I. Nacimiento, padres, patria y educación de Velazquez en el Arte de la Pintura.
Louis Caullery, Vista de Sevilla, finales del s. XVI-principios del s. XVII. Sevilla, Museo de Bellas Artes.
Diego Velázquez, Retrato de Francisco Pacheco, h. 1620. Madrid, Museo Nacional del Prado.
Diego Velázquez, El aguador de Sevilla, h. 1620. Londres, The Apsley House.
Diego Velázquez, Dos hombres sentados a la mesa, 1618-1620. Londres, The Apsley House.
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DON DIEGO VELAZQUEZ DE SYLVA. Caballero de la Orden de Santiago, de la Cámara de Su Majestad, etc. En el que se incluye la venida de Rubens a España, la de Miguel Colona y Agustín Miteli, y sus obras; y también la venida de Moreli.
I. Nacimiento, padres, patria y educación de Velazquez en el Arte de la Pintura.
Don Diego Velazquez de Sylva nació en el año de 1594 en la ínclita ciudad de Sevilla, entre cuantas ilustra el sol celebérrima. Sus padres fueron Juan Rodriguez de Sylva y Doña Geronima Velazquez: en ambos concurrieron prendas de virtud, calidad y nobleza, y ambos fueron naturales de Sevilla. Abusó más del apellido de la madre (abuso introducido en algunas partes de Andalucía, y que ocasiona grandes tropiezos en casos de pruebas). Sus abuelos paternos fueron del Reino de Portugal, de la nobilísima familia de los Sylvas, a quien dio este renombre Silvio, póstumo hijo de Eneas Sylvio, de los Reyes de Alvalonga, de quien proceden por tradición inmemorial. Sus mayores sirvieron a los reyes de aquel reino, y experimentaron el Imperio de los Hados; ascendieron a dignidades grandes, fulminó la suerte sus iras, alteró su estado, descendiendo desde su eminencia a padecer infortunios, no les dejaron otros mayorazgos más que sus servicios y valor, teniendo siempre por norte los méritos de sus progenitores.
[322] Tiene la nobleza principio de la virtud de alguno de nuestros mayores, pero la generosidad se deriva de no generar de aquella primera naturaleza. Velazquez, desde los primeros años, dio indicios de su buen natural, y de la buena sangre que estaba latiendo en sus venas, aunque en moderada fortuna. Sus padres le criaron (bien que sin ornato y grandeza) con la leche del temor de Dios; aplicóse al estudio de las buenas letras, excediendo en la noticia de las lenguas y en la filosofía, a muchos de su tiempo dio muestras de particular inclinación a pintar; y aunque descubrió el ingenio, prontitud y docilidad para cualquier ciencia, para esta tenía la mayor. De suerte que los cartapacios de los estudios le servían a veces de borradores para sus ideas. Su viveza imprimió en los pechos de sus padres opinión muy alta de su ingenio que, después, con el trasunto de los años desempeñó tan aventajadamente. Dejáronle seguir su inclinación sin que se adelantase en otros estudios porque a estos le hallaban ya dedicación con pretensión natural o fuerza de su destino. Entregáronle a la disciplina de Francisco de Herrera (a quien en Andalucía llaman Herrera el Viejo), hombre rígido y de poca piedad, mas en la pintura y otras artes de consumado gusto.
A poco tiempo dejó esta escuela y siguió la de Francisco Pacheco, persona de singular virtud y de mucha erudición e inteligencia en la pintura; de la cual escribió varios libros y compuso muy elegantes poesías, siendo celebrado de todos los escritores de su tiempo.
Era la casa de Pacheco cárcel dorada del arte, academia y escuela de los mayores ingenios de Sevilla. Y así Diego Velazquez vivía gustoso en el continuo ejercicio del dibujo, primer elemento de pintura y puerta principal del arte. Así nos dice el mismo Pacheco con la sencillez y llaneza que acostumbra y con la verdad de maestro. Con esta doctrina (dice) se crio mi yerno Diego Velazquez de Sylva; siendo muchacho, el cual tenía cohechado un aldeanillo que le servía de modelo en diversas acciones y posturas; ya llorando, ya riendo, sin perdonar dificultad alguna. E hizo por él muchas de carbón, y realce en papel azul, y de otros muchos naturales con que granjeó la certeza en el retratar. Inclinóse a pintar con singularísimo capricho y notable genio animales, aves, pescaderías y bodegones con la perfecta imitación del natural, con bellos países y figuras, diferencias de comida y bebida, frutas y alhajas pobres y humildes con tanta valentía, dibujo y colorido que parecían naturales, alzándose con esta parte, sin dejar lugar a otro, con que granjeó grande fama y digna estima de sus obras, de las cuales no se nos debe pasar en silencio la pintura que llaman del Aguador, el cual es un viejo muy mal vestido, y con un sayo vil y roto que se le descubría el pecho y vientre con las costras y callos duros y fuertes; y junto a sí tiene un muchacho a quien le da de beber. Y esta ha sido tan celebrada que se ha conservado hasta estos tiempos en el Palacio del Buen Retiro.
