Proyectos de Innovación

VIII. De las Pinturas que llevó Velazquez al Escorial de orden de su Majestad; y de las Pinturas del Salón Grande, que llaman de los Espejos.

 

 

 

 

 

 

 

Jacopo Tintoretto, El lavatorio, 1548-1549. Madrid, Museo Nacional del Prado.

 

 

 

Filippo Pallotta, Aspecto del Real Palacio de Madrid y su Plaza como estuvo el día 4 de marzo de 1704 [...], 1704.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Francisco Rizi, Júpiter regala la caja a Pandora (dibujo), 1659. Valencia, Museo de Bellas Artes.

 

 

 

Angelo Michele Colonna y Agostino Mitelli (atribuido), Bocetos para decoración de techo y bóveda, 1659-1660. Madrid, Biblioteca Nacional de España.

 

 

 

 

Louis Meunier, "L'Hermitage de Sain Paul joignant le Buen-Retiro", en Juan Álvarez de Colmenar, Les Delices de l'Espagne et du Portugal, tomo II. Leiden: Pieter Van der Aa, 1715.

 

Angelo Michele Colonna y Agostino Mitelli, Boceto para un techo del Buen Retiro, h. 1659. Madrid, Museo Nacional del Prado (en depósito en otra institución).

 

Diego Velázquez, San Antonio Abad y san Pablo, primer ermitaño, h. 1634. Madrid, Museo Nacional del Prado.


[Volver a VII. En que se describe la más ilustre Obra de Don Diego Velazquez.]

 

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VIII. De las Pinturas que llevó Velazquez al Escorial de orden de su Majestad; y de las Pinturas del Salón Grande, que llaman de los Espejos.

 

En el año de mil seiscientos cincuenta y seis, mandó Su Majestad a Don Diego Velázquez llevase a San Lorenzo el Real cuarenta y una pinturas originales, parte de ellas de la almoneda del rey de Inglaterra Carlos Estuardo, primero de este nombre; otras que trajo Velazquez, y de que hicimos mención en el C.5; y otras que dio a Su Majestad Don García de Avellaneda y Haro, Conde de Castrillo, que había sido Virrey de Napoles, y a la sazón era Presidente de Castilla. De las cuales hizo Diego Velazquez una descripción y memoria en que da noticia de sus calidades, historias y autores y de los sitios donde quedaron colocadas para manifestarla a Su Majestad, con tanta elegancia y propiedad que calificó en ella su erudición y gran conocimiento del arte. Porque son tan excelentes que sólo en él pudieran lograr las merecidas alabanzas.

 

El año de 1657 quiso Diego Velazquez volver a Italia, y el Rey [344] no lo permitió por la dilación de la vez pasada. Pero deseando Su Majestad ver pintados al fresco los techos o bóvedas de algunas piezas de palacio, por ser este modo de pintar el más apto para las paredes y bóvedas y el más eterno de todos los que los pintores usan y muy ejercitado de los antiguos, vinieron de Italia para este efecto Michael Angel Colona, y Agustin Miteli, a los cuales había comunicado Don Diego Velazquez en Bolonia, como ya hemos dicho.

 

Llegaron a Madrid el año de 1658, donde fueron muy agasajados y asistidos de Don Diego Velazquez. Aposentólos en la Casa del Tesoro, en un cuarto principal; y a su cargo estuvieron las pagas, que cada mes se les hacían, en cuya disposición y concierto intervino también el Duque de Terranova como Superintendente de las Obras Reales.

 

Pintaron los techos de tres piezas consecutivas del cuarto bajo de Su Majestad: en la una el Día, en la otra la Noche, en otra la caída de Faeton en el río Eridano; todo con nobilísima forma, acciones y artificio, y excelentes adornos de mano de Miteli, que en esto tuvo muy singular ingenio, como se califica en todas sus obras.

