El ADN de Cervantes
Los enigmas de Cervantes esperan a su abuelo y su ADN
“Si pudiéramos obtener restos de la línea paterna, podríamos comparar con los de las Trinitarias”, explica Antonio Alonso. Lo que en Bones se hace en un capítulo está deteniendo la plena identificación de los restos de Cervantes como uno de los cinco adultos de la urna que se conserva en la nave central. Alonso, facultativo del Instituto Nacional de Toxicología y Ciencias Forenses de Madrid, se refiere al abuelo, el tío y el tío abuelo de Cervantes, localizados en Córdoba. El ADN ofrece las herramientas, en el aire la pregunta de por qué no hay recursos o voluntad de continuar la tarea comenzada en el convento madrileño. La comparación con el Stratford-upon-Avon de Shakespeare no resiste el análisis de perplejidad.
Ciencia y literatura buscaban a Cervantes en el encuentro científico-literario “El ADN de Cervantes”, organizado por encuentros complutense y la SEBBM. Una búsqueda que el pasado año “como en las mejores películas e in extremis” fue a parar en “un revoltijo de huesos, un osario, que ya indican el siglo XVII”, nos narra Antonio Alonso. Es la investigación de la última cota del Convento de las Trinitarias de Madrid: quince individuos (10 niños y 5 adultos), que concuerdan con los enterramientos en la Iglesia Vieja y con “el documento en que se acredita que se pagan 400 reales para el traslado -explica Alonso- Dentro de ese grupo estaba Miguel de Cervantes y su esposa Catalina Salazar”.
Falta de recursos y voluntad
Un revoltijo de huesos a la espera de avances en la investigación no relacionados directamente con las posibilidades científicas, sino más bien con la financiación, tutela…;”por detrás además está todo eso, se necesitan permisos, recursos,…”, explica Alonso al público asistente al encuentro.
“La antigüedad no es un problema” para obtener el ADN, afirma. La conservación (medios ácidos, humedad, etc) “es lo que va a permitir que se obtenga o no un perfil”, continúa. Y yendo más allá no es sólo cuestión de identificación, “la genética nos permite también valorar otro de los enigmas del escritor, su origen, si provenía de una familia judío-conversa…”. “La genética aparte de esos marcadores de ancestralidad o fenotípicos nos permite realizar la autopsia molecular”, anuncia Alonso. Así se podrían verificar suposiciones como que padeciera “diabetes o malaria por la huella del protozoo en esos huesos” o incluso “dentro de la ciencia ficción” la tartamudez que declara en sus escritos.
No menor enigma es su propio aspecto. Alonso apuesta por “una investigación científica del famoso cuadro de Juan de Jaúregui sobre su autoría y datación". Cuadro para el que José Manuel Bautista (UCM) -bioquímico y coordinador de divulgación en la SEBBM- reconoce que “se necesita una datación con urgencia”.
De la mitocondria al mito
Y es que “la ciencia tiene mucho que aportar a Cervantes”, asegura el cervantista Santiago López Navia (UNIR), para quien también es muy importante saber si ese es el cuadro o no, porque por ahora “debemos guiarnos por su autorretrato literario” sin tener certeza de si los rasgos que describe “son creíbles o han sido pasados por el tamiz de la ficcionalización”. Analizando su obra, por ejemplo, “si tenemos que fiarnos de lo que Cervantes dice de sí mismo, obviando elementos descriptivos, sabemos de la pérdida de movilidad de su brazo izquierdo”, explica el profesor Navia. “Cervantes es un manco sano” cuya visión de la ciencia “es probable que estuviera condicionada por ser hijo de un cirujano sangrador”. Por eso en el Licenciado Vidriera –cita López Navia- afirma “solo los médicos nos pueden matar y lo hacen sin temor”.
Son muchas también las “resurrecciones” literarias que han enfrentado a Don Quijote con la tecnología, la ciencia y paraciencia en las que se refleja la “extrañeza y amenaza” y “el encuentro muchas veces desquiciado con los elementos técnicos”. Y en esta narración de la relación de Cervantes con la ciencia, nos sorprende el profesor Navia con “la penúltima resurrección Don Quijote y Sancho, vestidos de C-3PO y de ewok” y no deja de recomendar Quijote Z, un caballero andante “metido a implacable cazador de zombies. Una de las obras más simpáticas en los últimos años, verdaderamente divertida”.
Navia que reconoce que en “la literatura pesa más el mito que la mitocondria”, se pregunta “qué pasará dentro de 100 años”. “No sé si la imparable pérdida de la literatura hará posible que se celebren otros 100 años”, aunque sigue apostando no por la obligación sino por “despertar” entre los estudiantes “el deseo de leer el Quijote, de leer…”.
Celia Sánchez8 de noviembre 2016, #ADNcervantesEC