.
En cuanto al numerador, la OTAN define el gasto en defensa de manera amplia, incluyendo todo lo necesario para una posible confrontación armada. En la cumbre de la OTAN en Madrid el 29 de junio de 2022, se estableció un nuevo concepto estratégico basado en disuasión y defensa, gestión de crisis y seguridad cooperativa. Y en las estadísticas del gasto en Defensa de los países de la OTAN se enumera con detenimiento las partidas que considera incluibles en este concepto. A los gastos recogidos en el presupuesto del Ministerio de Defensa se suman “otras fuerzas” armadas: tropas con entrenamiento militar -guardia civil, fuerzas policiales nacionales, gendarmería, carabinieri, guardacostas, etc.-; pagos de pensiones realizados directamente por el gobierno a militares retirados y a empleados civiles de departamentos militares; costos de investigación y desarrollo (I+D) incluidos los de los proyectos que sin éxito y la contribución neta de cada país al gasto en la infraestructura común de la OTAN.
Fuente: OTAN 2025
La formación de estas estadísticas se efectúa a partir de la información remitida por cada país miembro. España computa a la baja en comparación con otros países, dando preferencia a una imagen menos belicista.
¿Dónde infravalora España su gasto? -Al margen del sistema contable seguido para el cómputo de los Grandes Programas de Armamento. En las siguientes partidas:
- En 2013/14 dejó de incluir el gasto de la Guardia Civil relacionado con funciones de seguridad interna (ej.: lucha contra el crimen, tráfico de drogas) o áreas que podríamos considerar de defensa exterior como el control de fronteras. Mientras que Francia e Italia mantienen un porcentaje de sus gastos en seguridad interior. A partir de 2013, solo se incluyen en el cálculo de la OTAN la participación de la Guardia Civil en operaciones en el exterior que pasan a través del Ministerio de Defensa (p.e, entrenamiento de policías en misiones internacionales o apoyo en protección de instalaciones militares).
- No se incluyen los gastos en pensiones, que se tramitan a través de la Seguridad Social. Sí los gastos de las fuerzas de reserva que se tramitan a través del Ministerio de Defensa. Estados Unidos incluye aquellas partidas directamente relacionadas con pensiones de militares retirados o beneficios claramente vinculados a su condición militar. Aunque en el conjunto del gasto militar de USA sea una partida pequeña, en el caso español podría ser una cifra más importante. Es cierto que su inclusión daría lugar a una mala información de los que son gastos “efectivos” o “eficaces”, pero sí forman parte de los costes de la seguridad.
- Y por último están los gastos de I+D en defensa que no se incluyen, en todo caso, hasta la compra de los equipos y con dudas de que efectivamente lleguen a incorporarse en su totalidad.
Mas allá del porcentaje del gasto sobre el PIB, lo que importa es la calidad y la composición de ese gasto. Y en este sentido es más interesante la recomendación de la OTAN de dedicar al menos un 20-30% del gasto en defensa a equipamiento, e incrementar especialmente lo destinado a tecnologías emergentes como inteligencia artificial, ciberdefensa y sistemas autónomos.
No basta con incrementar el presupuesto; lo crucial es garantizar que el gasto sea eficiente y bien distribuido. Esto incluye invertir en capacidades clave, evitar duplicidades, tanto internas como externas, y fomentar la interoperabilidad entre aliados. Algunos aspectos específicos que España debe considerar son:
- Fortalecer la industria nacional: La defensa española enfrenta retos como la fragmentación industrial y la baja inversión en I+D. Para abordarlos, es crucial integrar PYMEs en consorcios internacionales, fortalecer la colaboración entre universidades e industria y asegurar un presupuesto estable. Asimismo, España debe diversificar mercados y ampliar su alcance fuera de la UE, aprovechando su experiencia en sectores estratégicos como naval, ciberdefensa, UAVs y espacio, fortaleciendo así su competitividad global.
- Adaptarse a las amenazas actuales: En un entorno donde las amenazas tradicionales coexisten con desafíos híbridos como ciberataques, terrorismo, crimen organizado y cambio climático, España debe priorizar áreas clave como ciberseguridad, inteligencia artificial aplicada y biotecnología militar. Además, debe potenciar sus capacidades en sectores donde ya tiene ventaja competitiva, como sistemas de mando y control, naval y aeroespacial, mientras participa en consorcios europeos para no quedar rezagada en ámbitos estratégicos.
- Fomentar la autonomía estratégica europea: Como miembro de la UE, España desempeña un papel clave en la construcción de la autonomía estratégica europea. Para ello, debe desarrollar capacidades tecnológicas propias, fortalecer la cooperación entre Estados miembros y establecer mecanismos de respuesta rápida ante crisis. Además, puede liderar iniciativas en ciberseguridad, aprovechando su experiencia en la protección de infraestructuras críticas, y fomentar una diplomacia activa que refuerce la cohesión interna de la UE antes de expandirse globalmente.
¿Cuándo es positivo aumentar el gasto en seguridad?
Un incremento responsable y bien gestionado del gasto en defensa puede aportar beneficios económicos y estratégicos:
- Efecto multiplicador: La industria de defensa, altamente tecnológica e innovadora, impulsa el crecimiento económico y la competitividad nacional. (Valiño, Coz y Acosta, 2019)
- Reducción de dependencia externa: Fortalecer la industria europea de defensa disminuye la vulnerabilidad ante actores externos en tiempos de incertidumbre geopolítica.
- Competitividad global: Mejorar las capacidades industriales permite a España posicionarse como un socio clave en proyectos colaborativos internacionales.
En conclusión, España no debe aumentar el gasto en defensa solo por presión externa, sino con un enfoque estratégico que garantice eficiencia e inversión en capacidades clave. Más que alcanzar el 2% del PIB, lo esencial es una combinación equilibrada de inversión en tecnología, fortalecimiento industrial y cooperación internacional para garantizar la seguridad nacional y la estabilidad regional.