El teatro INTERSOC, a diferencia de otras formas de teatro social, se sitúa en una perspectiva dialéctica, esencialmente sociológica, que aborda la dicotomía carácter-destino en la relación individuo-orden social, y añade al trabajo de comprensión de las estructuras de dominación, una visibilidad de su posible transformación. La pregunta por el cambio social, por la agencia, por el origen de la trama… se incluye en el reto de reflexión teórica y de abordaje dramático. La importancia de la experiencia deriva en el conocimiento científico, el repetir lo original (Hume, 2003), como productor (producir cosas, producirse en cierta medida a sí mismo) y productor de la sociedad recordando la reflexión que nos aporta Hobbes en su -también en estos terrenos tan sugerente-  obra el Leviatán (2005), donde la máscara no esconde, revela, produce identidad, una conciencia y una colectividad, el horror tras la mascara de la que habla Pizzorno (2008), de una obra que nunca se repite (Benjamin, 2015), manejada por el discurso del poder. Augusto Boal subraya que la ‘liberación del pueblo’ se produce por la conquista de los medios de producción (del teatro, lo social…), también por el dominio del propio cuerpo, el paso del objeto -ser cosificado- al ser sujeto, en definitiva de “deshacerse de las estructuras musculares” (Boal, 1989:25)

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