Del cuento a la realidad: ¿por qué mentimos?
Cada vez que mentía, a Pinocho le crecía la nariz; al pastorcillo nadie le atendió cuando vino el lobo de verdad y un pueblo entero alabó el traje inexistente del emperador hasta que un niño rompió el engaño. La moraleja de no decir mentiras y optar siempre por la verdad es un tema recurrente en la literatura desde muy temprana edad. Con motivo del Día Internacional del Libro, expertos de la Universidad Complutense analizan si este tipo de literatura fomenta la sinceridad en los más pequeños e intentan responder, a través de un repaso por las teorías publicadas hasta la fecha, a esta pregunta: “¿Por qué mentimos?”
Portada de la primera edición de Las Aventuras de Pinocho en 1883 publicada en el Corriere del Mattino. / Corriere del Mattino.
MARÍA MILÁN | “La mentira es la forma más simple de autodefensa”, decía la escritora y filósofa del siglo XX Susan Sontag. Falsificaciones, mentirijillas piadosas, trampas, actos deshonestos, omisión de la verdad, información maquillada…tantas formas de mentir como se pueda imaginar.
Para luchar con una condición, aparentemente, intrínseca al ser humano, los adultos recurren a la literatura infantil para intentar corregir comportamientos deshonestos en las etapas más tempranas.
“Si mientes te crecerá la nariz” les decimos a los niños, inspirados en el cuento italiano Pinocho, aquel travieso y desobediente muñeco de madera que cobraba vida y que finalmente aprendió a ser honesto si quería que el tamaño esta parte de su cara se mantuviese como estaba. De esta historia proviene también el “síndrome de pinocho”, que en psiquiatría se designa a la mentira patológica o mitomanía.
También es frecuente escuchar a los padres atemorizando así a sus hijos: “la próxima vez no te voy a creer, como le pasó al pastorcillo mentiroso”. De tantas veces que mintió pidiendo auxilio por el ataque inventado de un lobo, cuando este se produjo realmente, nadie le ayudó.
Y así un montón de ejemplos en la literatura infantil y por los que la palabra cuento aparece en las expresiones coloquiales “cuento chino” y “no me cuentes cuentos” o el adjetivo “cuentista”, todos referidos al mundo de la mentira.
Con motivo del Día Internacional del Libro, planteamos si funcionan este tipo de moralejas en la honestidad de los más pequeños. “Yo diría que no porque, por un lado transmitimos a los niños el mensaje de que hay que ser bueno pero, por otro lado, que si en determinados casos no miente, peca de cándido. ¿En qué quedamos, hay que mentir o no?, se plantea José Antonio Bueno, director del grupo de investigación Psicología, Desarrollo e Intervención Educativa de la Universidad Complutense de Madrid (UCM).
El docente apuesta por enseñar a los niños “las reglas del juego” desde el principio, para que no se lleven una sorpresa al descubrir más de un Pinocho conforme crezcan y aprovecha para recomendar La bruja debe morir. De qué modo los cuentos de hadas influyen en los niños (Cashdan, S. 2017), un libro que plantea cuestiones como el empoderamiento del menor cuando un adulto se cree su mentira o si se trata de un simple juego de una determinada época evolutiva.
Se buscan Pinochos
Pinocho da nombre a un síndrome en psiquiatría. / Enrico Mazzanti.
Llegamos a la edad adulta, con todas estas historias aprendidas, pero aun así se producen situaciones deshonestas. ¿Por qué mentimos? “En resumen, la respuesta es que no lo sabemos. La pregunta de por qué mentimos está por resolver, pero los investigadores estamos intentando primero saber quién para después conocer el por qué”, explica David Pascual-Ezama, investigador del departamento de Economía Financiera y Contabilidad de la UCM.
En una colaboración con la Universidad de Copenhague, el experto acaba de publicar en Journal of Economic Surveys una revisión de la bibliografía más importante publicada hasta la fecha sobre qué, quién, cómo y por qué los seres humanos cometen actos deshonestos.
¿Somos mentirosos por naturaleza? “El 70% de la población sí, pero hay un 30% que es honesta hasta puntos insospechados. El reto es detectar a estas personas, pero también a esa 10% que siempre es mentiroso”, señala Pascual-Ezama.
Esa detección supondría un valor incalculable, por ejemplo, para un departamento de recursos humanos, por no hablar de otros ámbitos. “Encontrar a este tipo de personas que nunca mienten para que sean gestores de fondos públicos supondría un avance muy importante. De momento está en la ciencia ficción”, bromea.
El investigador acaba de iniciar un proyecto en el que trabaja precisamente sobre la mentira en niños. Según Pascual-Ezama, a partir de los diez años los niños son conscientes de si están engañando o no. Antes, que no quiere decir que no mientan, su comportamiento es natural.
En cuanto a diferencias de género, tras la consulta de artículos de todos los rincones del mundo, el economista llega a una conclusión: “no hay diferencias entre hombres y mujeres”.
Vista gorda si no afecta a terceros
En la revisión bibliográfica se analizan seis teorías principales desarrolladas por expertos de diferentes campos del conocimiento para explicar por qué mentimos. De todas, Pascual-Ezama destaca dos. En primer lugar, la teoría del economista del comportamiento humano y premio Nobel Gary Becker (1968), quien defendía que las personas estarían dispuestas a ser deshonestas o a saltarse la ley si los beneficios obtenidos eran mayores que las posibles sanciones.
En segundo lugar, la teoría del autoengaño mantenido de la investigadora de la Universidad de Toronto, Nina Mazar (2008) y otros autores que proponen que todos somos un poco deshonestos hasta el límite que nuestra conciencia nos permite.
“Sabemos que hay personas que siempre mienten y otras que nunca. En el centro se sitúan las que se comportan de manera deshonesta pero siguiendo distintos patrones según su límite”, añade Pascual-Ezama.
Ese límite también explicaría por qué toleramos unas mentiras más que otras, como las “piadosas”. Según el economista, “socialmente lo que no se tienen en buena consideración es que alguien haga trampas, robe o mienta si perjudica a otro. Pero si no hay un coste a terceros o incluso la mentira es para beneficiar a terceros, es diferente y se acepta”. Igual que se aplaudía que Robin Hood robase a los ricos para dar a los pobres.
Por último, se plantea al investigador qué se puede hacer para fomentar la verdad en esta lucha contra los comportamientos deshonestos. “Tratar de detectar quiénes son más o menos deshonestos y poder actuar sobre la persona en sí, más que sobre la norma”, concluye, antes de seguir con la búsqueda de qué nos empuja a estar dispuestos a que nos crezca la nariz.
Catrine Jacobsen, Toke Reinholt Fosgaard y David Pascual‐Ezama. “Why do we lie? A practical guide to the dishonesty literature”. Journal de Economic Surveys (2018) Vol. 32. DOI: 10.1111/joes.12204.
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