II. Del primero y segundo viaje que hizo Velázquez a Madrid.
Juan de la Corte, Vista del Alcázar de Madrid, 1638. Madrid, Museo de Historia de Madrid.
Diego Velázquez, Retrato de Luis Góngora y Argote, 1622. Boston, Museum of Fine Arts.
Vicente Carducho, Expulsión de los moricos, h. 1627. Madrid, Museo Nacional del Prado.
Pedro Pablo Rubens, Autorretrato, 1623. Londres, Royal Collection Trust.
Lucan van Uden, según Rubens, Vista de El Escorial desde una colina de Guadarrama. Londres, The Fitzwilliam Museum
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II. Del primero y segundo viaje que hizo Velazquez a Madrid.
En estos ejercicios divertía Velazquez los años de su juventud, mas no se olvidó la fortuna de sus méritos; pues revolviéndose el universo fue preciso que también alterase su sosiego. Nadie está tan olvidado que algún día no se acuerde de él la fortuna, o para derribarle de su felicidad, o para levantar su dicha a nuevas prosperidades. ¿Quién murió en el mismo estado en que abrió los ojos para reconocerse frágil porción de su primera madre la tierra? Puso suspensión a sus estudios y quiso en la Corte hacer demostración del valor de su ingenio y adelantarse en el arte, viendo las pinturas admirables de Palacio y otros Sitios Reales, templos y casas de señores, junto con las del Real Monasterio de S. Lorenzo el Real, octava de las maravillas del mundo y primera en dignidad: obra digna del Gran Monarca y segundo Salomon Phelipe Segundo, Rey de las Españas.
Partió al fin Velázquez de Sevilla acompañado solo de un criado; dispuso su camino para Madrid, corte de los Reyes de España y noble teatro de los mayores ingenios del orbe. Llegó a ella por el mes de abril del año de mil seiscientos veintidós. Aquí se declaró la felicidad por su parte; visitáronle muchos nobles, unos movidos de la amistad, otros de las noticias que tenían de su habilidad y grande ingenio. Fue muy agasajado de los hermanos Don Luis y Don Melchor de Alcazar, florido ingenio sevillano que murió en la corte de 37 años, el de 1625, llorado de las musas con debidos lamentos, por faltarles en él uno de sus mayores laureles. Mostrósele particularmente afecto Don Juan de Fonseca y Figueroa, Sumiller de Cortina de Su Majestad, Maestreescuela y Canónigo de Sevilla, varón clarísimo que, con la agudeza de su ingenio y mucha erudición, no desdeñaba el ejercicio noble de la Pintura, y muy aficionado a la de Velazquez. Hizo este a instancia de Francisco Pacheco, su suegro, un retrato del insigne y admirable poeta Don Luis de Gongora y Argote (Racionero de la Santa Iglesia de Córdoba y Capellán de Honor de Su Majestad) que fue muy celebrado de todos los cortesanos, aunque de aquella manera suya, que degenera de la última. Y no habiendo tenido por entonces ocasión de retratar a los Reyes, aunque lo procuró, se volvió a su patria.
El año de 1623 fue llamado el mismo Don Juan de Fonseca (librándole una ayuda de costa de 50 ducados por orden de Don Gaspar de Guzmán, Conde de Olivares y Duque de San Lúcar, gran Canciller, Camarero Mayor y Valido del Señor Phelipe Cuarto), hospedóse en su casa, donde fue bien regalado y servido. Hizo su retrato, llevólo a Palacio aquella noche un hijo del Conde de Peñaranda, Camarero del Serenísimo Señor Infante Cardenal, y en una hora lo vieron todos los Grandes y los señores infantes Don Carlos y Cardenal Don Fernando y el Rey, que fue la mayor calificación que tuvo. Ordénose que retratase al Señor Infante, pero pareció más conveniente hacer el de Su Majestad primero, aunque no pudo ser tan presto por grandes ocupaciones. En efecto, se hizo en 30 de agosto de 1623 años a gusto de Su Majestad, y de los Señores Infantes, y del Conde-Duque, que afirmó no haber retratado al Rey ninguno hasta entonces (habiéndolo emprehendido Vicencio Carduchi y Bartolome su hermano, Angelo Nardi, Eugenio Caxes y Joseph Leonardo), y lo mismo sintieron todos los señores que lo vieron, como Don Juan Hur[326]tado de Mendoza, Duque del Infantado, Mayordomo Mayor; el Almirante de Castilla y el Duque de Uceda, el Conde de Saldaña, el Marqués de Castel-Rodrigo, el Marqués del Carpio y otros señores. Estaba Su Majestad en el retrato armado y sobre un caballo hermoso, todo hecho con el estudio y cuidado que requería tan grande asunto, en cuadro grande, de la proporción del natural y por él imitado, hasta el país. Hizo también de camino un bosquejo del Serenísimo Señor Don Carlos, Príncipe de Gales, jurado Rey de Escocia, hijo único y heredero de los reinos, y dominios de Jacobo Rey de la Gran Bretaña, Escocia e Irlanda, que a la sazón estaba en la corte y aposentado en palacio; dióle cien escudos a Diego Velazaquez, honrándonle con singulares muestras de muestras de amor, por ser este Príncipe aficionadísimo a la pintura. Escribió la entrada de este Príncipe en Madrid Gil Gonçalez Davila, cronista de su Majestad, que fue viernes a 17 de marzo del año de 1623.
