Walewale es una localidad de 4.000 habitantes situada al norte de Ghana. Allí, en un dispensario desde hace tres lustros un grupo de monjas intenta atender la precaria situación sanitaria no solo de esa localidad, sino de todo un distrito que suma más 80.000 personas y que es atendido por un solo médico. Cada año la malaria se cobra cientos de vidas, sobre todo entre los más pequeños. Desde hace cinco años, un proyecto de cooperación financiado por la UCM y liderado por el profesor de Veterinaria José Manuel Bautista ha ido mejorando los medios sanitarios del dispensario y facilitando que las enfermedades prevalentes de la zona -además de la malaria, el sida, la hepatitis o la tuberculosis- sean convenientemente tratadas.
Walewale es una pequeña localidad, de unos 4.000 habitantes, situada en el norte de Ghana, a unos 800 kilómetros de la capital, Accra. Su clima es realmente seco y las lluvias se concentran entre los meses de abril y octubre. El calor alcanza los 50 grados en esos meses de verano. Ello hace que el mosquito de la malaria campe a sus anchas en la zona. Entre los adultos la mortalidad no es demasiado alta, pero no así entre los menores. La malaria cerebral, que es la variedad más extendida en la zona, provoca cada año la muerte de cientos, y a veces miles, de niños.
José Manuel Bautista, profesor del Departamento de Bioquímica y Biología Molecular IV y responsable del grupo de investigación en malaria de la Facultad de Veterinaria, es uno de los muchos docentes complutenses que participan en proyectos de cooperación. Su primera experiencia fue en el año 2005, cuando participó en un proyecto del Ministerio de Asuntos Exteriores que pretendía montar laboratorios e instruir en su uso a personal de la Universidad for Deve-lopment Studies, uno de cuyos campus se sitúa en Tamale, población situada a unas dos horas de Walewale. Cuenta el profesor Bautista que en Tamale hay pocos sitios en los que se pueda comer de manera aceptable y que durante su estancia allí siempre iba junto a sus compañeros al mismo lugar. "Un día mientras comíamos se acercaron a nosotros unas mujeres sorprendidas al oirnos hablar en español. Les explicamos lo que hacíamos allí y ellas nos contaron que eran las monjas que atendían un dispensario en la cercana localidad de Walewale. Comenzamos a hablar de lo que hacían, de los pocos medios con los que contaban... y quedamos en acercarnos por allí el domingo siguiente".
Cuando cuenta lo que vio aquel domingo, el profesor Bautista todavía muestra una mueca mezcla de horror y desesperación en su rostro. Tres monjas de las Hermanas de la Caridad de Santa Ana, solo ayudadas por una comadrona ghanesa, una enfermera novicia y dos hombres encargados de las labores de mantenimiento, daban servicio sanitario a veintiocho poblados de la zona, es decir a una población potencial de 80.000 personas. Esos 29 poblados que conforman el distrito de Mamprusi tienen asignados por el gobierno ghanés un único médico. Es pues territorio de chamanes y curanderos, en el que las costumbres sanitarias básicas brillan por su ausencia.
Bautista vio cómo las hermanas se enfrentaban a cientos de casos de niños con malaria, cuyo diagnóstico se basaba únicamente en su experiencia ante esta enfermedad. Les prometió intentar ayudarlas.
Proyecto de cooperación UCM
A su vuelta a la Complutense, el profesor Bautista habló con compañeros de su departamento y presentaron un proyecto a la convocatoria de Cooperación de la UCM de 2006. Su intención era dotar de laboratorios el dispensario de Walewale. El proyecto les fue concedido. "Llevamos -cuenta el profesor Bautista- laboratorios de bioquímica especializados en hematología capaces de desarrollar métodos de diagnóstico enzimáticos, similares a los que se empleaban en los años 40, 50 y 60 del pasado siglo, ya que además de ser más sencillos de usar eran los únicos que se podían mantener allí con los medios técnicos y económicos de los que disponen".
Los laboratorios resultaron un éxito y aún hoy continúan funcionando muy bien. No obstante, Bautista y las muchas personas que con él se embarcaron en este proyecto, no solo de la UCM, sino también de hospitales madrileños como el 12 de octubre o el Hospital de Getafe, vieron que era necesario dar algunos pasos más. Por un lado, era conveniente equipar el dispensario de laboratorios capaces de diagnosticar otras enfermedades prevalentes en la zona, como el VIH, la hepatitis y la tuberculosis, pero además había que echar una mano en solucionar otro problema, que la experiencia estaba mostrando como vital. En esa zona de Ghana el suministro eléctrico es realmente inestable y raro es el día que no falla. "Si no hay electricidad no se pueden utilizar los laboratorios, y había que buscar alguna solución", recuerda Bautista.
