Proyectos de Innovación

XII. De la jornada que hizo Velazquez con su Majestad a Irún y de su enfermedad y muerte.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Charles Le Brun (Manufactura de los Gobelinos), La entrevista de Luis XIV de Francia y Felipe IV de España en la Isla de los Faisanes, 1680. Madrid, Embajada de Francia en España.

 


[Volver a XI. De la merced más singular que hizo su Majestad a Don Diego Velazquez en premio de su virtud y servicios.]

 

[351]

XII. De la jornada que hizo Velazquez con su Majestad a Irún y de su enfermedad y muerte.

 

El año de 1660, por el mes de marzo, salió de Madrid Don Diego Velazquez a aposentar a nuestro gran monarca Phelipe Quarto en la jornada que Su Majestad hacía a Irun, acompañando a la Serenisima Señora Infanta de España Doña Maria Teresa de Austria. Salió de Madrid Don Diego Velazquez algunos días antes que su Majestad. Llevaba consigo a Joseph de Villa-Real, Ayuda de la furriera y Maestro Mayor de las Reales Obras, y otros Criados de Su Majestad, necesarios en la jornada, todos de su jurisdicción y a su orden. Por Aposentador de la Reina Cristianísima iba Joseph Nieto. La jornada empezó por Alcalá y Guadalaxara: llegaron a Burgos, donde Velazquez tuvo orden de Su Majestad para que se quedase allí el Ayuda de la furriera, porque Su Majestad se había de detener en aquella ciudad; y prosiguieron los demás su camino hasta Fuenterrabia, donde aposentó Velazquez a Su Majestad en el castillo que ya tenía prevenido el Barón de Batebilla, Gobernador de la ciudad de San Sebastian. Y a su cargo estuvo la fábrica de la Casa de la Conferencia (que se formó en la isla de Faysanes que hace el río Vidasoa, junto a Irun, en la provincia de Guipuzcoa). Embarcóse en una gabarra Don Diego Velazquez con el Barón para ir a la Casa de la Conferencia (que dista poco de Fuenterabia) y ver en el estado que estaba, porque se había aumentado mucho a la forma que tuvo el año de 1659 en que el Cardenal Don Julio Mazarino y el Señor Conde Duque de San Lucar ajustaron las paces entre el Católico Rey de España y Cristianísimo de Francia. Tuvo orden de Su Majestad para asistir a la exornación de esta casa y la del castillo; y que estuviese en la ciudad de San Sebastian para cuando Su Majestad llegase, donde había detenerse algunos días.

 

Volvió con Su Majestad a Fuenterabia a primeros de junio, y asistió en todas las funciones que Su Majestad tuvo en la Sala General de la Casa de la Conferencia hasta el lunes siete de junio, que fueron las entrega de la dicha Serenísima Señora Infanta al Cristianísimo Rey de Francia Luis Dezimocuarto, donde hago pausa: porque para contar la grandeza y lucimiento que en tan grandes monarcas ostentaron en tan feliz día, es necesario más dilatado papel y más elegante pluma.

 

El regalo que a Su Majestad hizo el Rey Cristianísimo este día (de un toisón de diamantes, un reloj de oro, enriquecido de diamantes y otras joyas riquísimas y primorosas de inestimable precio) se le entregó a Don Diego Velazquez para que lo condujese al Palacio del Castillo de Fuenterrabia.

 

No fue Don Diego Velazquez el que en este día mostró menos su afecto en el adorno, bizarría y gala de su persona, pues acompañada su gentileza y arte (que eran cortesanas, sin poner cuidado en el natural garbo y compostura), le ilustraron muchos diamantes y piedras preciosas en el color de la tela; no es de admirar se aventajara a [352] muchos, pues era superior en el conocimiento de ellas en que siempre mostró muy gran gusto. Todo el vestido estaba guarnecido con ricas puntas de plata de Milán según el estilo de aquel tiempo (que era de golilla, aunque de color, hasta en las jornadas) en la capa roja insignia; un espadín hermosísimo, con la guarnición y contera de plata, con exquisitas labores de relieve, labrada en Italia; una gruesa cadena de oro al cuello, pendiente de la venera, guarnecida de muchos diamantes en que estaba esmaltado el hábito de Santiago, siendo los demás cabos correspondientes a tan precioso aliño.

 

Martes a ocho de junio salió Su Majestad de Fuenterrabia y Velazquez sirviéndole, que así se lo habia Su Majestad ordenado; y que fuese adelante Joseph de Villa-Real, su Ayuda, haciendo el Aposento. La jornada de la vuelta fue por Guadarrama y el Escorial a Madrid.

