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VI. En que la Majestad del Señor Phelipe Quarto le hace merced a Don Diego Velazquez de Aposentador Mayor de Palacio.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 Gil Gonzalez Dávila, Teatro de las grandezas de la villa de Madrid, Corte de los Reyes Católicos de EspañaEn Madrid, por Thomas Iunti..., 1623, frontispicio


[Volver a V. Dase noticia del segundo viaje que hizo a Italia Don Diego Velazquez de orden de su Majestad.]

 

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VI. En que la Majestad del Señor Phelipe Quarto le hace merced a Don Diego Velazquez de Aposentador Mayor de Palacio.

 

En el año de 1652 hizo su majestad a Don Diego Velazquez merced de Aposentador Mayor de su imperial palacio, sucediendo en este oficio a Don Pedro de Torres, y permaneció en él hasta el año de 1660 que murió, ejerciéndolo con entera satisfacción y gusto de su majestad. Y tuvo por sucesor a Don Francisco de Roxas y Contreras, Secretario y Ayuda de Cámara de Su Majestad, y que en Flandes lo fue del señor Infante Cardenal Don Fernando de Austria.

 

De este oficio de Aposentador de Palacio dice Gil Gonçalez Davila, Coronista de la Majestad Católica del Rey Don Phelipe Quarto nuestro Señor, en el Teatro de las Grandezas de Madrid, las calidades, ejercicios y preeminencias que le tocan con gran puntualidad. Grande honor fue éste para Velazquez; bien que no falta quien discurra necesitaba este punto de más alta reflexión. Porque parece [341] debe atenderse con gran diferencia el premio de los hombres de facultad que el de otro linaje de méritos o servicios; pues, recayendo estos en hombres desocupados, el darles en qué servir es aumentarles el mérito con el premio; pero en los hombres de profesión es defraudarles con el permio el mérito; porque si éste se fundó en el ejercicio de su facultad, mal podrá continuarle quien no tiene ocasión de ejercerle; y así los premios de los artífices parece debían ser puramente honoríficos y pecuniarios (cuando son precisamente personales). Honoríficos, para estímulo y premio de la virtud; y pecuniarios, para que puedan lisonjear con el descanso los primores más ocultos del arte, atendiendo solo al interés de la fama de la posterioridad, dándoles más y más ocasiones en que contribuyan al honor con los primores de su estudio. Que este es el premio que más acredita la excelencia del artífice, porque suspender el uso de su facultad, aunque con empleos honoríficos, es un linaje de premio que parece viste disfraces de castigo. Porque al que ha delinquido en la administración de su oficio, le suspenden el uso, pues ¿cómo para unos ha de ser premio lo que para otros es castigo? Bien se deja considerar que lo más apreciable del honor es el servir a la Majestad; pero sirvan éstos en aquella línea por donde se encaminaron a obtener la gracia de su soberano, y no en otras tan extrañas al curso de su ingenio. Que por mucho que sirva en ellas, malogran lo más precioso del servir y del merecer, pues para los empleos domésticos sin más estudios que la común práctica es hábil cualquiera; porque la misma naturaleza parece nos da a entender lo mucho que le cuesta el sacar un hombre eminente, echando a perder a tantos como vemos en varias facultades quedarse en la falda de la montaña, sin poder pisar de la cumbre la eminencia. Y últimamente, para servir en cualquiera empleo doméstico, se hallarán mucho que igualen y aún excedan al más celebrado artífice; mas para una obra de ingenio peregrino se hallarán muy pocos, y tal vez ninguno. Luego será dictamen acertado disfrutar a un sujeto en aquello en que puede ser singular y no en lo que solo viene a ser común.

 

Bien lo practicó así la Católica Majestad del Señor Carlos Segundo, pues habiéndole hecho a Lucas Jordan casi innumerables mercedes para sí y para los suyos, nunca le hizo merced que le impidiese el curso de su habilidad; antes procuró excitarla con más y más ocasiones en que fructificase, ilustrando sus palacios, capillas y templos. Pues aún la llave de Furriera (de que Su Majestad le hizo merced luego que vino a España, que es ayuda de Aposentador) sólo fue para lo honorífico de la entrada, reservándole de lo oneroso de servirla.

 

La plaza de Aposentador Mayor de Palacio, sobre ser de tanto honor, es de tanto embarazo que ha menester un hombre entero. Y aunque los profesores de la pintura nos gloriamos tanto de la exaltación de Velazquez a puestos tan honoríficos, también nos lastima el haber perdido muchos más testimonios de su habilidad peregrina para multiplicar documentos a la posterioridad. Pero la aptitud de su persona a cualquier empleo y el alto concepto que Su Majestad había formado así de su virtud como de su talento, le constituyeron acreedor de mayores honras, pues todas parecían estrechas a la profusión dilatada de sus méritos.

 

Debió Don Diego Velazquez a Su Majestad tanto aprecio de su persona, que tenía con él confianzas más que de rey a vasallo, tratando con él negocios muy arduos; especialmente en aquellas horas más privativas, en que los señores y los demás áulicos están retirados. Sucedió en comprobación de esto que cierto hijo de un gran [342] señor, con el ardimiento de los pocos años, tuvo unas palabras algo destempladas con Velazquez por no haber querido relajar alguna formalidad de su oficio. Y habiéndoselo contado a su padre, entendiendo haber hecho alguna gentileza, le dijo el padre: ¿Con un hombre de quien el rey hace tanto aprecio y que tiene horas enteras de conversación con Su Majestad habéis cometido semejante yerro? Andad, y sin darle mucha satisfacción y quedar en su amistad, no tenéis que volver a mi presencia. Tanto era el concepto en que le tenían hasta los mismos señores; y tanto lo que Velazquez se supo merecer, por su trato, por su persona, por su virtud y honrados procedimientos, a pesar de la torpe emulación que nunca duerme, cebándose siempre en los esplendores ajenos: contagio preciso de los dichosos y de que sólo se indultan los infelices.

 

[Seguir a VII. En que se describe la más ilustre Obra de Don Diego Velazquez.]


 

 

 

 

 

 

 

Merced de Aposentador Mayor a Don Diego Velazquez.

 

 

 

 

 

Reflexión sobre el empleo de Agosentador [sic] Mayor en Velazquez.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Suspender el ejercicio de una habilidad, más es castigo que premio.

 

 

 

Para los empleos domésticos cualquiera es hábil, lo que no sucede para una facultad.

 

 

Se ha de disfrutar un sujeto en lo que es singular, no en lo que es común.

 

 

Ejemplo de Lucas Jordan, que nunca le embarazó el rey su ejercicio.

 

 

 

 

 

Plaza de Aposentador Mayor de Palacio, da mucho que hacer.

 

 

 

 

 

 

Grande aceptación que logró Velazquez en la gracia de rey.

 

 

 

Caso que le sucedió con un gran Señor.