La Escuela Normal-Seminario Central de Maestros: 1839-1995
El 8 de marzo de 1839 se inauguraba en Madrid, en el número 80 de la calle Ancha de San Bernardo, la Escuela Normal-Seminario Central de Maestros. Ocupaba el antiguo convento desamortizado de religiosas franciscanas de Santa Clara, lugar donde hoy se encuentra el Instituto de Bachillerato Lope de Vega.
Pablo Montesino era su primer Director y, al mismo tiempo, profesor de "Principios generales de educación moral, intelectual y física y Método de enseñanza”. El esfuerzo de Pablo Montesino en los aspectos pedagógicos y el de Gil de Zárate en los burocráticos, lograron que por fin se inaugurara la que se puede considerar la primera Escuela Normal de España.
Constituida por los artículos 11 y 12 del “Plan de Instrucción Primaria” planteado provisionalmente por la Ley de 21 de julio de 1838 que firma el Marqués de Someruelos, se regía por el “Reglamento interino de la Escuela Normal de Instrucción Pública” de 1837, que rigió el funcionamiento de las Escuelas Normales hasta la aprobación de un nuevo Reglamento en 1942. Técnicamente todavía pretende extender el método mutuo lancasteriano como solución al problema de la instrucción primaria en España.
Culminaba un largo proceso de intentos sucesivos de establecer en España una política educativa, que comienzan en el último tercio del siglo XVIII cuando una minoría de españoles, conocidos como los ilustrados, intentan transformar la nación. La reforma educativa que emprendieron fue verdaderamente gigantesca abarcando la enseñanza primaria, profesional y superior, como la que se empezó a impartir en Gijón, Vergara, Murcia, etc. Es en esta época, concretamente en 1771 con una Real Provisión, cuando por primera vez un gobierno nuestro fija los "requisitos y circunstancias” para que un maestro pueda ejercer como tal.
Otros intentos para llevar a la práctica la formación de los maestros lo constituyen por ejemplo la creación de una Academia Pública en 1780, al suprimirse la Hermandad de San Casiano, organización gremial de los maestros de Madrid con casi un siglo de existencia. En 1786 partiendo del movimiento reformista de San Ildefonso se crea una Academia, aprobada legalmente por el Consejo de Castilla, que desde el Real Sitio segoviano capitanea y orienta una reforma de la escuela primaria y emprende la tarea del cambio en toda España a través de la formación de maestros. Aunque sus detractores consiguieron anularla, dejó brillante constancia de sus ideas en el “Reglamento de escuelas de primeras letras” de 1797.
Aún podemos destacar otro ensayo de los ilustrados en este tema. Se trata del “Real Instituto Militar Pestalozziano de Madrid” inaugurado en 1806. Es importante resaltar el carácter de escuela normal que tuvo y el papel que ejerció en la difusión de las obras de Pestalozzi, las cuales influyeron en reformas posteriores.
La necesidad de atender a la educación popular originó la práctica de la enseñanza mutua a partir de las experiencias de Andrew Bell y Joseph Lancaster, y en 1818 se crea la Escuela mutua Lancasteriana de niños y un año más tarde la de niñas. Por Real Orden, en el trienio constitucional se abrieron escuelas de enseñanza mutua para formar suboficiales en los cuerpos del ejército, pero la reacción absolutista de 1824 dio al traste con todo aquello.
El proceso inmediato que llevó a la creación de la primera Escuela Normal española comienza, recién llegados al poder los liberales al morir Fernando VII, con el Real Decreto de 1834 del Ministro de lo Interior, Moscoso de Altamira, en el que la Regente María Cristina, resolvía la creación de una Comisión encargada de formar un plan general de instrucción primaria, del establecimiento de escuelas de enseñanza mutua y, sobre todo, "de una escuela normal, en la que se instruyan los profesores de las provincias que deben generalizar el ellas tan benéfico método”. Es a partir de entonces cuando España empieza a construir un sistema nacional de educación.
Formaba parte de esa Comisión Pablo Montesino quién recién llegado a España dedica todas sus energías a la educación nacional, formando parte también de la Dirección General de Estudios. Fue sin duda una de las personas que más ha hecho por la educación en la España contemporánea y uno de los primeros pedagogos españoles del siglo XIX. Licenciado en Medicina en 1806, médico numerario del Ejército de Extremadura desde 1807 hasta 1814, y diputado liberal por Extremadura en 1822, al haber votado la deposición por incapacidad de Fernando VII, tuvo que exiliarse a Inglaterra. Permanece en Gran Bretaña 11 años, hasta la muerte de Fernando VII y la reinstauración de un régimen liberal en el país. Inicia allí su específica formación pedagógica, al verse en la necesidad de educar a sus dos hijos.
