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Astronomics: la creciente importancia de la astroestrategia y de economía del espacio exterior

Thomas Baumert

20/09/2024

Resumen: Las actividades económicas relacionadas con el espacio exterior han alcanzado un volumen sin precedentes. Pero las características técnicas inherentes al sector espacial, la concurrencia de instituciones y los intereses civiles y militares complican la coordinación de los agentes espaciales. Nos hallamos ante una nueva carrera espacial cuyas dimensiones apenas atisbamos aún a calibrar.

 

Astronomics: la creciente importancia de la astroestrategia y de economía del espacio exterior

 Las actividades económicas relacionadas con el espacio exterior han alcanzado un volumen sin precedentes, habiéndose convertido en uno de los sectores con mayor pujanza y potencial de expansión. Los presupuestos públicos de este ámbito han rebasado su anterior máximo —correspondiente a la “era Apolo” de los años sesenta—, superando actualmente en el conjunto de la OCDE los 75.000 millones de dólares, el equivalente al 0,1% de su PIB (OCDE, 2023). A ello se añade que la inversión privada (entonces insignificante) se ha incorporado con fuerza al sector, tanto por la entrada de grandes capitales ("Blue Origin" de Jeff Bezos, "Virgin Galactic" de Richard Branson y "SpaceX" de Elon Musk), como —habida cuenta los decrecientes costes de entrada— de un gran número de empresas de menor renombre (entre las que se encuentran también varias españolas).

Sin embargo, lo anterior no debe eclipsar el hecho de que, si bien las colaboraciones público-privadas son cada vez más relevantes en este campo, y el privado continúa ganando en importancia, el agente principal en la economía espacial sigue siendo el sector público. Y, según la OCDE (2019), el papel de las inversiones gubernamentales en el desarrollo de actividades espaciales es una tendencia que probablemente continuará en la próxima década, a pesar de la creciente participación del sector privado. En consecuencia, en las economías del G20, los agentes gubernamentales seguirán desempeñando un papel clave en la economía espacial como inversores, desarrolladores, propietarios, operadores, reguladores y clientes. Los recientes intentos de aterrizar vehículos controlados en la luna por parte de China, Japón e India son un buen ejemplo ilustrativo de esta realidad. Pero, como ya se ha dicho, los gobiernos también se asocian cada vez más con el sector privado (por ejemplo, la NASA con SpaceX), para el desarrollo conjunto de productos y servicios espaciales, financiando la ciencia básica y aplicada, así como la investigación y el desarrollo, y la adquisición de productos y servicios espaciales. Todo ello ha llevado recientemente al Foro Económico Mundial a estimar —en un estudio llevado a cabo por la consultora McKinsey— el potencial volumen del sector en 1,8 trillones de dólares para el año 2035 (frente a los 630 mil millones dólares actuales).

 

Gráfico 1: La economía del espacio crecerá en la próxima década más deprisa que el PIB mundial nominal

 

Fuente: McKinsey (2024)

Aunque todavía no se dispone de indicadores económicos exactos relativos al sector del espacio exterior para muchos países, el valor medio de los presupuestos espaciales como porcentaje del producto interior bruto (PIB) se ha estimado en torno al 0,05% para el conjunto de las economías del G20, con Estados Unidos y la Federación Rusa invirtiendo más del 0,2% del PIB y Francia más del 0,1% (OCDE, 2019) Según el informe de la OCDE (2023) —que, sin embargo ya no publica datos sobre la Federación Rusa—, estos resultados son comparables a los de años anteriores (un hecho que puede explicarse porque los programas y proyectos espaciales suelen tener largos plazos de ejecución), aunque Arabia Saudí se perfila como un nuevo gran inversor notable. Pero, además, otras agencias espaciales nacionales, como la china CNSA, la japonesa JAXA, la india ISRO y la UAESA de Emiratos Árabes Unidos están intensificando sus esfuerzos espaciales. Y aunque la inesperada pandemia de Covid-19 interrumpió muchos de los programas en curso, provocando graves costes debido a las paradas forzosas (Coz & Valiño, 2021), ese efecto fue sólo a corto plazo.

 

Gráfico 2: Estimaciones presupuestarias del sector espacial en porcentaje del PIB (%)

Fuente: OECD (2023)

Sin embargo, los datos y avances recientes en la carrera espacial refuerzan la percepción de una tendencia acelerada de inversiones público-privadas, asociaciones y comercialización espacial, a medida que maduran las capacidades del sector privado y las organizaciones públicas transfieren más responsabilidades y riesgos a agentes no gubernamentales. Esto se asocia con transferencias tecnológicas al sector privado, desregulación y compras más amplias de servicios espaciales (por ejemplo, India y Corea están transfiriendo actualmente tecnologías y conocimientos técnicos sobre fabricación de satélites y lanzadores a agentes privados, y también la NASA está ampliando las compras de servicios a la exploración espacial).