Alentóle desde luego el Señor Conde-Duque de Olivares a la honra de la patria, y prometióle que él solo había de retratar a Su Majestad y los demás retratos se mandarían recoger, gozando la misma preeminencia que tuvo Apeles, que solo él podía pintar la imagen de Alexandro; y Lisipo esculpirla en bronce y en mármol Pirgoteles. Edicto bien observado de los griegos, como lo refiere Mario Equicola de Alberto en su libro de Natura et Amore lib. 2. fol. 96.
Mándanle traer su casa a Madrid, y que se le despache título de Pintor de Cámara último día de octubre de 1623; con veinte ducados de salario al mes, y sus obras pagadas juntamente con médico, botica y casa de aposento.
Después de esto, habiendo acabado Velazquez el retrato de Su Majestad a caballo, con tan airosa postura, tan arrogante y brioso que no cedía al de Apeles, que tanto celebraron las plumas de los griegos y de los romanos. Con su licencia y gusto se puso en la calle Mayor, en frente del Convento de San Phelipe, con admiración de toda la corte, envidia de los del arte y emulación de la naturaleza. A cuyo asunto se hicieron grandes poemas, de los cuales pone algunos Pacheco en su Tratado de la Pintura, año de 1625, lib. I, cap. 8, habiendo estado por este tiempo en Madrid, año de 1625, como lo dice en su libro, pág. 430. Pero no es de omitir el célebre soneto de esclarecido ingenio Don Juan Velez de Guevara.
SONETO:
Pincel, que a lo atrevido y a lo fuerte
les robas la verdad, tan bien fingida,
que la ferocidad en ti es tímida,
y el agrado parece que divierte.
Di: ¿retratas o animas? Pues de suerte
esa copia real está excedida,
que juzgara que el lienzo tiene vida
como cupiera en lo insensible muerte.
Tanto el regio dominio que ha heredado,
el retrato pública esclarecido
que aun el mandar la vista le ha escuchado.
Y ya que en el poder es parecido,
lo más dificultoso has imitado,
que es más fácil el ser obedecido.
Mandóle dar Su Majestad a Don Diego Velazquez en esta ocasión trescientos ducados de ayuda de costa, y una pensión de otros trescientos en que, para obtenerla, dispensó la Santidad del Papa Urbano Octavo; y el año de 1626 se siguió la merced en casa de aposento, que vale doscientos ducados cada año.
[327] Últimamente hizo de orden de Su Majestad el lienzo de la Expulsión de los Moriscos por el piadoso Rey Don Phelipe Tercero, bien merecido castigo de tan infame y sediciosa gente; pues siendo infieles a Dios y al Rey, permanecían obstinados en la secta mahometana, y tenían inteligencia secreta con los turcos y moros de Berbería para rebelarse.
Pintó Don Diego Velazquez esta Historia en oposición de tres pintores del Rey (1) (Eugenio Caxes, Vicencio Carduchi y Angelo Nardi) y, habiéndose aventajado a todos por parecer de las personas que para este efecto nombró Su Majestad (que fueron el reverendo padre Fray Juan Bautista Maino y Don Juan Bautista Crescencio, Marqués de la Torre), fue elegido para colocarse en el salón Grande, donde hoy permanece.
En el medio de este cuadro está el señor Rey Phelipe Tercero armado, y con el bastón en la mano señalando a una tropa de hombres, mujeres y niños que, llorosos, van conducidos por algunos soldados, y a lo lejos unos carros y un pedazo de marina con algunas embarcaciones para transportarlos. Hay diversos autores que de esto tratan (2), y algunos aseguran que pasaban de ochocientos mil, y otros de novecientos mil.
