El espíritu olímpico se cuela en el aula

Alejandra, Pablo, Lola y Carlos son jóvenes, disciplinados y luchadores. Los cuatro tienen en común que compaginan su trabajo como deportistas de élite con sus estudios en la Universidad Complutense de Madrid. Todos ellos comienzan un nuevo curso con ilusiones renovadas después de haber cumplido el sueño de competir en los Juegos Olímpicos de Río 2016.

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Alejandra Quereda con cinta en una competición. / A. Quereda.
Alejandra Quereda con cinta en una competición. / A. Quereda.

MARÍA MILÁN | Resulta complicado que el deportista de élite llegue a la cuarentena compitiendo. Incluso que lo haga a la treintena. Para labrarse un futuro cuando cese su actividad deportiva, muchos jóvenes dedican parte de su tiempo a estudiar una carrera universitaria.

La Universidad Complutense de Madrid (UCM) puede presumir de tener una buena cantera que ha participado en los Juegos Olímpicos de Río. Alejandra Quereda (plata en gimnasia rítmica por equipos), Pablo Feijoo, Lola Riera y Carlos Peralta coinciden en el que la clave de su éxito, deportivo y académico, es la fuerza de voluntad y el sacrificio para conseguir sus sueños.

De la plata al fonendoscopio

Veinte años después del oro de Atenas, cinco jóvenes gimnastas lograron colgarse la plata en Río. Un metal que “sabe a gloria, después de tantos años de trabajo y horas de entrenamiento”, describe Alejandra Quereda, capitana del equipo de gimnasia rítmica español.

Quién le iba a decir a aquella niña de seis años que comenzó en su Alicante natal a jugar con cintas, aros, pelotas y acrobacias imposibles que, con veinticuatro, sería medalla olímpica. A los dieciséis, Quereda ya era gimnasta profesional y hoy ya lleva ocho años en la élite.

Sede de la gimnasia rítmica en Río. / Drowned
Sede de la gimnasia rítmica en Río. / Drowned.

Ocho horas al día de entrenamiento, salvo los domingos, dejan poco tiempo libre. En lugar de dedicarlo al ocio, la joven, consciente de que el deportista “se jubila” demasiado pronto, tiene un plan b: la medicina.

“Siempre me ha gustado aunque, dadas mis circunstancias, sabía que no iba a ser fácil. Al final, decidí intentarlo y tomármelo con calma”, explica. Su objetivo este año es ambicioso, puesto que se ha matriculado en todas las asignaturas de cuarto curso, además de una de tercero.

¿Su secreto para compaginar ambos mundos? “La fuerza de voluntad. Hay que sacarla de donde no la hay para estudiar y coger los apuntes cuando lo que te apetece es tirarte en la cama a las doce de la noche después de entrenar”, confiesa.  

La gimnasta asegura que la rítmica le ha dado unos valores aplicables a cualquier ámbito de la vida cotidiana, y más aún a la medicina. Disciplina, entrega, sacrificio y superación para que pronto a la medalla le acompañe un fonendoscopio.

Rugby entre ordenadores

“Yo jugaré las Olimpiadas”, recuerda Pablo Feijoo que le dijo a su padre, del que heredó la pasión por el rugby. Tan convencido estaba que luchó y cumplió su sueño cinco años después en Río. “Años largos en los que muy poca gente ha confiado en el equipo, pero ahora, todo el esfuerzo realizado cobra sentido”, cuenta.

En su etapa de estudiante de Ingeniería Informática encontró algunas ayudas en el camino: la asistencia no obligatoria a clase, la comprensión de la mayoría de profesores y, sobre todo, “los buenos amigos, sin los que hubiese sido imposible sacarme la carrera”. La mayor dificultad eran los exámenes, en febrero y junio, fechas que coincidían con partidos internacionales.

Bajo el lema el que mucho abarca poco aprieta, fue sacándose la carrera poco a poco, un consejo que quiere transmitir a las nuevas generaciones de deportistas y estudiantes. “Que no se agobien porque un cuatrimestre no salgan las cosas como pensabas”, recomienda.

Es el mayor de los cuatro y el único que ya ha finalizado sus estudios. A sus 34 años y cerca de su retirada, Feijoo cree que ahora ha llegado el momento “duro” del deportista.

“Durante muchos años nos dedicamos al deporte en cuerpo y alma para cumplir nuestro sueño, lo que hace que a veces perdamos el tren del trabajo y luego la reincorporación sea un poco complicada”, afirma. En un futuro, se ve trabajando en el sector de la informática de gestión o incluso emprendiendo.

Medicina en hierba y agua

Además de Quereda, varios deportistas olímpicos estudian Medicina en la UCM. Es el caso de Lola Riera y Carlos Peralta, jugadora de hockey hierba y nadador respectivamente, para los que cada asignatura aprobada les acerca a enfundarse la bata blanca.

“He jugado a hockey sobre hierba prácticamente desde que aprendí a andar”, reconoce Riera que, a sus 25 años, compagina este deporte con sus estudios de grado en Medicina. ¿Su clave? “Intentar ser organizada. A veces es complicado porque muchas competiciones coinciden con exámenes, pero los profesores ayudan a compaginarlo”, señala.

Carlos Peralta a punto de competir. / C. Peralta.
Carlos Peralta a punto de competir. / C. Peralta.

Ambas facetas le vienen de familia. Cuando era niña, sus hermanos mayores practicaban hockey, mientras que otros familiares se dedicaban a la medicina, por lo que las conversaciones sobre salud eran habituales en casa. Aspirante a traumatóloga, además de los logros deportivos, sueña con ser “buena doctora”.

Para la joven, Río ha significado una “recompensa a tantos años de trabajo”, si bien su espíritu competitivo le lleva a visualizar una nueva meta: Tokio 2020 y antes a alzarse con un metal en el campeonato europeo en 2017 en Ámsterdam.

Quién sabe si Riera coincidirá en un hospital algún día con Carlos Peralta, de 22 años, y también aspirante a traumatólogo o médico deportivo.

El más joven de los cuatro se mueve como pez en el agua en el estilo mariposa, una vocación que le llegó antes que la medicina y que “a día de hoy sigue siendo lo primero”. Su poco tiempo libre lo dedica a sus amigos, a su familia y a sus inquietudes culturales, sobre todo el arte y el cine.  

“Para mí, Río ha supuesto un antes y un después. Me siento feliz pero ahora quiero superarme de cara a los siguientes Juegos Olímpicos”, revela.

Con su objetivo deportivo puesto en Hungría y en el campeonato mundial de natación de julio, antes trabajará por “hacer un buen quinto curso y limpiar asignaturas sueltas del año pasado que fue tan intenso”.

Fuerza de voluntad, disciplina y sacrificio son igual de aplicables en los deportes y en las aulas. Ingredientes que Alejandra, Pablo, Lola y Carlos emplean en grandes dosis para conseguir sus sueños.


  
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