 

En el mismo cuarto pintaron una galería que tiene vista al Jardín de la Reina: en ésta pintó Miteli todas las paredes, enlazando algo la arquitectura verdadera con la fingida, con tal perspectiva, arte y gracia que engañaba la vista, siendo necesario valerse del tacto para persuadirse a que era pintado. De mano de Colona fueron las figuras fingidas de todo relieve, e historias de bajo relieve de bronce, y realzadas con oro; y los delfines y muchachos de las fuentes, que también eran fingidas; y los festones de hojas y de frutas, y otras cosas movibles; y un muchacho negrillo, que bajaba por una escalera, que éste se fingió natural; y una pequeña ventana verdadera, que se introdujo en el cuerpo de la arquitectura fingida. Y es de considerar que, dudando los que miraban esta perspectiva que fuese fingida esta ventana (que no lo era), dudaban que fuese verdadera, causando esta equivocación la mucha propiedad de los demás objetos que eran fingidos. Pero la vicisitud de los tiempos deterioró de suerte el edificio, que fue forzoso repararle y abandonar tantos primores y maravillas del arte, como lo califiqué yo cuarenta años atrás, y no he querido pereciese su memoria.

 

En este tiempo se consideró lo que se había de pintar en el Salón Grande, que tiene las ventanas sobre la puerta principal de Palacio; y habiendo hecho elección de la Fábula de Pandora, hizo Diego Velazquez planta del techo con las divisiones y forma de las pinturas, y en cada cuadro escrita la historia que se había de ejecutar.

 

Comenzaron esta obra el año de 1659 por el mes de abril; tocóle a Don Juan Carreño el pintar al fresco el Dios Jupiter y a Vulcano, su herrero e Ingeniero Mayor, mostrándole aquella estatua de mujer que Jupiter le había mandado formar con la mayor perfección que su ingenio alcanzase, y en donde había echado el resto de su saber: y así sacó una estatua prodigiosa y de singular hermosura. En término más distante pintó la fragua y oficina de Vulcano con sus yunques, bigornias y otros instrumentos de herrería; y en ella trabajando los Cíclopes, a quien tenía por oficiales, cuyos nombres eran Brontes, Esteropes, Piragmon.

 

A Michael Colona le tocó pintar cuando Jupiter mandó a los dioses que cada uno la dotase de algún don para que con esto quedase más perfecta: Apolo la Música; Mercurio, la Discreción y Elocuencia; y, en fin, cada uno la enriqueció de aquello que era de su cosecha. Y por haber alcanzado tantos dones de los Dioses le llamaron Pandora en griego, de Pan, que quiere decir todo; y de esta palabra Doron, que significa Dotación; y los dos nombres juntos quieren decir [345] dotada de todo. Vénse los dioses y diosas bellísimamente colocado sen tronos de nubes, con las señas propias para ser conocidos, presidiendo a todos Júpiter sobre el águila y abajo Pandora y Vulcano: ésta es la principal historia, y la de en medio del techo; su forma es algo aovada, y la de todo el techo algo cóncava.

 

A Don Francisco Rici le tocó el pintar a Júpiter dándole a Pandora un riquísimo vaso de oro, diciendo que allí dentro llevaba la dote para su remedio; que fuese a buscar a Promotheo, que era persona que la merecía, y que se dotase con lo que llevaba.

 

En otra parte pintó a Pandora ofreciéndole a Prometheo aquel vaso de oro, el cual con vivísima acción y movimiento la desprecia y despide de sí, sin quererla acabar de oír; que, como tan prudente y discreto, conoció que era cosa contrahecha y algo fingida su compostura, gallardía y eficacia que tenía en el persuadir. En término más distante se ve Hymeneo, dios de las bodas, y un Cupidillo que se sale por una puerta, viendo inútiles allí sus armas.