 

Cuando entró Velazquez en su casa fue recibido de su familia y de sus amigos con más asombro que alegría por haberse divulgado en la corte su muerte, que casi no daban crédito a la vista: parece fue presagio de lo poco que vivió después.

 

Sábado día de San Ignacio de Loyola, y último del mes de julio, habiendo estado Velazquez toda la mañana asistiendo a Su Majestad, se sintió fatigado con algún ardor, de suerte que le obligó a irse por el pasadizo de su casa. Comenzó a sentir grandes angustias y fatigas en el estómago y en el corazón. Visitóle el Doctor Vicencio Moles, médico de la familia, y Su Majestad, cuidadoso de su salud, mandó al Doctor Miguel de Alva y al Doctor Pedro de Chavarri (médicos de Cámara de su Majestad) que le viesen. Y conociendo el peligro, dijeron era principio de terciana sincopal minuta sutil, afecto peligrosísimo por la gran resolución de espíritus; y la sed que continuamente tenía, indicio grande de manifiesto peligro de esta enfermedad mortal. Visitóle por orden de Su Majestad Don Alfonso Perez de Guzmán el Bueno (Arzobispo de Tiro, Patriarca de las Indias). Hízole una larga plática para su consuelo espiritual y, el vienes 6 de agosto año del nacimiento del Salvador 1660, día de la Transfiguración del Señor, habiendo recibido los Santos Sacramentos y otorgado poder para testar a su íntimo amigo Don Gaspar de Fuensalida, Grefier de Su Majestad, a las dos de la tarde y a los sesenta y seis años de su edad, dio su alma a quien para tanta admiración del mundo le había criado, dejando singular sentimiento a todos, y no menos a Su Majestad, que en los extremos de su enfermedad había dado a entender lo mucho que le quería y estimaba.

Pusieron al cuerpo el interior humilde atavío de difunto, y después le vistieron como si estuviera vivo, como se acostumbra hacer con los Caballeros de Órdenes Militares: puesto el manto capitular, con la roja insignia en el pecho, el sombrero, espada, botas y espuelas. Y de esta forma estuvo aquella noche, puesto encima de su misma casa en una sala enlutada; y a los lados algunos blandones con hachas y otras luces en el altar, donde estaba un Santo Cristo; hasta el sábado, que mudaron el cuerpo a un ataúd forrado en terciopelo liso negro, tachonado y guarnecido con pasamanos de oro y encima una cruz de la misma guarnición, la clavazón y cantoneras doradas y con dos llaves: hasta que, llegando la noche y dando a todos luto sus tinieblas, le condujeron a su último descanso en la parroquia de San Juan Bautista, donde le recibieron los Caballeros Ayudas de Cámara de su Majestad y le llevaron hasta el túmulo que estaba prevenido en medio de la Capilla Mayor. Encima de la tumba fue colocado el cuerpo; a los dos lados había doce blandones de plata con hachas y mucho número de luces. Hízose todo el oficio de su entierro con gran solemnidad, con excelente música de la Capilla Real, con la dulzura [353] y compás, y el número de instrumentos y voces que en tales actos y de tanta gravedad se acostumbran. Asistieron muchos Títulos, y Caballeros de la Cámara, y Criados de su Majestad. Luego bajaron la caja y la entregaron a Don Joseph de Salinas, de la Orden de Calatrava, y Ayuda de Cámara de su Majestad, y otros Caballeros de la Cámara que allí se hallaron, y en hombros le llevaron hasta la bóveda y entierro de Don Gaspar de Fuensalida, que, en muestra de su amor, le concedió este lugar para su depósito.

 

Consagróle el siguiente Epitafio, y le hizo imprimir su muy caro e ingenioso discípulo Don Juan de Alfaro, insigne cordobés (a quien se debe lo más principal de esta historia) que, con la grande erudición de su hermano el Doctor Don Enrique Baca de Alfaro, recopiló en estas pocas líneas lo que aún vivió estrecho en muchos años.

 

EPITAFIO A LA MUERTE DE DON DIEGO VELAZQUEZ.