Otra pintura hizo de dos pobres comiendo en una humilde mesilla en que hay diferentes vasos de barro, naranjas, pan y otras cosas, todo observado con diligencia extraña. Semejante a esta es otra de un muchacho mal vestido, con una monterilla en la cabeza, contando dineros sobre una mesa y con la siniestra mano haciendo la cuenta con los dedos con particular cuidado; y con él está un perro detrás, atisbando unos dentones y otros pescados, como sardinas, que están sobre la mesa. También hay en ella una lechuga romana (que en Madrid llaman cogollos) y un caldero boca abajo. Al lado izquierdo está un bazar con dos tablas: en la primera están unos arencones y una hogaza de pan de Sevilla sobre un paño blanco, en la segunda están dos platos de barro blanco y una alcucilla de barro con vidriado verde; y en esta pintura puso su nombre, aunque ya está muy consumido y [323] borrado con el tiempo. Igual a esta es otra donde se ve un tablero que sirve de mesa, con un anafre y, encima, una olla hirviendo y tapada con una escudilla, que se ve la lumbre, las llamas y centellas vivamente; un perolillo estañado, una alcarraza, unos platos y escudillas, un jarro vidriado, un almirez con su mano y una cabeza de ajos junto a él. Y en el muro se divisa colgada de una escarpia una esportilla con un trapo y otras baratijas; y por guarda de esto un muchacho con una jarra en la mano, y en la cabeza una escofieta, con que representa con su villanísimo traje un sujeto muy ridículo y gracioso.
A este tono eran todas las cosas que hacía en aquel tiempo nuestro Velazquez por diferenciarse de todos y seguir nuevo rumbo; conociendo, que le habían cogido el barlovento el Ticiano, Alberto, Rafael y otros que estaba más viva la fama, cuando muertos ellos. Valióse de su caprichosa inventiva, dando en pintar cosas rústicas a lo valentón, con luces y colores extraños. Objetáronle algunos el pintar con suavidad y hermosura asuntos de más seriedad en que podía emular a Rafael de Urbino, y satisfizo galantemente diciendo: Que más quería ser primero en aquella grosería, que segunda en la delicadeza.
Celebrados han sido los que en esta especie de pintura han salido eminentes, y de consumado gusto. No solo nuestro Velazquez siguió dictamen tan bajo; muchos ha habido, llevados de esta afición y genio particular de su idea. Pues Pireico, célebre pintor de la Antigüedad, dice Plinio que siguiendo cosas humildes alcanzó suma gloria y grande estimación en sus obras, por lo cual le dieron por sobrenombre Riparo grafos, dicción griega que quiere decir pintor de cosas buenas y groseras.
Con estos principios y los retratos, que los hacía excelentes, no contentándose solo con que fuesen parecidos en extremo, sino expresar el aire y movimiento del sujeto (¡que tanta era su eminencia!), halló la verdadera imitación del natural, alentando los ánimos de muchos a seguirle con su poderoso ejemplo, como refiere Pacheco, por haberle sucedido a él, pintando cosas de esta especie a su imitación.
Compitió Velazquez con Carabagio en la valentía del pintar, y fue igual con Pacheco en lo especulativo. A aquel estimó por lo exquisito y por la agudeza de su ingenio, y a este eligió por maestro por el conocimiento de sus estudios, que le constituían digno de su elección. Traían de Italia a Sevilla algunas pinturas, las cuales daban grande aliento a Velazquez a intentar no menores empresas con su ingenio. Eran de aquellos artificios que en aquella edad florecían un Pamarancio, Cavallero Ballioni, el Lanfranco, Ribera, Guido, y otros. Las que causaban a su vista mayor armonía eran las de Luis Tristán (discípulo de Dominico Greco), pintor de Toledo, por tener rumbo semejante a su humor, por lo extraño del pensar y viveza de los conceptos; y por esta causa se declaró imitador suyo, y dejó de seguir la manera de su maestro, habiendo conocido, muy desde el principio, no convenirle modo de pintar tan tibio, aunque lleno de erudición y dibujo, por ser contrario a su natural altivo y aficionado a grandeza. Diéronle el nombre de segundo Carabagio por contrahacer en sus obras al natural felizmente y con tanta propiedad, teniéndole delante para todo y en todo tiempo. En los retratos imitó a Dominico Greco porque sus cabezas en su estimación nunca podían ser bastantemente celebradas; y a la verdad tenía razón en todo aquello, que no participó de la extravagancia, en que deliró a lo último, porque del Griego podemos decir que lo que hizo bien, ninguno lo hizo mejor; y lo que hizo mal, ninguno lo hizo peor. Y últi[324]mamente lució el arte Velazquez con la energía de los griegos, con la diligencia de los romanos y con la ternura de los venecianos y españoles; en cuyas obras se transformó de suerte que, si faltara el número inmenso de ellas, se pudieran conocer en el breve mapa de las suyas.