 

Conociendo Prometheo que Pandora había de ir a encontrarse con su hermano Epimetheo, le advirtió y dio aviso, por ser menor y poco advertido, que si acaso aquella mujer llegase por su puerta, por ningún caso la dejase entrar, porque era engañadora. Pandora se fue a casa de Epimetheo en ocasión que supo estaba ausente Prometheo, y pudo obligarle tanto con el halago de sus dulces palabras, y persuadirle con tanta eficacia, que sin atender al consejo de su hermano ni a las consecuencias que podían resultar de aflicciones y desasosiegos y otras cosas que trae consigo el matrimonio, se casó con ella. Este casamiento de Epimetheo y Pandora comenzó a pintar Carreño; y estando muy adelantado le atajó una muy grave enfermedad, y así fue preciso lo acabase Rici (de quienes son también las historias de las tarjas fingidas de oro que están en los cuatro ángulos de la sala), aunque después de algunos años, habiéndose ofrecido hacer andamios para reparar lo que maltrató la pintura una lluvia que sobrevino, volvió Carreño a pintar la dicha historia casi toda al óleo.

 

A Miteli tocó el ornato, que lo hizo con gran manera, enriqueciéndolo con tan hermosa arquitectura, fundado y macizo ornamento, que parece poner fuerza al edificio; y, lo que es muy digno de toda ponderación, la mucha facilidad y destreza con que está obrado. Colona pintó algunas cosas movibles, festones de hojas, de frutas, de flores, escudos, trofeos y algunos faunos, ninfas y niños bellísimos que plantan sobre la cornisa relevada, que se fingió de jaspe, y una corona de laurel dorada que ciñe toda la sala en torno. Quedó la pieza tan hermosa que deleita los ojos, recrea la memoria, aviva el entendimiento, se apacienta el ánimo, se incita la voluntad y está finalmente publicando todo majestad, ingenio y grandeza. El Rey subía todos los días, y tal vez la Reina nuestra Señora Doña Maria Ana de Austria y las Señora Infantas a ver el estado que llevaba esta obra; y preguntaba a los artífices muchas cosas, con el amor y agrado que siempre trató Su Majestad a los profesores de esta arte.

 

Para todas estas historias se hicieron excelentes dibujos o cartones del mismo tamaño en papel teñido, que servía de media tinta al realce blanco. La cual manera de dibujar es muy celebrada y seguida de grandes hombres (19), por lo cual dijo el Basari: Questo modo è molto alla pittoresca, e mostra piu l’ordine del colorito. Y los que hizo Colona fueron de extremado gusto, porque parecían coloridos. Y fue a causa que, siendo el papel de un color azul natural, realzaba con yeso mezclado con tierra roja, siguiendo la misma orden que en el pintar.

 

[345] Muchos pintores hay que para las obras al óleo huyen de hacer cartones del mismo tamaño, mas para las obras al fresco no se puede excusar para compartir la obra que venga justa y medida; y ver el efecto que hace la elección y juicio de toda junta.

 

Habiendo pues acabado Mitelo y Colona las obras de Palacio, los llevó el Marqués de Heliche al Buen Retiro para pintar la Ermita de San Pablo, primer ermitaño; lo cual hicieron con no menor grandeza y arte. Ejecutaron allí la fábula de Narciso con admirable arquitectura, adornos y columnas que desmienten lo cóncavo de la bóveda. Y en el oratorio de esta ermita está un cuadro de la visita de San Antonio Abad a San Pablo Ermitaño de mano de Velazquez, cosa excelente. En un jardín que el dicho Señor Marqués tiene dentro de Madrid, cerca de San Joachin, pintaron también muchas cosas, y es de admirar, de mano de Colona, el Atlante agobiado, y sobre las espaldas una esfera con todos los círculos y signos celestes. Está con tal arte obrada que parece una estatua de todo relieve, y que hay aire entre la pared y la figura, causado del esbatimento o sombra que supone sacudir con la luz en la pared. También pintaron en una fuente un adorno con dos términos, cosa de gran capricho, pero ya todo muy deteriorado de las injurias del tiempo. Había en este jardín muy excelentes obras de escultura y pintura que ya todo se ha disipado.