En 1834 vuelve a España y se convierte en el principal portavoz de las nuevas tendencias educativas y de la revolución pedagógica que él creía percibir en las naciones europeas más adelantadas. En 1836 es nombrado Consejero de Instrucción Pública, pero también se preocupó de otros asuntos políticos, culturales, etc. Podemos recordar que fue director de la Imprenta Nacional de 1836 a 1843, miembro de la Junta Suprema de Sanidad. También fue director del Boletín Oficial de Instrucción Pública, primera publicación periódica española oficial dedicada a este tema. Desde 1839 ejerce el cargo de Director de la Escuela Normal hasta 1849, fecha de su fallecimiento
Ya había quedado configurado el sistema educativo español, a cuya íntegra gestación prácticamente asistió Pablo Montesino. LaLey Moyano de 1857, ocho años después de la muerte de Montesino, tan solo sancionó desde un único texto legal sistematizado, lo que ya estaba funcionando.
Vigente hasta 1898, reforma del ministro Gamazo por la que se reorganizan las Escuelas Normales, tanto masculina como femenina, las cuales tendrán que esperar hasta 1914 para ver unificada en un solo plan de estudios la formación para ambas Escuelas.
Ya hemos aludido al significado de la primera Escuela Normal desde la perspectiva de la creación de las instituciones que configuraron el sistema educativo español contemporáneo y en el contexto de las innovaciones educativas de la época en las que Pablo Montesino ocupó un destacado lugar en la configuración de aquel sistema y como introductor de innovaciones.
La Escuela comienza su funcionamiento regido por el “Reglamento Interino de la Escuela Normal de Instrucción Primaria”, de 27 de mayo de 1837, firmado por Juan Subercase, hasta el 5 de marzo de 1842 fecha en que se aprueba el “Reglamento para el régimen y gobierno de la Escuela Normal-Seminario Central de Maestros” que firmaba Pablo Montesino y que no introducía modificaciones.
En cuanto a Dirección, Gobierno y Enseñanza, el reglamento establece en el Título III, art. 4 que "habrá un director principal, un vicedirector, un primer maestro del seminario y un maestro regente de la escuela práctica...”, y en el art. 10 especificando funciones de cada uno, “El primer maestro tendrá a su cargo todo lo relativo a la Biblioteca y gabinetes de física e historia natural y demás objetos e instrumentos de enseñanza del Seminario y cuidará de las impresiones que fuesen necesarias para la enseñanza y escuela práctica...”.
La formación de la Biblioteca se haría a partir de una cuidadosa selección de libros y revistas españoles y extranjeros que permitieran poner al alcance de los alumnos y profesores los medios de estudio e investigación imprescindibles para apoyar su “programa de enseñanza” expresado en el Reglamento de 1837, en su Artículo 21 en el que se establece que “Las materias de enseñanza indispensables serán las siguientes: 1º) Religión y Moral. 2º) Lengua Castellana. 3º) Aritmética y elementos de Geometría. 4º) Dibujo Lineal. 5º) Elementos de Física. 6º) Elementos de Historia Natural. 7º) Geografía e Historia. 8º) Principios generales de Educación moral, intelectual y física, con instrucciones especiales acerca de los medios más conducentes para conservar la salud de los niños y robustecerlos, o sea, el modo de combinar los ejercicios gimnásticos o corporales con los juegos y ocupaciones ordinarias de la niñez. 9º) Métodos de enseñanza y Pedagogía. 10º) Lectura. 11º) Escritura”. El Artículo 22 amplía más el programa: “Podrá haber otras enseñanzas adicionales, particularmente de Agrimensura y lenguas francesa e inglesa (...)”.
Toda esta riqueza de conocimientos se ve plasmada en una biblioteca que recoge una gran cantidad de bibliografía, que también refleja las inquietudes y el entusiasmo del Director de la Escuela, que definía el Centro como "destinado a formar maestros instruidos y capaces de dirigir las escuelas normales de provincia, y las escuelas superiores y elementales de instrucción primaria de todo el reino”.
A lo largo de los años la Escuela siguió teniendo una gran preocupación por la biblioteca, aunque pasa por diferentes etapas de organización que no siempre fueron tan satisfactorias como en sus comienzos. Hay varios intentos para reorganizarla, como por ejemplo en el comienzo del curso 1933-34 la Profesora Ontañón, encargada por entonces de la Biblioteca, propone al Claustro de la Escuela un Reglamento de la Biblioteca “... para que funcione de la manera más perfecta posible...”. Ese Reglamento se aprueba por unanimidad, aunque tres meses más tarde la misma Profesora eleva su protesta en el Claustro e intenta dimitir porque aún no se han cumplido los acuerdos de funcionamiento de la Biblioteca y de aplicación del Reglamento de la misma; incluso propone que la plaza pase al Cuerpo de Bibliotecarios, lo que no es aceptado por el Claustro.
Hasta 1936 la Escuela permanece en el edificio de la calle de San Bernardo, cada vez con más problemas de espacio lo que también repercute en las instalaciones y funcionamiento de la Biblioteca.