A la mano derecha del Rey está España, representada en una majestuosa matrona, sentada al pie de un edificio, en la diestra mano tiene un escudo y unos dardos, y en la siniestra unas espigas, armada a lo romano, y a sus pies esta inscripción en el zócalo:
Philippo III. Hispan. Regi Cathol. Regum Pientissimo, Belgico, Germ. Afric. Pazis et Iustitiæ Cultori; publicae Quietis assertori; ob eliminatos fæliciter Mauros, Philipus IV. robore ac virtute magnus, in magnis maximus, animo ad maiora nato, propter antiq. tanti Parentis, et Pietatis, observantiæque, ergo Trophæum Hoc erigit anno 1627.
Acábole Velazquez en el dicho año, como se califica de la firma que puso en una vitela, que fingió en la grada inferior, que dice así: Didacus Velazquez Hispalensis. Philip. IV. Regis Hispan. Pictor ipsiusque iusu, fecit, anno 1627.
En este año le hizo merced su Magestad a Velazquez de la plaza de Ujier de Cámara, con sus gajes; oficio muy honroso, como consta en los libros de los asientos de la Real Junta del Bureo. Y el año de 1628, hallándose Su Majestad bien servido y agradado de las buenas partes de Velazquez, le hizo merced de la ración de cámara de doce reales cada día y de un vestuario de noventa ducados cada año.
En este mismo año vino a España Pedro Pablo Rubens (monstruo de ingenio, de habilidad y de fortuna, (3) como lo dicen diferentes autores y lo publican sus obras) por Embajador extraordinario del Rey de Inglaterra a tratar las paces con España por disposición del señor Archiduque Alberto y la serenísima señora Doña Isabel Clara Eugenia, su esposa, por lo mucho que estimaban a Rubens y por la gran fama de su educación y talento de que hicimos mención en su vida.
Con pintores (como dice Pacheco) comunicó poco. Sólo con Don Diego Velazquez (con quien antes por cartas se había comunicado) trabó estrecha amistad y favoreció sus obras por su gran virtud y modestia; y fueron juntos al Escorial, a ver el célebre Monasterio de San Lorenzo el Real. Tuvieron los dos especial deleite en ver y admirar tantos y tan admirables prodigios en aquella excelsa máquina; y especialmente en pinturas originales de los mayores artífices que han florecido en Europa, cuyo ejemplo servía a Velazquez de nuevo estímulo para excitar los deseos que siempre había tenido de pasar a Italia, a ver, especular y estudiar en aquellas eminen[328]tes obras y estatuas, que son antorcha resplandeciente del arte y digno asunto de la admiración.
[Seguir a III. Del primer viaje que Don Diego Velazquez hizo a Italia con licencia de su Majestad.]
San Lorenzo del Escorial, octava Maravilla.
Viaje primero que hizo Velazquez a Madrid.
Fue muy bien recibido Velazquez en Madrid.
Bolvióse Velazquez a Sevilla.
Bolvió Velázquez a Madrid, llamado del Señor Conde-Duque de Olivares.
Primer retrato que hizo Velazquez del Señor Phelipe Cuarto.
Descripción del retrato del Rey, que hizo Velazquez.
Retrato que hizo Velazquez del Príncipe de Gales.
Teatro de las grandezas de Madrid, cap. 14, fol. 195.
Mandato del Rey para que ningún otro los retratase sino Velazquez.
Gajes del Pintor de cámara, 20 ducados al mes.
Soneto de D. Juan Vélez de Guevara al retrato de Su Majestad que hizo Velazquez.
Casa de aposento, 200 ducados al año.
Pintura de la Expulsión de los Moriscos, de mano de Velazquez.
(1) Pacheco lib. 2 de la Pint. cap. 8. fol. 117.
Descripción de esta pintura.
(2) El P. Ordoño y el Mercurio francés, y otros.
Figura moral de España.
Merced de Ujier de cámara con gajes a Velazquez.
Merced de la ración de cámara, doce reales cada día, y vestuario de noventa ducados cada año, a Don Diego Velazquez.
Venida de Rubens a España por Embajador extraordinario.
(3) Juan Fabrus, Histor. de plantis fol 831.
Pietro Bellori, nelle vite de Pitori.
Amistad que tuvo Velazquez con Rubens.
Admiración de las Eminentes Pinturas de el Escorial.