La creación de una nueva rama del ejército estadounidense para el espacio exterior o los recientes intentos de aterrizar vehículos controlados en la luna por parte de China, Japón e India dan buena muestra de esta expansión en la que, además, se distinguen dos patrones claramente diferenciados: los basados en la cooperación internacional (como el caso de Europa o de la India con Francia) y los promovidos de forma estrictamente interna (a destacar los casos de China y Qatar). En consecuencia, parece lógico que un número creciente de países hayan querido sumarse a la nueva carrera espacial. Así, sólo en la última década se han registrado 17 nuevas agencias espaciales nacionales (hasta sumar un total de 71, siendo la de más reciente creación la española, con sede en Sevilla, puesta en marcha en 2023).

En consecuencia, en nuestro contexto europeo inmediato, la Agencia Espacial Europea (ESA) ha creado una unidad de Economía Espacial, que ha empezado a trabajar para mejorar la medición económica y recopilar y compartir las mejores prácticas en la evaluación del impacto socioeconómico en cooperación con el Foro Espacial de la OCDE, los Estados miembros de la ESA y las entidades gubernamentales pertinentes implicadas en el análisis económico y las estadísticas. Cabe, además, resaltar que Eurostat está trabajando —si bien aún en modo de prueba— en una base de datos sobre la economía del espacio europea.

Sin embargo, hay que tener en cuenta que la Astronomía debe entenderse desde sus inicios como un campo de investigación interdisciplinar, ya que se solapa fuertemente con otro ámbito de análisis, como es el de la defensa y la seguridad. Según el informe elaborado por TEDAE sobre la industria espacial española, “las Administraciones Públicas dedican recursos cercanos a los 500 millones de euros anuales en prestación de servicios y desarrollo de tecnología e infraestructuras espaciales, de los que las principales partidas corresponden a la aportación española a la ESA, a la UE y al Ministerio de Defensa” (TEDAE, 2019), habiendo facturando más de 12.000 millones de euros en 2022 (TEADE, 2024).

Pero, insistimos, esta dimensión económica (para la que hemos acuñado el término “astronomics”) rivaliza —a la par que se complementa y refuerza— con la militar, hasta el punto de que muchos expertos no dudan en afirmar que la “astroestrategia” supera ya en importancia a la geoestrategia clásica. Buena muestra de ello son las maniobras de “ataque y derribo” de satélites llevadas a cabo por China y Rusia bajo el manto de ensayar nuevas tecnologías para la destrucción de satélites obsoletos (por cierto, con la consiguiente multiplicación de la chatarra espacial, otro subsector de creciente importancia, OECD, 2024). Y el ataque de Rusia a Ucrania ha puesto de manifiesto absoluta vulnerabilidad de los sistemas de comunicaciones y de navegación —sean civiles o militares— ante inferencias a escala satelital (OECD, 2022). Es por ello, por lo que el viejo principio militar según el cual “quien ocupa la posición más alta tiene una posición dominante” resulta ser cierto también en el caso del espacio exterior. En consecuencia, no es exagerado afirmar que las nuevas fronteras a proteger por la OTAN y por las democracias occidentales se sitúan cada vez a mayor distancia de la tierra (NATO, 2024).

Concluyamos: existen indicios abrumadores que apuntan a que la economía espacial es uno de los sectores más dinámicos y prometedores en términos de crecimiento económico, que representa una opción estratégicamente crítica para el desarrollo de las economías avanzadas y de las democracias occidentales. Pero las características técnicas inherentes al sector espacial, la concurrencia de instituciones y los intereses civiles y militares complican la coordinación de los agentes espaciales (al igual que ocurre tanto en el caso del espacio aéreo como en el marítimo, sólo que con mayor intensidad). Cabe sospechar, pues, que la pugna por unas órbitas espaciales cada vez más concurridas acabe dando lugar a fricciones y disputas cada vez más intensas entre las partes concurrentes (y, desde el punto de vista empresarial, a importantes concentraciones de mercado). Lo que parece seguro afirmar que nos hallamos ante una nueva carrera espacial cuyas dimensiones apenas atisbamos aún a calibrar.