En 1937 reanuda sus actividades después de trasladarse a Valencia por causa de la guerra, y el 24 de febrero se procede a la apertura de la Normal número 1 de Madrid en el local de la Escuela de Artesanos, en la calle Pintor Sorolla, número 12, de Valencia.
Allí continúa hasta 1939 en que se vuelve a trasladar a Madrid, a unas instalaciones totalmente insuficientes situadas en la calle de los Madrazo. Nombran bibliotecario al profesor numerario Salustiano Duñaiturria al que se le encarga que “... una vez seleccionados y retirados que sean aquellos libros que no deban leer los alumnos, si alguno hubiere, se procure dar las mayores facilidades a estos para su permanencia en dicha biblioteca, destinando, si fuera posible algunas horas de la tarde a ello...”, también solicitan del Ministerio el nombramiento de un empleado más para la biblioteca “como ya hubo en tiempos pasados”. Se organiza la Biblioteca por materias “que responde al fichero de autores y catálogo de materias” señalando con “unas etiquetas rojas que dijeran “reservado”... aquellos libros que, después de la selección, convenía no ponerlos en manos de los alumnos...”.
En 1950 pasa a ocupar un edificio en la Ronda de Toledo, número 3. Es en esta etapa en la que el claustro de profesores decide que la Escuela lleve el nombre de su fundador y primer director don Pablo Montesino. Permanece 10 años en esa ubicación, trasladándose posteriormente al local que ocupaba hasta entonces la Escuela Normal de Maestras en la calle de Santísima Trinidad nº 37, en donde ha permanecido hasta su integración en la actual Facultad de Educación en el año 1995.
La Biblioteca de este último edificio, situada en la tercera planta, sin ascensor, ocupaba un local formado por dos pasillos de acceso a las aulas, en forma de L, magnífico en cuanto a iluminación se refiere, pero pésimo para el establecimiento de cualquier servicio bibliotecario racionalmente concebido. Los libros estaban colocados en 22 armarios cerrados por puertas correderas, las inferiores de madera, conteniendo el fondo antiguo y anticuado, y las superiores de cristal, adosados a las paredes. La ordenación se hacía mediante la C.D.U., excepto los relativos a Educación que estaban ordenados según la clasificación ideada por Víctor García Hoz para el Instituto correspondiente del C.S.I.C., pero sin el orden lógico de cualquier clasificación, sino aprovechando los armarios según cabían las materias.
La Biblioteca, a lo largo de todos los años de su historia, nunca estuvo en manos de profesionales, a pesar de las repetidas veces que los profesores lo solicitan en diferentes Claustros, en los que se quejan de las deficiencias y carencias de tan importante servicio.
Hay que esperar a diciembre del año 1979 para que por primera vez la Dirección de la Biblioteca fuera ocupada por personal bibliotecario cualificado. Su primer Director en esta nueva fase fue D. Juan Antonio Méndez Aparicio, quien tuvo que iniciar la reorganización completa de la Biblioteca, tanto en el aspecto técnico como en el físico, que en aquellos momentos había llegado a un estado cercano al caos. Hubo que planificar de nuevo todos los servicios. Reorganizar y reclasificar todos los fondos y establecer nuevos servicios: Sección de Libre Acceso, Préstamo domiciliario, Registro, Catalogación, etc.
En octubre de 1980 le sucede en el cargo Dª Ana María Líter Mayayo, que continúa la reorganización y puesta en marcha de los Servicios de la Biblioteca, con no pocas dificultades por parte de las autoridades académicas que, a pesar de haber tantas veces solicitado ayuda profesional, se enfrentaban con temor al establecimiento de una Biblioteca moderna. Sin embargo el crecimiento de la Biblioteca fue considerable y fue preciso habilitar nuevas soportes para colocación de libros, incluidos los alféizares de las ventanas.
En 1987, después de un sin fin de proyectos, luchas y disgustos, se consigue trasladar la Biblioteca a un nuevo local, situado en la planta baja del Pabellón C, mucho más amplio y que era el que reunía las mejores condiciones para instalar correctamente los diferentes Servicios. Allí permaneció hasta su incorporación en la Biblioteca de la Facultad de Educación.
Consistía en una amplia sala en la que se encontraban unos 10.000 volúmenes para préstamo y otros 2.000 en la sección de referencia, todos en libre acceso, con sesenta puestos de lectura. Aprovechando la entrada se instalaron mesas con otros 24 puestos. Existía además una zona de trabajo, compartida con un depósito de estanterías compactas, un despacho de dirección y un cuarto para la fotocopiadora. Los lavabos se integraban también dentro de su recinto.
En su última época se consiguió la casi total centralización de los fondos de la Escuela, repartidos anteriormente en multitud de despachos que formaban los diferentes departamentos y secciones departamentales.
En 1993 se consiguió la aprobación por parte de la Escuela de la automatización de fondos que no se llevó a cabo por las dificultades de conexión y, sobre todo, por el inmediato traslado a la nueva Facultad de Educación.
Biblioteca de la E. U. "Pablo Montesino"