La solución al problema se encontró en la instalación de un sistema de baterías autónomo que gracias a unas placas solares, que el propio Bautista y el ingeniero Vicente Mateos instalaron en el tejado del dispensario, se autoabastace para que no se corte el suministro cuando haya cortes eléctrico.
Para financiar tanto este sistema de baterías como los nuevos laboratorios, Bautista acudió a una nueva convocatoria del Vicerrectorado de Cooperación de la UCM, a cuya concesión sumó la ayuda que les prestó la Fundación Juan Bonal.
Además de equipar de nuevos laboratorios el dispensario de las Hermanas de la Caridad de Santa Ana, el equipo del profesor Bautista implicó en el proyecto al Servicio de Enfermedades Infecciosas del Hospital Carlos III. Este servicio ha diseñado un método que permite corroborar los diagnósticos que se obtienen en el dispensario, a través del envío que desde allí se les hace de muestras de sangre seca de los pacientes.
Al profesor Bautista se le ve satisfecho con el trabajo que se está realizando y, sobre todo, con los beneficios que está deparando para los habitantes de la región de Mambrusi. "Es muy importante, no solo en cuanto a la mejora en los diagnósticos, sino también en que se esté instaurando entre ellos ciertos hábitos sanitarios e higiénicos, que sepan de los peligros que supone tirar las aguas fecales a las calles o del uso higiénico que pueden hacer del agua". También reflexiona sobre lo que él denomina "la fuerza mágica de la palabra solidaridad" y sobre lo mucho que se puede hacer evocando a ella.
El próximo paso, cultivar plantas antimaláricas
El propio profesor Bautista reconoce que puede resultar chocante que un profesor de Bioquímica y Biología Molecular y todo un grupo avanzado de investigación, hayan pensado en una tradición milenaria china para combatir el impacto de la malaria en Ghana. En concreto, el próximo paso que quiere dar el profesor Bautista y su grupo es cultivar en la zona de Walewale una planta, la artemisia annua, que en China se viene utilizando desde hace 2.000 años como remedio contra la malaria.
Según explica el profesor complutense, la propiedades de esta planta, en concreto de su principal componente el artesanato, son la base de las pastillas antimaláricas de han desarrollado en la última década. El problema es que estas pastillas apenas llegan a esta zona de África y cuando llegan, en ocasiones, lo hacen caducadas o falsificadas. Por ello, han considerado que el cultivo de esta planta y su uso preventivo pueden ser una buena solución o, al menos, como afirma con entusiasmo Bautista, "creemos que merece la pena intentarlo".
Este proyecto ya ha sido presentado a la convocatoria de proyectos al desarrollo de este año de la UCM, y de hecho ha sido admitido entre los seleccionados para optar a su financiación.
Un documental sobre el proyecto
En próximas fechas se emitirá en el programa de La 2 "La aventura del saber" el documental "Walewale: en la frontera de la esperanza", realizado por la Plataforma de Divulgación Científica de la UCM. Como casi todo lo relacionado con este proyecto la realización de este reportaje ha sido promovido por el propio profesor Bautista. Según cuenta, fue él mismo quien se interesó por saber si había posibilidad de que se realizara algún reportaje sobre la labor que estaban haciendo en Walewale y fue a través de los vicerrectorados de Relaciones Institucionales y Cooperación y de Investigación como se puso en contacto con la Plataforma de Divulgación Científica de la UCM.
Esta plataforma, que coordinan los profesores de Ciencias de la Información, Julio Sánchez Andrada y José Antonio Jiménez (en la imagen junto a un cámara), lleva unos años realizando y produciendo documentales sobre grupos de investigación complutenses. Bautista les propuso incorporar una nueva línea a sus actividades, la de los proyectos de cooperación complutenses. Como coincidieron en señalar en la presentación del documental, llevada a cabo el 24 de marzo en la Facultad de Veterinaria, los dos profesores de Ciencias de la Información, la idea les pareció excelente ya que encajaba a la perfección con el objetivo principal de la plataforma, que no es otro que visibilizar "lo mucho que se hace en la UCM". El resultado fue un documental grabado en HD de alrededor de una hora de duración que, como señala el profesor Bautista, refleja muy bien lo que hemos hecho".