POSTERITATI SACRATUM

D. DIDACUS VELAZQUIUS DE SYLVA HISPALENSIS. Pictor eximius, natus anno M.D.LXXXXIV. Pictura nobilissimæ Arti se se dicavit. (Præceptore accuratissimo Francisco Pocieco, qui de Pictura per eleganter scripsit) Iacet hic: proh dolor! D. D. Philippi IV. Hispaniarum Regis Augustissimi à Cubiculo Pictor Primus, à Camera excelsa adjutor vigilantissimus, in Regio Palatio, et extra ad hospitium Cubicularius maximus, à quo studiorum ergo, missus, ut Romæ, et aliarum Italiæ Urbium Picturæ tabulas admirandas, vel quid aliud huius suppelectilis, veluti statuas marmoreas, l. areas conquireret, perscutaret, ac secum adduceret, nummis largiter sibi traditis: Sic que cum ipse pro tunc etiam INNOCENTIJ X. PONT. MAX. faciem coloribus mirè expraesserit, aurea catena pretii surpa ordinarij èum remuneratus est, numismategemmis cælato cum ipsius Pontif. effigie, insculpta, ex ipsa ex annulo, appenso; tandem D. Iacobi stemmate fuit condecoratus, et post redditum ex fonte rapido Galliæ confini Urbe de Matritum versus cum Rege suo Potentissimo, e Nuptijs Serenissimæ D. Mariæ Theresiæ Bibianæ de Austria et Borbon, è connubio scilicet cum Rege Galliarum Christianissimo, D. D. Ludovico XIV, labore itineris febri præhensus, obijt Mantuæ Carpetanæ postridie nonas Augusti. Aetatis LXVI, anno MDCLX. sepultusque est honorificè in D. Ioannis Parrochiali Ecclesia, nocte, septimo Idus mensis sumptu maximo, immodicisque expensis, sed non immodicis tanto viro; Hæroum concomitatu, in hoc Domini Gasparis Fuensalida Grafierij Regij amicissimi subterraneo sarcophago: Suoque Magistro, præclaroque viro sæcculis omnibus venerando, Pictura Collacrimante hoc breve epidecium Ioannes de Alfaro Cordubensis mæstus possuit, et Henricus frater Medicus.

 

Aún después de muerto le persiguió la envidia, de suerte que habiendo intentado algunos malévolos destituirle de la gracia de su Soberano con algunas calumnias, siniestramente impuestas, fue necesario que Don Gaspar de Fuensalida, por amigo, por testamentario y por el oficio de Grefier, satisficiese a algunos cargos en audiencia particular con Su Majestad, asegurándole de la fidelidad y legalidad de Velazquez, y la rectitud de su proceder en todo. A lo cual su Majestad respondió: Creo muy bien todo lo que me decís de Velazquez, porque era bien entendido. Con lo cual calificó Su Majestad el alto concepto en que le tenía, desmintiendo algunas bastardas sombras, que habían pretendido empañar el claro esplendor de su honrado proceder, y de [354] la buena ley con que sirvió siempre a tan soberano dueño; de cuya real esplendidez generosa recibió tantas mercedes que apenas se pueden sumar. Pero aunque en el discurso de su vida se han tocado algunas, se recopilarán aquí, con otras de que se ha podido adquirir noticia.

 

[Seguir a XIII. Recopilación de las Mercedes, que la Majestad del Señor Phelipe Quarto hizo a Don Diego Velazquez; juntamente con los Oficios y Empleos que ocupó en la Casa Real.]


 

 

 

 

 

 

 

 

Velazquez va sirviendo a Su Majestad en la Jornada de Irun.

 

Joseph Nieto, Aposentador de la Reina.

 

 

 

Casa de la Conferencia, que se formó en la Isla de los Faysanes.

 

 

 

 

 

 

 

 

Día de las entregas de la Serenísima Infanta de España al Rey Cristianísimo.

 

 

 

Regalo que el Rey Cristianísimo hizo a el Señor Phelipe Quarto.

 

 

 

Gala, y riqueza con que solemnizó Velazquez esta función.

 

 

 

 

 

 

 

 

Vuelve Don Diego Velazquez sirviendo a su Majestad desde Irun a Madrid.

 

 

Presagio de la muerte de Velazquez.

 

 

 

Enfermedad mortal de Velazquez.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Muerte de Velazquez, con gran sentimientod del Rey, y de toda la Corte.

 

Disposiciones del féretro, cadaver, y funeral de Velazquez.

 

 

Enterrose en la parroquial de San Juan.

 

 

 

 

 

 

 

Entierran el cuerpo de Velazquez en la parroquia de San Juan en la bóveda de Don Gaspar de Fuensalida.

 

 

Epitafio a la muerte de Don Diego Velazquez.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Persiguió la envidia a Velazquez, aún después de su muerte.

 

 

Respuesta del Rey a las calumnias contra Velazquez.