El Ártico, el punto más caliente del cambio climático
El rey de los océanos se deshiela. Su fondo alberga más de un cuarto del petróleo y gas natural del mundo, unos recursos ansiados por las principales potencias. En un escenario marcado por el cambio climático, expertos de la Universidad Complutense de Madrid advierten que el aumento de temperatura y el deshielo perjudicarán a la población, a la flora y a la fauna árticas. La colaboración entre los estados ribereños es imprescindible para salvar a esta región única. Estados Unidos y Canadá acaban de firmar un acuerdo que prohíbe nuevas perforaciones en una parte de esta costa helada.
La principal amenaza del cambio climático en el Ártico es el deshielo. / Juan-Vidal Díaz.
MARÍA MILÁN | El aumento de temperaturas y la acelerada reducción de la capa de hielo del Ártico denuncian a gritos una realidad: el Polo Norte está en peligro.
“Aunque parezca una paradoja, es el punto geoestratégico más caliente del proceso de cambio climático”, sostiene Elena Conde, profesora de Derecho Internacional de la Universidad Complutense de Madrid (UCM).
A la flora y a la fauna, acostumbradas a las condiciones extremas, les cuesta adaptarse al brusco cambio que sufre su ecosistema, mientras que las poblaciones indígenas se sienten extrañas en su propia tierra.
El deshielo está haciendo más accesibles las rutas de navegación por este complicado océano, salpicado por grandes icebergs, lo que facilita el acceso a sus disputados recursos naturales, sobre todo, petróleo y gas.
A priori, esta situación favorecería a la economía de los países del Círculo Polar Ártico. Pero por encima de sus intereses, los expertos inciden en que hace falta colaborar para frenar el cambio climático en una región excepcional. El Ártico se considera el rey de los océanos por su papel esencial en la regulación y el intercambio de temperaturas con otros océanos de latitudes más bajas que confluyen en él.
Inuit, oso polar y tundra, amenazados
“Hay una vida efervescente en el Ártico, espectacular, diversa y única”, describe Leopoldo García Sancho, biólogo y profesor del departamento de Biología Vegetal II de la UCM. Esto se debe a que los mares, al contrario que en la tierra, cuanto más fríos son, tienen más oxígeno, CO2, plancton y otros nutrientes.
Osos polares, morsas y focas habitan en el Ártico. / Pelopantón.
Entre su fauna destacan ballenas, cetáceos, focas, morsas, osos polares y un sinfín de peces, como bacalaos y arenques. Su fondo marino es muy rico en organismos llamados bentónicos y en su vegetación destaca la tundra ártica, formada por casi trescientas especies.
Todos ellos se ven amenazados por el cambio climático, que está provocando alteraciones en el ecosistema ártico en tan solo unas décadas, cuando lo habitual son siglos o milenios. Esta situación limita las posibilidades de migración y adaptación de las especies y muchas podrían acabar extinguiéndose, según los científicos.
“El Ártico es el lugar del planeta donde más está aumentando la temperatura. El cambio climático está teniendo unas consecuencias enormes”, alerta García Sancho.
Por una parte, la pérdida de hielo afecta a la proliferación de las algas, la base de la cadena alimenticia. Por otra, la tundra herbácea se está retirando mientras que la vegetación arbustiva y leñosa, más propias de latitudes inferiores, avanzan.
“Esto va teniendo un efecto retroalimentado, porque la vegetación absorbe radiación, se calienta más y favorece el aumento de temperatura”, explica el biólogo. Según el último informe de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA), el Ártico acaba de vivir sus doce meses más calurosos desde que existen registros de temperatura en esta región.
Además de la fauna, la apacible vida de las poblaciones indígenas que habitan allí también está sufriendo las consecuencias de este fenómeno. Muchos se ven obligados a dejar sus tierras por el deshielo, mientras que otros tienen que ejercer de anfitriones de unos invitados “invasores”.
Inuit canadiense en un iglú. / Library and archives Canadá.
“Los índices de suicidio de los inuits –habitantes de Alaska, Canadá y Groenlandia– son los más altos del mundo. No han sabido adaptarse a la llegada del hombre blanco a estas tierras. Caen en el alcoholismo o la drogadicción”, se lamenta Conde. Algunos habitantes logran sacar partido a esta situación y pasan a formar parte del negocio del turismo como guías de sus tierras, pero son solo una minoría.