 

De aquí los llevaron al Convento de Nuestra Señora de la Merced para pintar toda la iglesia. Y teniendo los dos concertada la obra con los religiosos, al pintar la cúpula murió Agustin Miteli a 2 de agosto del año de 1600, lunes, día de Nuestra Señora de los Ángeles, causando común sentimiento en toda la corte la muerte de un tan ilustre pintor, y en los religiosos muy gran pérdida. Enterráronle en el mismo convento con gran solemnidad, y a su muerte se hicieron muy elegantes versos y el siguiente epitafio:

TÚMULO HONORARIO Y ELOGIO FUNERAL EN LAS Exequias que se hicieron a Agustin Miteli; a cuyas cenizas le hizo, en nombre de la Escuela de los Estudiosos, un su aficionado.

D.M.S.

AUGUSTINUS MITELI BONONIENSIS, PICTOR præclarus, Naturæ aemulus admirandus, ac perspectiva incomparabilis, cuius manu prope vivebant imagines, ipsa invida, occubuit Mantua Carpentanæ, postridie Kalendas Augusti, Anno M.D.C.L.X.

H.S.E.S.T.T.L.

 

Se suspendió esta obra con tan funesto como impensado accidente; y en tanto pintó Colona los techos de la Casa de la Huerta que labró el Señor Marqués de Heliche en el Camino del Pardo (la cual hoy posee el Marqués de Narros), y donde también pintaron muchos pintores, así españoles como extranjeros. Estuvo esta obra a cargo de Don Juan Carreño y de Don Francisco Rici. Copiáronse en las paredes los mejores cuadros que se pudieron haber, con mucha puntualidad. Hay de Rafael, de Ticiano, de Beronès, de Vandic, de Rubens, de Velazquez y de otros muchos, y con marcos de oro, también pintados, y colgaduras de telas fingidas famosísimamente; y en las paredes de la casa, por la parte exterior, se pintó al fresco y se delinearon algunos relojes con notables curiosidades, que había de [347] mostrar en tales días el Sol; lo cual la injuria del tiempo tiene ya arruinado.

 

Aunque se suspendió la obra de la Merced por algún tiempo, se acabó la cúpula con grande acierto y aplauso de toda la corte de mano de Miguel Colona; que aunque se aplicaba más a las figuras que a los adornos, no era por lo que ignoraba sino por dejarle a Miteli aquel linaje de obra, en que era más excelente; y concluida, partió de Madrid para Italia por el mes de septiembre del año de 1662, aunque otros dicen pasó a Francia.

 

[Seguir a IX. En que se trata de la imagen del Santo Christo del Panteón y de la Venida de Moreli a España.]


 

 

 

 

 

 

 

Pinturas que se llevaron a el Escorial

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Miguel Colona, y Agustin Miteli, su venida a España.

 

 

 

 

 

 

Pinturas que hicieron al fresco en Palacio Colona y Miteli.

 

 

 

Pintura de la Galería de Palacio que cae hacia el Jardín de la Reina.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Pintura del Salón de Palacio llamado de los Espejos.

Velazquez trazó la distribución del techo.

 

Lo que pintó Carreño en esta obra.

 

 

 

 

Virg. lib. 8. Aeneid.

 

 

La fábula de Pandora en medio de la bóveda que pintó Colona.

 

 

 

 

 

 

 

Lo que pintó Rici en el Salón.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Lo que pintó Carreño en el Salón de Palacio al óleo.

 

 

 

 

 

Lo que pintó Miteli en el Salón de Palacio.

 

 

 

 

Subían Sus Majestades frecuentemente a ver pintar el techo del Salón.

 

 

Cartones que se hizieron para dicha obra.

(19) Vasari I. part. cap. 19.

 

 

 

 

 

 

 

 

Pintura de la Ermita de San Pablo en el Retiro de mano de Colona y Miteli.

 

 

 

Pintura de los Colonas en la Huerta del Marqués de Liche, junto a San Joachín.

 

 

 

 

 

Pintura de la cúpula de la Iglesia de la Merced en esta Corte de mano de Colona y Miteli.

 

Muerte de Agustin Miteli.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Pinturas de Colona en la Huerta del Marqués de Liche, camino del Pardo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Volvióse Colona a Italia.