Ejercitábase en la lección de varios autores que han escrito de la pintura elegantes preceptos: inquiría en Alberto Durero la simetría del cuerpo humano; en Andrés Bexalio la anatomía; en Juan Bautista Porta la fisionomía; la perspectiva en Daniel Barbaro; la geometría en Euclides; la aritmética en Moya; la arquitectura en Vitrubio y Viñola, y otros autores en quien, con solicitud de abeja, escogía ingeniosamente para su uso y para provecho de la posteridad lo más conveniente y perfecto. La nobleza de la pintura examinaba en Romano Alberti, escrita a instancia en la Academia Romana y Venerable Hermandad del Glorioso Evangelista San Lucas; con la idea que escribió Federico Zucaro de los pintores ilustraba la suya y la adornaba con los preceptos de Juan Bautista Armenini. Y a excusarlos con presteza y brevedad, aprehendía en Michael Angelo Viondo. El Vasari le animaba con las Vidas de los Pintores Ilustres; y el Riposo de Rafael Borghini le constituía erudito pintor. Adornóse también con la noticia de sagradas y humanas letras, y otras cosas importantes para fecundar la mente con todo linaje de erudición y noticia universal de las artes. Así lo aconseja León Bautista Alberti por estas palabras: Mà ben vorrei, chel Pittore fosse dotto, quanto possibil fosse, intute, l'Arte Liberali; mà sopra tuto gli desidero, che sia perito ne la Geometria. Era también familiar y amigo de los poetas y de los oradores; porque de semejantes ingenios recibía ornamento grande para sus composiciones.
Y finalmente era Velazquez tan estudioso como requería la dificultad de esta arte; preservando en ella, sin atender a más que la gloria y alabanza que con la sabiduría se adquiere; fiando en el tiempo y en el trabajo que nunca dejaron de dar honroso premio al que le busca. Cinco años tuvo de educación, y en ellos adelantó las obras a su edad. Tomó estado, escogiendo para su gusto y honor a Doña Juana Pacheco, hija de Francisco Pacheco, Familiar del Santo Oficio del número de Sevilla, y de familia muy calificada. Excedió Velazquez a su suegro y maestro en el arte, sin que le causase emulación ni envidia; antes lo regulaba (y con razón) por gloria propia; así lo confiesa él mismo, donde también se lamenta de alguno que quería atribuirse a sí la honra de haber sido su preceptor, quitándole la corona de sus postreros años, pues pasaban, cuando lo escribió, de setenta. Y habiendo hecho un elogio de Romulo Cincinato y, entre otros, de Pedro Paulo Rubens, dice: Diego Velazquez de Sylva, mi yerno, ocupa (con razón) el tercer lugar, a quien después de cinco años de educación y enseñanza, casé con mi hija, movido de su virtud, limpieza y buenas partes, y de las esperanzas de su natural y gran ingenio; y porque es mayor la honra del maestro que la de suegro, ha sido justo estorbar el atrevimiento de alguno que se quiere atribuir esta gloria, quitándome la corona de mis postreros años. No tengo por mengua aventajarse el discípulo al maestro (habiendo dicho la verdad, que es mayor). Ni perdió Leonardo da Vinci en tener a Rafael por discípulo; ni Jorge de Castelfranco a Ticiano; ni Platon a Aristoteles, pues no le quitó el nombre de Divino. esto se escribe no tanto por alabar el sujeto presente (que tendrá otro lugar) cuanto por la grandeza del arte de la Pintura; y mucho más por conocimiento y reverencia a la Católica Majestad de nuestro gran Monarca Phelipe Cuarto, a quien el Cielo guarde infinitos años, pues de su liberal mano ha recibido y recibe tantos honores.
[Seguir a II. Del primero y segundo viaje que hizo Velázquez a Madrid.]
Fue natural de Sevilla.
Abuso de los apellidos introducidos en Andalucía.
Fue oriundo de Portugal.
Descendencia de Velázquez.
Crianza de Velazquez.
Estudios de Velazquez en las buenas letras y Filosofía.
Principios de Velazquez en la pintura, en casa de Herrera el Viejo.
Pasa Velazquez a la escuela de Pacheco.
Escuela de Pacheco.
Pacheco, Art.' de la Pintura, cap. 8.
Primeros estudios de Velázquez.
Pintura célebre del aguador de Velazquez.
Otras pinturas de hosterías de Velazquez.
Otra pintura de bodegoncillo.
Respuesta ingeniosa de Velazquez a una objeción.
Plin. nat. Hist. lib. 35, cap. 10
Pireico. Pintor de bodegones en la Antigüedad.
Pach. lib. 3 de la Pint. cap. 8.
Luis Tristán, muy celebrado, y seguido de Velázquez.
Definición de las obras de Griego.
Estudio de Velazquez en los libros de la Pintura.
Velazquez incansable en el estudio de la Pintura.
Casamiento de Velazquez.
Pachec. libr. de la Pint. cap. 9
Ingenuidad y modestia de Pacheco.