A la caza del petróleo y el gas
El cambio climático también tiene un impacto directo en la exploración y explotación de los recursos naturales que se esconden en las profundidades árticas. Oro, plata, diamantes, carbón, titanio, hierro pero, sobre todo petróleo y gas tientan a las principales potencias.
“Es una zona muy rica en recursos naturales, aunque su extracción representa un reto económico y tecnológico. Se estima que el 25% de las reservas mundiales de petróleo y el 30% de las de gas natural se encuentran en esa zona”, explica María Josefa Herrero, profesora del departamento de Petrología y Geoquímica de la UCM. “La desaparición del hielo facilitaría su exploración, investigación y explotación de los mismos”, añade.
Los titulares de todos esos recursos y de su riqueza son los países ribereños, hasta una distancia de doscientas millas náuticas de sus costas. ¿Qué pasa más allá de estos límites? “Los países están intentando aumentar esa distancia alegando la continuidad de la plataforma continental mediante expediciones de cartografía de los fondos marinos”, explica la investigadora.
La experta de la UCM señala otras dos consecuencias del deshielo. Una es el uso marítimo del Ártico como vía de transporte y comunicación, que supondría un control estratégico en el mercado mundial, acortando la distancia de transporte marítimo de mercancías entre Europa y Asia. La otra consecuencia es la militarización de la zona fronteriza entre Rusia y Estados Unidos, con emplazamientos adicionales de sistemas antimisiles y de defensa submarina y aeroespacial.
Cooperación para frenar el cambio
En este escenario, el Consejo Ártico estudia cómo frenar los efectos del cambio climático y el deshielo. Sus miembros son Canadá, Estados Unidos, Rusia, Dinamarca, Noruega, Suecia, Finlandia e Islandia. Otros países actúan como como observadores, entre ellos, España. Además, numerosas organizaciones y asociaciones, como las que representan a los pueblos indígenas, tienen un estatuto de participantes.
Los países en azul oscuro son los miembros del Consejo Ártico y los más claros, observadores. / Emilfaro.
“El Ártico era un lugar inhóspito e inhabitable para el resto de países. Durante la Guerra Fría, el interés de las grandes potencias fue militarizarlo. Ahora, los objetivos son las rutas de navegación que se podrían abrir por el deshielo y la riqueza sumergida”, explica Conde, que además es delegada española en el Grupo de Trabajo de Ciencias Humanas y Sociales del Comité Internacional de Ciencias del Ártico (IASC).
Según la experta, los grandes países de la región, a pesar de sus diferencias ideológicas, “siempre han trabajado para un Ártico seguro, garantizando sus intereses”. Así lo destaca en un artículo publicado en Polar Record.
Un ejemplo de esa colaboración se ha producido este martes, cuando Estados Unidos y Canadá han prohibido nuevas perforaciones de petróleo y gas en parte de la costa ártica. Zhaklin Yaneva, investigadora de la facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la UCM, apunta que en actividades científicas existe esta cooperación.
Entre los miembros del Consejo, las investigadoras destacan el papel de Rusia, siempre la potencia más polémica. “Aparentemente es el país más controvertido. Aunque le interesa el deshielo para utilizar la ruta marítima del Norte, de momento le beneficia más cooperar con los otros países para resolver los nuevos problemas que surgen en consecuencia del cambio climático. Solo quiere que los demás sepan que tiene mucho peso y puede influir en el Ártico”, explica Yaneva.
Precisamente es Rusia quien se opone hoy en día a que la Unión Europea (UE) se convierta en miembro del Consejo del Ártico. Las dos expertas de la UCM justifican la participación de la organización europea en el Polo Norte en un artículo publicado en Polar Science.
Yaneva sostiene que la UE, aunque todavía tiene un largo camino por delante, “es el organismo que más se preocupa por la promoción de derechos fundamentales de los indígenas, el desarrollo económico, regional y humano de la región”.
En palabras de Victor Hugo, produce una inmensa tristeza pensar que la naturaleza habla mientras el género humano no la escucha. El Ártico no habla, grita, y lo hace pidiendo con urgencia un plan que frene los efectos del cambio climático.
Referencias bibliográficas:
Marzia Scopelliti y Elena Conde Pérez. “Defining security in a changing Arctic: helping to prevent an Arctic security dilemma”, Polar Record. Volume 52, Issue 6. Noviembre 2016. DOI: 10.1017/S0032247416000528.
Elena Conde Pérez y Zhaklin Valerieva Yaneva. “The European Arctic policy in progress”. Polar Science. Volume 10, Issue 3, Septiembre 2016. DOI: 10.1016/j.polar.2016.06.008.
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